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Kant y los historiadores de la Lógica. El discurso kantiano sobre la Lógica clásica (II)

Written by Angel Moreta

La lógica tradicional, en manos de Kant, no sufrió ninguna transformación sustancial. Su lugar, dentro de la filosofía, fue preservado y sus límites fijados; lo que permitió tomar algunos de sus elementos como punto de apoyo para la elaboración de su lógica trascendental.7

Pero sería un error considerarlo así, pues son aspectos que pertenecen más a la elegancia de la ciencia que a su estructura. Asimismo, la Lógica, según Kant, tampoco ha podido dar ningún paso hacia delante,8 y según toda apariencia, parece ya cerrada y acabada. «Ante el caso de algunos modernos que han tratado de ampliarla introduciendo» capítulos, ya de Psicología, sobre las diversas facultades de conocer (imaginación, ingenio), ya de Metafísica, sobre el origen del conocimiento, o sobre las diferentes especies de certidumbre, según la diversidad de los objetos (idealismo, escepticismo, etc.); ya de Antropología, sobre los prejuicios (sus cosas y remedios), sólo han hecho palpable la ignorancia que tienen de la propia naturaleza de esta ciencia.9

En general, estos son casos de extrapolación en que se «traspasan» los límites de una ciencia y se entra al campo de otras (como la Metafísica y la Psicología); se produce en consecuencia una «desnaturalización» de la Lógica.

Kant recuerda que la Lógica actual proviene de la analítica de Aristóteles, quien con toda justicia puede ser considerado como el Padre de la Lógica. Después de Aristóteles la Lógica alcanzó una situación de envidiable estabilidad para otras ciencias; ella solamente podría sufrir cambios superficiales, como por ejemplo, ganar en exactitud, en precisión o en claridad (distinción), pero no en contenido.10

Aristóteles no omitió ningún momento del entendimiento; nosotros –admite Kant– somos apenas más exactos, metódicos y ordenados. «El autor de Crítica de la razón pura», por tanto, ha logrado separar la Lógica tradicional, que él llama general, en su carácter de ciencia, de las adiciones que le fueron hechas después de Aristóteles. Inclusive, tales adiciones no fueron generalmente contribuciones a la materia o al contenido de dicha ciencia, y sí a su forma. Por ejemplo, haciendo un balance de la situación de la Lógica entre los filósofos de su tiempo, dice Kant en la Logique que:

Se ha creído que el Organon de Lambert acrecentó mucho a la lógica, pero él no contiene más que divisiones muy sutiles, que como todas las sutilezas, aguzan el entendimiento, pero no son de ninguna utilidad.11

También, muy a menudo, fueron discusiones introducidas ilegítimamente desde otras ciencias, como la Metafísica y la Psicología.

En el número de los lógicos modernos, dice Kant al respecto, debe también contarse a Crucius, pero éste no ha reflexionado bastante acerca de la verdadera naturaleza de la lógica, pues que su ciencia contiene principios metafísicos y traspasa de este modo los límites de la lógica; además, establece un criterio de verdad que no puede ser un criterio, y, de hecho, da libre curso a todas las divagaciones.12

Refiriéndose al aporte de los filósofos de su tiempo, Kant considera a Leibnitz y a Wolff como reanimadores de la Lógica General. Consideraba el manual de Wolff «La mejor lógica general que poseemos», y que algunos «La han combinado con la lógica aristotélica»; como Reusch Baumgarten fue un expositor cuyo «mérito» consistió en abreviar la Lógica de Wolff, y el mérito de Meier, en «comentar» a Baumgarten. Y el propio Kant se encarga de recomendarlo.

Como vemos los manuales de la época inmediatamente anterior a Kant no eran más que vulgarizaciones de la Lógica aristotélica, ninguno de los cuales proponía innovaciones importantes. A ello es que apunta cuando afirmaba que hasta su tiempo solamente se había hecho contribuciones a la «elegancia» o a la forma, pero no a la materia o al contenido de la disciplina. Kant remata el balance histórico refiriendo que

En nuestros días no hay lógicos célebres. Nosotros no tenemos que hacer nuevos descubrimientos en lógica, pues ella no contiene más que la simple forma de pensamiento.13

De modo que la Lógica tradicional, que según S. Stebbing, es aquélla basada en las doctrinas de Aristóteles, de los Escolásticos y de la Lógica de Port-Royal, era un imperio universal en la época de Kant. El propio autor de la Crítica de la Razón Pura, de 1797, profesó regularmente cada año un curso de Lógica en la Universidad de Koenigsberg y utilizaba como libro de texto el manual del wolffiano G.F. Meier, a quien Kant reconoció el «mérito» de haber sido comendador de Baumgarten.

El resultado de estos cursos fueron las anotaciones publicadas en 1880 con el nombre de Lógica, una obra que recrea expositivamente la Lógica tradicional, pese a que toda ella está dominada por el «espíritu» de la Crítica de la razón pura, como ha dicho J. Vuillemin,14 opinión que nosotros compartimos.

Repetimos: uno de los méritos de Kant, a pesar de haber estado convencido del carácter «acabado» de la lógica aristotélica tradicional, fue el haber establecido y delimitado con precisión el objeto y el campo de estudio de la Lógica formal. Esto lo hizo tanto en la Lógique como en la Crítica de la razón pura.

La Lógica anterior a Kant, entre ella la llamada de PortRoyal, no había conseguido depurar tal objeto. Esta Lógica era un buen ejemplo de una obra que pertenece más bien al arte de la controversia.

Elabora sutilezas técnicas que oscurecen la aprehensión de los principios formales envueltos en el razonamiento correcto.15

Contra las conclusiones del objeto y la naturaleza de la Ló- gica formal se levantó el maestro de Koenigsberg, reconociendo en Aristóteles al pensador que por primera vez estudió y expuso en la antigüedad los problemas de la lógica en toda su amplitud y profundidad. Aristóteles, en efecto, fundó la ciencia de la Lógica cuando comprendió la importancia de la forma de una proposición y llegó a reconocer así que toda deducción es formal. Fue el primer lógico, como reclama S. Stebbing, que se interesó primordialmente por la forma, y el primer intento de exhibir los principios formales de la deducción se le puede atribuir a él. Aristóteles observó nítidamente que las proposiciones tienen forma, y que ella es fundamentalmente para el proceso deductivo.

El estagirita ha sido venerado al estilo de un «progenitor victoriano». La autoridad del padre de la Lógica ha sido admitida sin discusión, incluso «en aquellos casos en que se ha considerado que sus doctrinas son erróneas». Un ejemplo de esa actitud lo tenemos en Leibnitz, que se vio impedido de crear la Lógica simbólica «debido a que le era imposible admitir que un Aristó- teles pudiera estar errado».17

Kant no ha sido un venerador de la autoridad de Aristóteles. El autor de la Crítica de la razón pura, se preocupó por la Lógica formal tradicional con el propósito de fijar su objeto y caracterizar su naturaleza, y poder así partir para la propuesta mucho más amplia de una nueva Lógica no formal y epistemológica: la Lógica trascendental, que ultrapasa, en consecuencia, la tradición aristotélica.

Por otro lado, no hay duda de que el filósofo de Koenigsberg se equivocó al considerar la Lógica formal como ciencia perfecta, pero, como veremos, tal posición está lejos de haberse convertido históricamente en un obstáculo al desarrollo de dicha ciencia.

III. El concepto de Lógica formal de Kant

Para Kant, la Lógica formal tiene sus límites «claramente determinados». Ultrapasarlos, penetrando en terrenos ajenos, sería desnaturalizarla. Por eso es una ciencia con una situación «ventajosa». Ella se ocupa de exponer y demostrar rigurosamente las reglas formales de todo pensamiento, independientemente de que sea a priori o empírico, de que tenga determinado objeto u origen o de que encuentre obstáculos naturales o accidentales en nuestro espíritu. Así, «al hablar de conocimiento, se tiene ya supuesta una lógica que los juzga, aunque por otra parte sea necesario acudir a las ciencias objetivas y propiamente dichas para adquirir un verdadero conocimiento».18

La razón para el éxito y la completitud de la Lógica formal está en la limitación de su objeto o de su materia. La lógica General, que es como Kant llamaba a la Lógica formal, «sólo considera la forma Lógica de los conocimientos en todas sus respectivas relaciones», es decir, la forma del pensamiento en general. Ella hace abstracción de todo contenido del conocimiento, y analiza nuestras representaciones «bajo el punto de vista de las leyes con que el entendimiento las emplea y reúne entre sí cuando piensa», sin interesare el que esas representaciones se originen a priori en nosotros o que hayan sido dadas empíricamente. Las fuentes de las representaciones no interesan y sí únicamente la forma en que el entendimiento puede darlas.19

La Lógica general es una ciencia de la forma porque estudia las reglas universales y necesarias, del pensamiento, reglas que no se refieren a la materia o al contenido del conocimiento y si absolutamente a su forma o estructura.

Esas reglas absolutamente necesarias sin las cuales no podríamos del todo pensar, las encontramos reflexionando solamente acerca del empleo del entendimiento en general, haciendo abstracción de todo conocimiento que se adquiera únicamente con motivo de los objetos y sin la consideración de los objetos particulares del pensamiento. Ésta es la razón por la cual las reglas formales de todo uso del entendimiento en general pueden ser discernidas a priori, es decir, independientemente de toda experiencia.20 Y, al mismo tiempo, encerrar las condiciones del uso del entendimiento en general.

Es posible formarse una idea de la posibilidad de la lógica como «ciencia de las leyes necesarias del entendimiento y de la razón en general», (o de la simple forma del pensamiento en general)», justamente de la misma manera como nos formaríamos la idea de una Gramática general que no contendría sino «la simple forma de la lengua en general», pero no las palabras que forman la materia o el contenido de los distintos idiomas.21

Las reglas o leyes lógicas no solamente son independientes de toda experiencia particular o a priori (esto no significa que ellas son conocidas antes de toda experiencia) sino que también son universales y necesarias. Ahora bien, como lo universal y lo necesario pueden ser conocidos universalmente a priori, la Lógica general es una ciencia a priori, es decir, independiente de la experiencia justamente por su carácter «formal»; la lógica ignora todas las diferencias en los objetos del pensamiento, cualquiera sea la naturaleza de ellos.

Es verdad, como sugiere Paton, que aquí no se sigue el error común que consiste en asegurar que Kant trata en la lógica al pensamiento como si éste no tuviere objeto. Esta tesis es errónea; lo que Kant afirma, dice Paton, es que la Lógica general ignora las diferencias en los objetos, pero asumiendo siempre que existen objetos del pensamiento. La Lógica no está en la «obligación» de explicar cuáles son esos objetos, sino que supone simplemente que esos objetos son dados. Con razón se ha dicho que la Lógica formal es una ciencia de la realidad ya construida y no de una realidad por construir, de una realidad fenomenal.22

Según Kant los lógicos no deben dejar de tener presente dos cosas en relación con la Lógica general y Pura: en primer lugar, que la Lógica como general «abstrae la materia del conocimiento intelectual y toda la diversidad de sus objetos», ocupándose únicamente de la forma del pensamiento. En segundo lugar, que la Lógica, como Lógica pura, «no tiene ningún principio empírico (…), no toma nada (…) de la psicología (la cual) no tiene influencia alguna sobre el canon del entendimiento». En otros términos, que la Lógica general y pura es una «doctrina demostrada», y que «todo debe ser en ella completamente cierto a priori».23

Asimismo, también en la Lógique, la Lógica general es para Kant una «ciencia demostrada» o una «doctrina», porque puede se enseñada a partir de principios a priori, es decir, principios que permiten reducir y demostrar todas sus reglas, a las cuales debe conformarse todo conocimiento de la razón. Además, la Lógica es una doctrina y no una crítica,24 porque ella no se ocupa del uso común o simplemente empírico del entendimiento y de la razón, sino, como ya hemos dicho, de las leyes necesarias y universales del pensamiento en general. Es una doctrina que está al servicio de la crítica, puesto que la apreciación crítica supone siempre una doctrina, un conjunto de principios a priori universales y necesarios.

La Lógica, agrega Kant en otra parte de la Lógique, es más que una simple crítica, «es un canon que sirve a la crítica, es decir, que sirve de principio permitiendo juzgar de todo uso del entendimiento en general, de su rectitud desde el punto de vista de la simple forma (…)25 dado que ella no es un organon, esto es, un instrumento o un conjunto de principios que sirvan para el conocimiento de todo objeto.

La Lógica general es un canon a título de ciencia de las leyes necesarias del pensamiento, sin las cuales no habría ningún uso del entendimiento y la razón. Esas leyes necesarias, en consecuencia, son las condiciones bajo las cuales el entendimiento puede y debe ponerse de acuerdo consigo mismo. Es una lógica de la identidad del pensamiento consigo mismo antes que una lógica de la verdad, o una lógica de la realidad a ser construida (es decir, una Lógica trascendental).

Del hecho de que la Lógica general tenga esa calidad de canon del entendimiento se desprende su imposibilidad de prestarse como principio para ninguna otra ciencia y para ninguna experiencia. Ella no puede servir de principio empírico, por ejemplo, a la Psicología, de la cual no toma nada, «como frecuentemente se ha hecho creer», ni a la Estética, pues sólo debe contener las leyes a priori, necesarias y relevantes para la experiencia en general.26

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Angel Moreta

Angel Moreta, jurista, sociólogo, y filósofo; Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), República Dominicana, Autor-Editor de Debateplural.

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