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El Juan Bosch de Matías

Written by Debate Plural

Andres L. Mateo (Hoy, 13-10-17)

Juan Bosch tiene en común con su amado maestro Eugenio María de Hostos, el desdén de la práctica de sus discipulados. Hostos es la personificación del cuerpo teórico más completo de la historia del pensamiento dominicano, y sus propuestas de regeneración social se asimilaron en el país con una devoción misionera. Sobre todo después de 1880, fecha en que el hostosianismo funda la escuela normal laica, y el discipulado irá adquiriendo un cierto papel de primacía en la vida espiritual de la nación. Quienes hemos leído y estudiado a Hostos sabemos que sus encontronazos con la sórdida actividad política y el partidarismo, no solo son memorables desde el punto de vista de las ideas que él propone, sino que alcanza la estatura de martirologio, la frustración y el combate inútil del maestro, a quien vemos partir hacia Chile despavorido frente a las atrocidades de la dictadura de Ulises Heureaux.

Eugenio María de Hostos no tuvo un partido, su pensamiento nutrió una corriente modernizante que terminó postrada frente a la dictadura de Trujillo. Su discurso moralista se convirtió en un incordio ante la práctica del poder trujillista, y todo el discipulado, abierta o embozadamente, se desembarazó de la molesta carga del maestro. Juan Bosch, en cambio, sí tuvo un partido, labrado con destreza de filigranas y cuidadosamente volcado sobre sí mismo. Se gastó una papelería asombrosa teorizando respecto de la construcción del partido, en un esfuerzo intelectual sin precedentes en la historia política dominicana, y si algo queda claro releyendo ahora el legajo de sus memorias es que su pretensión esencial era darle una base ética a la práctica política en nuestro país.  Y además de configurar un eje transversal de la ética, toda la moraleja de sus propuestas arribaba al gozoso escenario de ser un proyecto social. Estas dos categorías no pueden ser olvidadas: Bosch es lo que es en la historia política y social dominicana porque su accionar se empinaba sobre la base de una ética que era la negación del pragmatismo rampante y porque él personificaba un proyecto social. Él mismo lo dijo: “Lo que haremos desde el gobierno si ganamos las elecciones se hará con fines de beneficios sociales, no personales. Por el camino de los beneficios personales se llega, y por cierto rápidamente, al establecimiento de una situación generalizada de privilegios, y de ese estado de privilegios se cae en la corrupción”.

Ofrezco estas reflexiones casi como una reacción automática al finalizar la lectura del libro “Prefiero vivir luchando, una biografía de Juan Bosch”, de Matías Bosch Carcuro, su nieto. Es una biografía singular, porque  lo que hace el autor es ir ensamblando declaraciones del Propio Juan Bosch ofrecidas en múltiples circunstancias de su existencia, que se despliegan en una estructura dialogada. Y lo que sale del relieve es una coherencia pasmosa. Hay ahí un Juan Bosch vivo, colérico, firme en sus principios morales, y tronante contra un discipulado canalla que modela hoy como práctica política todo lo que el maestro combatió como basura moral. El Juan Bosch de Matías no se refugia en la muerte, y pasa a ser, de nuevo, la mosca trivial que perturba a los corruptos del partido de su propia creación. Los corruptos que se vengan de su figura venerable queriendo borrarlo de la historia, alterando su pensamiento, o convirtiéndolo en un ícono útil para ser cínicamente invocado. Juan Bosch no es en  el ámbito de lo que pensó de sí mismo un cadáver perfumado en un armario, Matías lo pone a hablar, les hace recordar a todos  que no hay manera de hacer coexistir la vieja estirpe de un moralista cascarrabias con el lujo del funcionariato que disfruta el poder. Y deja bien claro, en  la más bien llamada autobiografía de Juan Bosch que fue empatando su nieto con las propias palabras del abuelo, que, como su admirado Eugenio María de Hostos ha terminado convertido en un incordio insalvable para el discipulado corrupto que hasta teme nombrarlo. Y es por eso que quieren convertirlo en un quejido que cada día se esfuma más, cuando debía ser un portazo. Lo que es ésta biografía de Juan Bosch: un portazo que recomiendo a mis lectores.

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