Cultura Nacionales

JACA: Perfil de un Humanista

Written by Debate Plural

Jose del Castillo (D. Libre, 9-1-16)

 

José Antonio Caro Álvarez (1910-78) gustaba llamarse a sí mismo JACA como una forma moderna de abreviar su emblemático nombre, casi como si su persona fuera toda una organización -justamente él quien era hombre de activo perfil multifacético. Hijo de un laborioso e innovador panificador español, don Francisco Caro, familiarmente llamado Quico, empresario que revolucionó en el coloquial Santo Domingo de los inicios del siglo XX el antiguo arte de transformar la harina amasada en el apetecido manjar cotidiano que alimentaba con puntualidad la mesa dominicana. El popular pan de agua, el suave sobao, la Mallorca dulce que deleitaba a los niños, las galletas crocantes de manteca y otras exquisiteces, eran sinónimo de excelencia del Pan de Quico. Distribuido por toda la ciudad en canastos metálicos que lo conservaban calentito, como recién salido del horno.

Justamente, una de las primeras obras como arquitecto del joven profesional graduado en París fue la construcción de una planta de producción y despacho de la Panadería Quico en la calle Padre Billini. Allí acudía yo desde niño, al igual que al local de la Santomé, a avituallarme de los manjares fabricados por el viejo panadero tocado con boina negra y rastros de barba rala, una de las figuras simbólicas de la Ciudad Primada, rodeada su existencia de anécdotas y afectos. En 1926 inauguró moderno local en Duarte con El Conde.

Con Caro Álvarez me unió una raigal relación familiar. Concuñado de Jesús del Castillo –un tío que fuera como padre del mío Francisco, secuestrado al salir de la oficina de abogados de éste y desaparecido por la dictadura de Trujillo-, al casar el arquitecto con Marina Ginebra de la Rocha, hermana de Charo, la esposa de Jesús. Obra diseñada y construida por JACA es la que fuera hermosa residencia de Jesús y Charo, levantada a dos plantas, sita en la Benigno del Castillo esquina 30 de Marzo, que aún permanece y conserva parte de su garbo. En el lugar que alojó la residencia de Hostos durante su estancia fecunda en tierra dominicana, cuando instituyó la enseñanza normalista, impartió cátedra de Derecho Constitucional, Economía Política, Sociología y Moral Social en el Instituto Profesional y en la Escuela Normal de Varones.

En cuya casona de madera solía el Maestro representar pequeñas obras teatrales para disfrute de familiares, amigos y vecinos. Entre ellos mis abuelos Luis Temístocles del Castillo –diputado que propuso en el Congreso rendir merecido homenaje a Hostos- y la maestra normalista Dolores Rodríguez Reyes que dirigía el Colegio El Amparo en San Carlos, quienes colaboraron con su trascendental obra pedagógica, depositarios por demás de su hábitat y mobiliario cuando el Señor Hostos decidió partir hacia Chile a sembrar su semilla civilizatoria.

En una ocasión, el ser humano extraordinario –una verdadera madre coraje- que fuera Charo, nos reunió a todos sus sobrinos que estudiábamos en el Colegio de La Salle: los Caro Ginebra (Tony y Danilo), los Ginebra Giudicelli (Freddy y José Alberto), Batlle Ginebra (José Manuel “Chepe” y Jaime), y a mí. Y allí nos dijo que éramos familia y como tal debíamos tratarnos. Acto seguido, en presencia del querido Hermano Antonio (Raúl Antonio Peguero), lo designó nuestro preceptor, a quien debíamos guardar obediencia. Y así fue, cumpliéndose efectivamente su mandato. Décadas más tarde, afectada su salud por un cáncer, nos reunió en una jornada social a todos los miembros de la familia extendida para despedirse de cada uno y festejar por las bondades de la vida.

Otra proximidad temprana me unió a la familia Caro. Una casa construida por José Antonio en la aristocrática avenida Pasteur con avenida Bolívar, dotada de un bello patio andaluz, servía de morada a su hermana Gladys. Allí acudía jovenzuelo a llevar algunos encargos de la Farmacia Pasteur, propiedad de mis tíos farmacéuticos Pichardo Sardá y Arístides Álvarez Sánchez, ubicada frente al teatro Elite y que suplía entonces a Gascue. Las atenciones que recibía por este sencillo servicio en dicha residencia constituyen todavía un grato recuerdo.

JACA fue una personalidad jovial, abierta siempre a los jóvenes, cariñoso y paternal. Se convertía con facilidad en interlocutor interesado que “hacía química” perfecta con los miembros de generaciones anteriores a la suya. Ese rasgo le permitió lidiar a la perfección en la Universidad con los enfebrecidos líderes estudiantiles que formaron la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED) tras el ajusticiamiento de Trujillo, armonizando posiciones encontradas durante la tortuosa etapa de la transición de la dictadura a la liberalización democrática. Un proceso que debió esperar 8 meses en su primera fase, al arribarse a la formación del Consejo de Estado, ya presidido por el Lic. Rafael F. Bonnelly.

En esa etapa crítica que sucedió a la muerte de Trujillo, cuando se desbrozaba el camino hacia la libertad, bajo el gobierno encabezado por el Dr. Balaguer con la presencia del general Ramfis Trujillo en la jefatura militar, los estudiantes se lanzaron valientes a la plaza pública a reclamar la destrujillización de la institución y su democratización. Ante el repudio al rector Machado por parte de los dirigentes de la FED, correspondió al arquitecto Caro Álvarez asumir en 1961 la rectoría, actuando como la autoridad máxima que alcanzó la entonces anhelada autonomía, cogobierno y fuero universitarios. Una cara reivindicación latinoamericana que se iniciara con el movimiento de reforma de la Universidad de Córdoba, Argentina, en 1918. Desde entonces la Universidad de Santo Domingo (USD) pasó a incorporar una A en su sigla. Y la autonomía y el fuero se convirtieron en conquista defendida por los universitarios.

Esa misma capacidad de articular voluntades para lograr un propósito institucional se hizo manifiesta en otra etapa crítica de la vida nacional, en ocasión de la Ocupación Norteamericana que siguió a la Guerra Civil de 1965. Tras la formación del Gobierno Provisional presidido por Héctor García Godoy y el inicio de la precaria normalización de los asuntos del país, el sector universitario que había hecho causa con el movimiento constitucionalista lanzó el Movimiento Renovador en la UASD, provocándose un cisma con las autoridades de la institución, que fueron desconocidas.

Esta polarización de las fuerzas académicas por el control del gobierno universitario y las vías de facto empleadas en ello, dio origen a una fractura institucional y a la formación en 1966 de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU). De la cual el arquitecto Caro Álvarez sería su primer rector. Una obra escrita por él, ofrece los detalles de este proceso de construcción institucional que ha aportado valiosa contribución al desarrollo dominicano en el campo de la formación de recursos humanos altamente calificados.

Con ello, JACA coronaba toda una carrera como educador consagrado, iniciada en 1939, cuando se incorporó como profesor de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Santo Domingo, donde llegó a encabezar en 1958 el decanato de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura. Faceta que supo conciliar con su dinámica presencia en el diseño y la construcción de edificaciones institucionales, comerciales y residenciales, tan señeras a la historia urbana como las facultades de Medicina y de Ingeniería y Arquitectura de la Ciudad Universitaria, la Maternidad y el Hospital Infantil, el Palacio de la Policía Nacional, la Secretaría de Educación, Bellas Artes y Cultos, el Banco Central (antigua sede), la Biblioteca Nacional y el Museo del Hombre Dominicano.

Amén de su colaboración con Guillermo González en el Cuartel de Bomberos de la Mella, el Hipódromo Perla Antillana y el Casino de Güibia. La Casa Plavime (con Leo Pérez Ricart), el edificio El Palacio, en El Conde, el Instituto del Libro de Escofet Hermanos en la calle Arzobispo Nouel, marcan su huella en las facilidades comerciales del viejo centro de Santo Domingo. La mansión de Francisco Martínez Alba (hoy sede de la Embajada de España) es apenas una muestra de su quehacer en el plano residencial.

En diciembre de 1974 un grupo de profesionales de diversas disciplinas motivados por el desarrollo de la investigación científica, el debate académico y la difusión del conocimiento, se integró para formar la Academia de Ciencias de la República Dominicana, bajo la presidencia del Lic. Pedro Troncoso Sánchez y la vicepresidencia del Arq. José Antonio Caro Álvarez. En esa iniciativa, motorizada por el Dr. Mario Bonetti, me correspondió participar –siendo a la sazón Director de Investigaciones Científicas de la UASD- como miembro de número, luego directivo en su primera década, ocupando la vicepresidencia y la presidencia en funciones. La Academia es hoy una entidad plenamente consolidada y de prestigio, que cuenta con local propio en Las Damas con El Conde y reúne a un sólido cuerpo de expertos en diferentes ramas del saber, con programa activo de publicaciones de libros y revistas especializadas.

El Fondo para el Avance de las Ciencias Sociales fue otro empeño institucional en el que se involucró JACA. Su hogar de Los Pinos acogió encuentros para fraguarlo con la presencia de Jimmy Pastoriza, gente de la Ford y sociólogos, economistas e historiadores. Surgió así una entidad patrocinadora de investigaciones sociales dirigida por Frank Moya Pons y un consejo integrado por el padre Alemán, Gustavo Volmar y José del Castillo. Que apoyó y publicó el Informe Anual de la Economía Dominicana, a cargo de la Comisión de Economía de la Academia de Ciencias. Por años, referente para evaluar el desempeño de nuestra economía y su futuro.

Caro presidió el Instituto de Cultura Hispánica y fue fundador del Museo del Hombre Dominicano. Gracias a su fervor por el arte, las edificaciones públicas que realizó durante la Era llevan el sello mural de Vela Zanetti. El 26 de enero el Centro Cultural de España abre una exposición sobre este arquitecto humanista, sembrador de sueños concretos.

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