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Epistolario íntimo… Éticas de lo real y espíritus de la época (61)

Tal y como ya hemos podido constatar en el proceso de lectura de la correspondencia de ambos autores, las líneas de conjunción y relación del trazado epistolar, ayuda al lector a comprender ritmos temáticos y de escrituras confluyentes en un orden literario, artístico, político y cultural. Los gestos filológicos, éticos y morales de Reyes frente a Henríquez Ureña y viceversa piden una cardinal de movimiento de la societas latinoamericana del siglo XX y de aquellos signos que se movilizan en vertientes de entorno y de retorno; se trata, por lo que hemos removido en texto y contexto, de una remoción de verdades y falsedades que involucran huellas y movimientos hacia adentro y hacia afuera con alcances y tonos que rompen con visiones y complejos núcleos de apariencias y máscaras sociales, institucionales, políticas, morales y cuerpos de necesidad.

Nuestros autores se plantean un estudio transversal de los principales espacios, momentos incidentes y estratégicamente visibles en el orden abierto cerrado de algunas sociedades o llamadas naciones latinoamericanas y caribeñas. Lo que rebasa el punctum de las ideas dominantes y porque ya el sujeto del conocimiento ha creado su propia economía, a partir de que los saltos y curvas que ajustan y presentan los puntos fuertes de interpretación y comprensión de las lógicas dominantes en sociedades que, a todo lo largo de la América continental, iban ganando terreno en cuanto a dominios económicos, políticos e institucionales, como en aquel momento estaba sucediendo en Chile, México, Venezuela, Brasil y Argentina, entre otros pueblos y Estados de América latina y  y el Caribe.

¿Qué mostraba el presente en el mapa social latinoamericano según las expectativas y los cambios que se hacían visibles entonces y en los contextos donde nuestros protagonistas ejercían influencias culturales y académicas?

La vida un tanto atormentada de nuestros autores se expresa por los mismos puntos de encargo, las reuniones intelectuales, las relaciones familiares y los cambios que han determinado los nuevos acontecimientos a nivel cultural, educativo, sindical, político y económico.

Las noticias que le envía PHU a AR revelan inquietud y algunos cambios en el ambiente literario y cultural argentino y mexicano:

“…Los cuadernos  de Don Segundo se suspenden. Ahora vienen en La Plata, unos cuardernos de estudios que harán Francisco Romero, Sánchez y Moreno con ayuda de Humanidades (Decano: el decorosísimo, emocionantemente decoroso Tomás Casares). Hablaré con ellos”.  (Ver pp. 404-405)

Respuesta e informes sobre cartas anteriores se suceden con carácter de interés:

“Recibí el Saintsbury. Gracias, llegó un poco maltratado. Recibí también los regalos: Wald, y el libro sobre el escrito de la Ciencia, y Une heure avec… te enviaré la bibliografía alarconiana.  Sobre Virgilio en México no sé sino lo que dije en mis traducciones. En el XIX no sé nada. Tú creo que conoces el Payaza. ¿Qué más dirá D. Maralino?”. (Ibídem.)

Un juicio sobre Enrique Diez-Canedo por parte de PHU y por cierto comportamiento con respecto a AR genera cierta inquietud en ambos:

“Diez-Canedo: yo vi hace mucho el artículo sobre Rebolledo en donde no te menciona y te mostré, pero tú no quisiste mirarlo: yo había dejado para cuando lo objetaras el decirte mi hipótesis sobre la omisión, pero, como no lo hiciste, preferí no hablar del asunto y creí que nunca verías el artículo. La explicación es ésta: el artículo fue escrito para México y allá los especialistas en molestarte borraron tu nombre. Otra cosa no es posible: 1º. Porque Enrique no te cree inferior a los otros que menciona; 2º. Porque no tiene ningún motivo –ni nadie tiene- para avergonzarse de nombrarte. Luego… Salvo que haya padecido amnesia momentánea, porque te conoció fuera de la diplomacia”. (Ibídem. Loc. cit.)

Sobre Max Daiveaux y otros tópicos PHU le refiere algunos puntos del medio literario, la prensa, publicaciones y la crisis económica personal:

“… Los dos García Calderón, en el mismo día –La Nación La Prensa, lo elogian. ¡Cuánta amistad y cuanta diplomacia! En casa de Victoria Ocampo se hablan horrores –literarios- de él”.

“¿Por qué me enviaste copia  del Teatro? Me bastaba que tú me lo dijeras. Mándame otro ejemplar del número 1 de Monterrey, sólo recibí uno que decía “prueba”. Y ése me lo han quitado.  Mándale a Binayán: Paso 227, 7º. Piso, Buenos Aires. Y a Enrique González Trillo –el que fue mi secretario dos meses, ya no, porque me resulta urgente economizar: el mes pasado gasté $1,700.00- en la Calle Vidal 3649.  Es bibliógrafo y antologista. El número 11 no lo recibo aún”. (Ibídem.)

El detalle de despedida en esta ocasión aparece en modo particular debido a su importancia, urgencia y amistad: 

“Día 9, a las 7 de la noche, termino esta carta. La cierro para echarla al correo en la estación. Recuerdos. Pedro”. (Vid. p. 406)

La carta del 16 de agosto de 1930 resulta, sin embargo, complementaria de la anterior, a propósito de noticias, Monterrey, quehaceres y estrecheces económicas:

“Recibí el número 2 de Monterrey. Creo que por sólo el error Pérez Abréu – Abréu Gómez no debes tirarlo: basta con agregar una tirita donde se haga la corrección y repetir la rectificación en el número 3. La carta de Waldo (cuyo libro recibí, con otros) me parece muy bien. En suma: no veo por qué has de tirar el número, que no tiene otros errores que los que parecen inevitables en Brasil”.  (Carta citada, p. 406)

El consejo profesional y las sugerencias de PHU sobre la revista Monterrey son importantes, en un momento en el que AR trabaja en condiciones técnicas y personales no muy buenas en Brasil:

“En los números siguientes debes publicar cosas literarias tuyas (¡tienes tanto material!)  para quitarles el carácter excesivamente bibliográfico”. (Ibídem.)

En cuanto a su estado moral y su forma de vida Pedro le refiere a su amigo lo aislado que está y los problemas de salud y depresión de su esposa Isabel:

“Vivo muy aislado. Isabel no quiere recibir ni visitar ni ir más que al cine. El dinero no me alcanza. Y no he podido ni ver a los Rojas Paz, que me iban a conseguir una conferencia pagada en Azul: quiero invitarlos a casa, pero Isabel siempre halla modo de posponer la invitación.  Hoy, como excepción, vamos a la recepción diplomática de los Álvarez Aranguiz, a quien nunca hemos correspondido atenciones”. (Ibídem.)

Tanto económicamente como de salud, su estado precario se combina con estrecheces, oportunidades de trabajo, contactos, amistades, vida social y cultural:

“El otro día dejé mis clases y me fui a la inauguración de las conferencias de Cremieux. Curiosa impresión: una inauguración en Amigos del Arte sin la teatralidad de Ortega, ni de Waldo, ni de Keyserling. Parecía que aquello iba a pasar sin pena ni gloria; parecía que todo lo que decía Cremieux era demasiado sencillo y obvio (y eso que dijo muy buenas cosas, como la de que el cambio de maestros –cuando en realidad los maestros de hoy existían antes y los de antes no han dejado de leerse- era cuestión de éclairage, como lo de que después de haber destruido el mundo exterior los hombres post-guerra se habían vuelto hacia el interior y lo habían destruido también…”  (Ibídem. pp. 406-407).

Muy entusiasmado por la conferencia de Cremieux PHU le describe a AR el ambiente de matices y detalles que le sirvió de respaldo y base a su autor, siendo así que el momento de las preguntas que se le hacían “mandándoselas en papelitos que él respondía al final”, fue el más importante para el público presente debido a que “se estableció la intimidad en la sala, y todo el mundo quiso volver para llevar o hacer papelitos. Las preguntas no eran buenas: sólo una se refirió a la conferencia, y era interesada… Cremieux respondió que los dejaba para la conferencia sobre el espíritu de reconstrucción”.  (Ib[ídem.)

About the author

Odalís G. Pérez

Profesor Investigador de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

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