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Urge una escritura contra los sicarios de la risa

Hace falta hoy más que nunca un poema colectivo contra la injusticia de la cultura mundial, aposentada en la globalizada geografía del dolor. Pesquemos una metáfora insoportable, incapaz de ser comprendida por los payasos deficitarios de cualquier oficina
oval, tan banal como sus satélites y otra más hermosa por la unidad mundial por la paz de los vencidos, por un cambio de rumbo, un desahogo contra el dolor de las mujeres secuestradas, por los niños incapaces de crecer y ancianos con miedo a envejecer.

Hay que desorientar el Ocaso. Hay que escribir contra los que se roban nuestros recursos para decorar el bolsillo promiscuo, contra los que aman la misma música religiosa, pagada por los pueblos mansos, contra el perfume aborrecible del mismo vertedero paradisíaco, contra los que descubrieron en el triunfo de los corruptos del imperio, su tabla de salvación, la magia de arruinarnos este Edén sombrío.

Hay que recitar un poema contra los que se aferran a la muerte para morir hartos de un humor triunfalista.

Todavía huelen a un cadáver dulce.

Sentimos ganas de comer dentro de esos antros culturales que pagamos con nuestra ausencia. Afortunadamente el horror no nos deja respirar con la alegría de este Daca prometido por los buitres. Seguimos esperando a liberales, independientes y conservadores para ayunar juntos.

Escribamos un poema, un cuento o una novela para volver a llorar por la muerte de los nuevos servidores públicos del eterno infortunio. Gritemos más alto contra el genocidio de aquellas banderas y bustos falsos que solo representan caprichos del pasado y ficción del presente.

Rescatemos la condición humana de una dignidad menos abatida como el más soberbio cuento de hadas.

Hagamos creer que dejamos a un lado esa confusión fronteriza y ese evangelio apocalíptico de servir como carne de un cañón sin poesía. La pared de los extremistas blancos es una fábrica de votos sin sentido. La de los mulatos es un tumor claro.

El payaso presidencial llega al poder para acosar a dreamers.

Es hora de que marchemos con las mujeres acosadas, los poetas olvidados, abriéndole el alma perdida a los violadores del derecho, contra los que compran besos esporádicos, contra aquel romance al revés donde solo goza el que cree que está arriba sofocando salamandras.

Hagámosle una estatua de la libertad de sal dulce para quien vende su alma por la saliva sagrada de un poema mundano. Marchemos armados de este palabrerío utópico que hará reír a los corsarios camaleónicos.

La podredumbre merece ser honrada con el arma abandonada de los homicidas de turno, los suicidas misericordiosos de la guerra contra nosotros mismos. El lenguaje migratorio del exilio es suficiente para iluminar el descaro de la falta de piedad. Ataquemos ese conocimiento falso.

La modernidad debe cuestionar el genocidio de una razón de estado que ya no es poética. Ni la verdad ni los recursos de un pueblo son obras de caridad promovida como una venganza contra los infieles.

Ningún colonialismo había sido más insulso.

Ensucia los micrófonos y deshonra los oídos de los humillados. Los desheredados somos más inocentes. Solo importamos bebidas alcohólicas para olvidar la tierra comprometida con la desilusión. Somos tan sabios que solo llegamos a ser invisibles de caridad y serviles de una dictadura tonta. Se segrega de sus propios orígenes.

Los criminales no nos ven pero nosotros sí. Ellos inauguran un antologicidio sin tristeza, salpicado de ambigüedades liberadoras. Secuestrar el servicio ciudadano no abochorna. Ese humanismo es parte del América First, exportado sin maquillaje hacia el reino de la hispanofilia. Usurpan nuestros recuerdos.

Compran el poema como hoy gobierna cualquier imperio de pacotilla: con alevosa discreción. Nos sacan la cartera como acaricia el seno de una niña de 14 años cualquier 3 personaje que responda al nombre de Roy Moore u otro héroe de la degradación del arcoiris corporativo.

Escribamos un poema para desmentir la cultura del acoso. No cerremos los ojos mientras se subasta el fantasma de un río imaginario.

Vendemos una montaña por donde aún descienden niños descalzos y mariposas mudas, tendidas sobre un desierto saludable. Marchemos contra las bombas de opio y contra el opio interior del deber de adoptar la posición de invertebrados inteligentes. Un día no muy lejano vais a responder ante la Historia del progreso.

Ataquémonos consagrando el énfasis de estas inéditas ganas de maldecirnos a nosotros mismos, por no interrogar nuestra miseria interior. Yo me quemo en un sartén invernal por no haber inventado un nuevo aburrimiento contra la falta de lucidez de mi impotencia redentora.

Somos parte de una conspiración insuperable. Somos felices en medio de las ruinas de la ISLA INFINITA DE LOS LOLLIPOPS. Despertemos YA con un Lollipop más inteligente. Que se activen las neuronas de los cuerpos que se niegan a divertir la sabiduría de la miseria.

About the author

Tomás Modesto Galán

Escritor dominicano que reside en Nueva York desde 1986. Fue profesor en la UASD antes del 86. Enseña en York College (recinto de Cuny, desde mediados de los 90). Gano el premio de poesía Letras de Ultramar 2014 con su obra poética: Amor en bicicleta y otros poemas.También obtuvo el premio Poeta del año 2015, otorgado por el América 's Poetry Festival de Nueva York. Es el autor de la novela Los Cuentos de Mount Hope, publicada en el 1995. Presidente de la Asociación de Escritores Dominicanos en Los Estados Unidos, (ASEDEU)

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