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Propuesta pedagógica de Rousseau (II)

Written by Debate Plural

Francisco Acosta (Filosofia dominicana: pasado y presente, tomo I)

La propuesta pedagógica de Rousseau plantea que la educación debe tener como primordial finalidad, la conservación de la naturaleza humana, y no el desarrollo de un ser humano en particular vinculado a una acción específica y conforme a una vocación impuesta por la cultura. La finalidad última de la educación, en la perspectiva teleológica de Rousseau, es procurar el desarrollo físico y espiritual del niño de forma espontánea, y que cada nuevo conocimiento adquirido fuera «un acto creador».

Rousseau, en su obra Emilio…, dice «Aunque los Filósofos estuvieran en condiciones de decir la verdad, cual de ellos estaría en la disposición de hacerlo», estableciendo de esta manera una diferencia entre lo cierto y lo verdadero; para él lo cierto era el resultado de una búsqueda filosófica, y lo verdadero, de una actitud personal. Lo cual constituye, al decir de Rodolfo Mondolfo,5

Un cambio decente en el problema fundamental de la Filosofía: del problema de la valoración de la razón a sentimiento; de la relación con el mundo exterior a la intimidad de la conciencia. Aunque nuestras ideas nos vienen de fuera, los sentimientos que las aprecian están dentro de nosotros.

En ese mismo orden continúa Mondolfo6 señalando que Rousseau

No busca, pues, el conocimiento de sí mismo en el análisis del intelecto, en la sabia investigación sobre la formación de la facultad cognoscitiva, sino en el sentimiento directo inmediato espontáneo de si mismo que tiene la seguridad y la pureza del instinto, que nos coloca cara a cara con nuestra interioridad más profunda, con la frente viva de nuestra vida moral.

Mondolfo retoma una cita de Höffding para observar que Rousseau «ha desplazado el centro de gravedad de nuestra vida moral. Lo ha transportado de la razón al sentimiento», lo cual significa que en la visión gnoseológica propuesta por Rousseau los actos de la conciencia no son juicios, sino sentimientos, es decir, que primero sentimos antes de conocer y que si valoramos al conocimiento proveniente del exterior es porque ya de manera previa tenemos nuestros sentimientos que la aprecian. Conforme a esta propuesta gnoseológica de Rousseau, las exigencias lógicas de la razón están predeterminadas por las exigencias morales del sentimiento que constituye el verdadero camino y la esencia de la interioridad. Lo cual significa que para Rousseau el verdadero conocimiento es el que viene desde dentro, sin embargo, difería de Sócrates, en que incitaba en la antigüedad a «conocer a nosotros mismos» mediante la vía del razonamiento y la argumentación, Rousseau acude a los sentimientos.

No trata de organizar conceptos abstractos, como la mayor parte de los filósofos, sino conocer y comprender al hombre. El quiere ante todo la unidad de su vida y de su pensamiento.7

«El hombre es bueno por naturaleza», pero la naturaleza en nosotros no siempre triunfa, pues la cultura se impone y la sociedad corrompe la bondad intrínseca a la naturaleza humana. El ser humano en el proceso de interiorización del exterior intenta aprehender la esencia de las cosas olvidando el contenido de su propio ser.

El niño, conforme a los planteamientos de Rousseau, no nace capacitado para aprender, no tiene conciencia de su propia existencia su contacto con el exterior a través de los sentidos no le garantiza el conocimiento de la esencia de las cosas.

Los movimientos, los gritos del niño recién nacido, vienen de los efectos mecánicos, los cuales están desprovistos de conocimiento y de voluntad. Supongamos que un niño al nacer tuviera la estatura de un hombre hecho, que sale, por decirlo así, completamente provisto de armas del seno de su madre, como Palas salió del cerebro de Júpiter; este hombre-niño sería un perfecto imbécil, un autómata, una estatua inmóvil y casi insensible; no vería nada, no entendería nada, no conocería a nadie, ni sabría volver los ojos hacia lo que necesitase ver; no solamente no se apercibiría de ningún objeto fuera de él, sino que tampoco reportaría ninguno al órgano del sentido que se lo hiciera distinguir; ni estarían los colores en sus ojos, ni los sonidos en sus oídos; no se hallarían sobre su cuerpo los cuerpos que tocase, ni tendría noción de que poseyera alguno; quedaría en su cerebro el contacto de sus manos, y en un solo punto quedarían reunidas todas sus sensaciones, las cuales únicamente tendrían existencia en el sensorio común; no tendría otra idea que la del Yo, a la que referiría todas sus sensaciones, y esta idea o modo de sentir sería lo único en que se diferenciaría de cualquier otro niño.8

Para Rousseau, el conocimiento sigue un orden ascendente desde el estado de ignorancia propia de su condición natural hasta el conocimiento por medio de la experiencia o de la instrucción. El punto de partida de todo conocimiento es ese estado de ignorancia, desde el cual «Cada uno avanza más o menos según su genio, su gusto, sus necesidades, su talento, su celo, y las ocasiones que de abandonarse se presentan», hasta llegar al común grado de inteligencia a partir del cual cada ser humano construye sus propios límites sin llegar al término que lo impida trascenderlo.

La educación del hombre empieza al nacer; antes de hablar, de comprender, él ya se instruye. La experiencia precede a las lecciones; cuando conoce a su nodriza, tiene ya mucho adquirido. Uno se sorprendería del hombre, el más rústico, si siguiéramos sus progresos desde el momento en que nació hasta aquel en que se halla. Si se dividiese toda la ciencia humana en dos partes, la una común a todos los hombres y la otra propia de los sabios, la última sería muy pequeña comparada con la primera.9

El movimiento progresivo propio de la especie animal, permiten que ellos aprendan a satisfacer sus necesidades haciendo uso de sus sentidos, la instrucción y el conocimiento. En ese sentido plantea Rousseau que

Las primeras sensaciones de los niños son puramente afectivas, y solamente se distinguen en ellas placer o dolor, y no pudiendo andar ni asir, requieren mucho tiempo para formarse poco a poco las sensaciones representativas que le muestran los objetos exteriores.

En los inicios de la vida, cuando la imaginación y la memoria aún son inactivas, el niño sólo está atento a cuanto afecta a sus sentidos; las sensaciones, siendo los primeros materiales de sus conocimientos, se le deben ofrecer de un modo conveniente, o sea preparar su memoria para que un día las ofrezca en el mismo orden a su entendimiento, pero como sólo atiende a sus sensaciones, es suficiente mostrarle primeramente con distinción la conexión de estas mismas sensaciones con los objetos que las causan. El quiere tocarlo todo y manejarlo; no nos opongamos a esta inquietud, ya que ello le sugiere un aprendizaje muy necesario. Es de este modo como aprende a sentir el calor, el frío, la dureza, la blandura, el peso y la ligereza de los cuerpos; a juzgar de su tamaño, de su figura, y todas sus cualidades sensibles, mirando, palpando, escuchando, y sobre todo comparando la vista con el tacto, y apreciando con los ojos la sensación que causan sobre sus dedos.10

El enfoque gnoseológico de Rousseau en Emilio o la educación está orientado hacia una genealogía del conocimiento que parte del estado de naturaleza del ser humano representado el desarrollo de la infancia, en donde en ruptura con su condición natural, el niño inicia su actividad cognitiva y pone en contacto su mundo interior (el de los sentimientos) con el mundo exterior (el del conocimiento). En ese proceso recomienda Rousseau: «debe reducirse el vocabulario del niño». Porque resulta «un gran inconveniente que tenga más voces que ideas y sepa decir más cosas que las que puede pensar»

Rousseau criticaba la noción de sistema planteado por los filósofos anteriores a él, ya que a través de dicha noción, se descartaban otros tipos de conocimientos exentos de esta condición.

La percepción epistemológica identificada en la propuesta pedagógica de Jean Jacques Rousseau, parte de una concepción vitalista y optimista del hombre y la naturaleza, en ella se asume la educación natural como un proceso en el cual el educando se socializa sin perder su condición natural, sino más bien siguiendo la evolución de sus procesos naturales humanos, fundamentada en su condición originaria y en los sentimientos, sin ser alterados por una cultura racionalista y libresca.

La construcción de una nueva propuesta pedagógica por parte de Rousseau, permitió el surgimiento de una episteme que facilitó el surgimiento de la educación como conocimiento científico. En efecto, es a partir del Emilio o la educación que la pedagogía se convierte en una ciencia con un marcado y bien diferenciado objeto de estudio, a partir de la identificación de situaciones problemáticas concretas dentro de la práctica educativa, encaminada hacia la construcción de un enfoque teorético que permita la explicación y posterior comprensión del acto educativo.

En el Emilio o la educación, Rousseau hace una revisión de la pedagogía tradicional desde la óptica renovadora del pensamiento de la Ilustración. Identifica, en la concepción pedagógica tradicional, su incapacidad de llevar cabalmente los fines y tareas del sistema educativo imperante en su época y propone los nuevos fundamentos para una pedagogía renovada, acorde con los nuevos tiempos, y establece las características de la educación para una sociedad integrada por ciudadanos libres, propicios a participar en el proceso democrático del capitalismo incipiente.

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