Nacionales Politica

Un partido sin ideología, ¿qué es?

Written by Debate Plural
Tony Raful (Listin, 29-8-17)

Un partido político  es una estructura organizada de ideas y propuestas en la lucha por la toma del poder político. Los partidos son expresiones de sectores y fuerzas sociales que  impulsan objetivos económicos, políticos e históricos, llamados a cumplimentar una visión de Estado acorde con sus intereses de clase o sectores productivos de una nación. Los partidos  responden a momentos coyunturales, se desplazan dentro del reordenamiento de la sociedad y la influencia determinante de fenómenos globales que inciden en el marco referencial de una nación. Cuando un partido no tiene ideología, muestra un vacío de ideas fundacionales en el  marco operativo de identidad, devienen sus dirigentes en cultivadores del populismo a ultranza, despistados de los objetivos que trazan los grupos sociales como  norma y sentido de su lucha por el control del Estado.

El profesor Juan Bosch y el doctor José Francisco Peña Gómez, lideraron el proyecto ideológico de nación, con un sentido de pertenencia  política fundamentada en cambios materiales de la sociedad dirigidos hacia la modernización del país. Ambos encarnaron sentimiento troncales de la nacionalidad, visiones progresistas  y fundamentaciones  teóricas esenciales. Cuando Bosch fundó el Partido de la Liberación Dominicana, lo hizo con la meta de asumir la inconclusa obra de Juan Pablo Duarte, tronchada por grupos oligárquicos a través del recorrido social e histórico.

Entendió Bosch que el PRD y la democracia representativa había cumplido su etapa y demandaban la creación de un partido fuerte y organizado con alta conciencia ideológica para hacer transformaciones materiales y políticas. Peña  Gómez tomó  la dirección del PRD  y asumió la ideología del socialismo democrático, encabezó  la lucha por el cambio contra el predominio indefinido  de los proyectos reeleccionistas, y aplicó la táctica de debilitar el apoyo de la administración norteamericana  al presidente Balaguer, desmontando el peligro comunista, argüido como pretexto por éste para permanecer en el poder. En esa misma medida, Peña Gómez se vinculó a la Internacional Socialista y su esfera de influencia en la política mundial. Los dos, Bosch y Peña tuvieron certeza en espacios de tiempo distintos. Peña Gómez, porque demostró como correcto el empleo de su táctica, abriendo el camino de las libertades públicas y el cese de la represión en el país, y Bosch, porque la historia ha venido a darle la razón en cuanto, a que era imposible construir un modelo social demócrata en el Caribe, al margen de las coordenadas de grupos hegemónicos o de lo que, el autor marxista italiano, Antonio Gramsci,  llamó el bloque histórico de la dominación. Las experiencias de las dos grandes formaciones políticas del país  en el poder, han validado la presunción de los vaticinios de Bosch.  Como contrapartida en ese aspecto, Bosch no contempló el derrumbe de la Unión Soviética  ni el cambio en la correlación de fuerzas mundiales. Pero ni Bosch ni Peña Gómez supusieron el nuevo orden económico mundial, aunque Peña Gómez tuvo tiempo para advertir las consecuencias del neo liberalismo, su absoluto libre mercado y la mundialización.  Bosch  fue profético en su análisis sobre el “Pentagonismo” y su constitución en fuerza hegemónica del poder a través de la industria de la guerra. Peña Gómez  fue acertado cuando  advirtió que las contradicciones entre liberales y conservadores en el poder norteamericano (Congreso, Casa Blanca y Pentágono) conllevaban una aprovechamiento táctico para desplazar la maquinaria represiva instalada en el país como consecuencia de la  “guerra fría” y el período de post revolución de abril. No nos llegó el fin de la historia enunciado como planteamiento conceptual por Fukuyama, inconsistente argumento en cuanto reduce la historia a confrontaciones de  sistemas  y aéreas de influencias, pero arribó el derrumbe estrepitoso del historicismo, dando la avenencia crítica al concepto que Karl Popper retomó magistralmente  de Bergson,  en su obra “La Sociedad abierta y sus enemigos”.

Un partido tiene que retomar el proceso de formación y sustentación de una ideología  que le sirva  de guía  en la aplicación de políticas de Estado, porque de lo contrario el Estado no le sirve para ejecutar acciones cónsonas con logros y reivindicaciones sociales prometidos y enarbolados por su liderazgo histórico. Lo que ha muerto irremisiblemente no es la ideología, sino  el uso y cerrazón de métodos de trabajos autoritarios, caudillistas, encasillados en núcleos duros  de fanatismo, en el  concepto cerrado  del monje político propio del Medioevo ideológico de los años de la “guerra fría”.  La ideología es crucial para desalojar del accionar partidista la búsqueda del poder por el poder mismo  como prebenda, y el vedetismo  como transfiguración   perversa del clientelismo rampante.

¿Qué hacer? Preguntó en uno de sus textos, un viejo bonzo del pasado histórico, hace ya mucho más de cien años. La pregunta es actual aunque el contexto  es cualitativamente diferente.  Creo que ha llegado la hora de que dirigentes de los agrupamientos históricos del país, pero sobre todo quienes fuimos seguidores de Bosch y de Peña Gómez, hagamos un alto en el camino, nos despojemos de prejuicios y  malquerencias, y nos sentemos a analizar la problemática política actual, el deterioro del quehacer político, la deserción de principios cardinales, el montaje de una comedia interminable de seudo actores sociales,  abocándonos a reflexionar con sentido moral y crítico,  honrando las memorias de Bosch y Peña Gómez,  procurando la esencia ideológica que nos enseñaron con sus ejemplos éticos y sus vidas limpias. Luchemos por partidos con ideologías, con propósitos  y sobre todo con sentido de la historia, esa constante que no cesa su construcción social humana y política.

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