Hamlet Hermann (Hoy, 28-11-10)
Ayer partió de regreso a Montevideo la escritora uruguaya Graciela Jorge Pancera. Llegó a República Dominicana atraída por la conmemoración del 50º aniversario del asesinato de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal Reyes.
Había leído con fruición el libro Vivas en el Jardín, de Dedé Mirabal, sobre la vida de Las Muchachas y, a seguidas de la lectura, se grabaron en Graciela ciertas inquietudes que sólo podían ser resueltas visitando el lugar de los hechos. Y así arribó a Santo Domingo, llena de preguntas que encontraron respuestas.
Pero no vino sola. Llegó acompañada de su propio ejemplo de revolucionaria tupamara, mujer y madre. Trajo consigo el recién publicado libro Maternidad en Prisión Política; Uruguay 1970-1980, del cual fue coordinadora. Esa es una obra como nunca se había escrito. Reúne el testimonio oral de un grupo de prisioneras políticas de la dictadura militar uruguaya, encarceladas por largo tiempo cuando estaban en la plenitud de su juventud. Aquellas almas juveniles padecieron situaciones dramáticas. Tuvieron que sufrir una prisión prolongada durante el momento más sensible y humano de la existencia de una mujer: al engendrar una nueva vida. Estas ochenta valientes jóvenes compartieron la experiencia de soportar el embarazo y el nacimiento de sus respectivos hijos en calidad de prisioneras. Luego de dar a luz en el Hospital Militar, se vieron obligadas a entregar el fruto de su vientre a familiares o amigos que no estaban detrás de las rejas, aunque la dictadura hacía que todo el país fuera una cárcel.
Al leer la obra coordinada por Graciela Jorge, uno tiene que cuestionarse cómo lograron estas mujeres, la mayoría de ellas madres primerizas, tener un buen parto y sostener la lactancia y la calidad de los cuidados indispensables al buen desarrollo del bebé en esa situación de prisión, amenazas y asedio permanente. Soportaron condiciones inhóspitas y de hostigamiento constante durante los primeros meses de vida de sus hijos. Fueron hostigadas permanentemente, mal alimentadas, sobreviviendo en duras condiciones de confinamiento, bajo constante amenaza de ser sorpresivamente arrancadas del lado de su hijos recién nacidos.
La valentía de estas mujeres quedó evidenciada no sólo cuando enfrentaron a la dictadura militar, sino ahora, en la madurez de la vida. Ellas se han dedicado a aportar en este libro el relato fidedigno de sus vivencias para que la sociedad no olvide lo que pasó con esos niños nacidos en la cárcel. Asimismo, describen cómo luego de más de una década en prisión, lograron sobrevivir a la barbarie militar y rehacer sus vidas sin que el pasado fuera olvidado. Reafirmaron los lazos maternales a sabiendas de que el cariño entre madre e hijo se forjaría con el roce cotidiano y el paso del tiempo.
Gracias a este libro, la sociedad uruguaya nunca olvidará aquella etapa de la historia. Años duros en los que muchas familias padecieron la desaparición o la tortura de sus seres queridos. Las dictaduras militares se habían instalado a sangre y fuego en Brasil, Bolivia, Chile, Uruguay, Paraguay y Argentina para pervertir el orden institucional al tiempo que instauraban el terrorismo de Estado. La tortura fue un instrumento de poder que también se utilizó contra estas mujeres que ahora narran sus respectivas experiencias. Pero aquella no era una tortura para obtener información política o militar. Era un método perverso que buscaba quebrar en pedazos a las prisioneras mientras la población del país vivía aterrorizada. Buscaba traumatizar a toda una generación de jóvenes que se rebelaba a favor de la democracia y en contra de los gobiernos totalitarios.
Maternidad en Prisión Política, obra testimonial que reconstruye un período de la historia del Uruguay y las experiencias de un grupo de revolucionarias que ahora nos cuentan cómo vivieron y cómo lograron superar esa etapa de parto y convivencia limitada con sus hijos en la cárcel, para luego soportar la separación forzada del fruto de su vientre. La tupamara Graciela Jorge nos presenta este libro como exponente de la mujer uruguaya, en momentos que los dominicanos conmemoramos otro aniversario del crimen cometido contra Las Muchachas de Salcedo y como una prueba de que los pueblos no pueden olvidar su lamentable historia porque corren el riesgo de repetirla.
