Cultura Nacionales

Mercadeando la República de Negros y Mulatos

Written by Debate Plural

Jose del Castillo (D. Libre, 30-7-16)

Randolph Keim (1841-1914), quien cubrió la Guerra de Secesión para el Herald, arribó en junio de 1869 a Santo Domingo a bordo del vapor Tybee. Origen de San Domingo (1870), obra traducida por el genial Alberto Malagón editada en 1978 por los Bibliófilos. Amigo del presidente Grant, actuó como agente especial inspeccionando consulados en China, Japón, India, Egipto y Sudamérica. Fue testigo del asesinato del presidente McKinley en 1901. Una entrevista con Báez, en presencia de su gabinete (Gautier, Delmonte, Curiel, Hungría), figura transcrita en su obra. Verdadera joya demostrativa de la mercadotecnia anexionista del gobernante.

Mientras Luperón incursionaba con El Telégrafo en el Norte, Keim visitó a Báez -“De buena figura, lleno. Cara morena, ligeramente ‘descolorido’, inteligente y muy agradable. Grandes patillas. La única evidencia aparente de la sangre negra que corría por sus venas era el pelo pasoso”. Le comentó “que era una gran desgracia para un país tan rico en productos naturales verse perturbado y empobrecido por los constantes alzamientos contra el gobierno”.

Replicando el presidente: “-Me alegro de oírlo. Veo que se da cuenta de nuestra situación y espero que cuando regrese a su gran república… hablará de sus impresiones con los miembros del gobierno que pueda ver. Los que tenemos colgado del corazón el bienestar de nuestro pobre país, nos damos cuenta de esta desgraciada situación y lamentamos…gastar casi todos nuestros escasos recursos para mantener a raya a unos cuantos malhechores, que mantienen el país constantemente en un estado de alarma y confusión.

Si hubiera un movimiento popular consideraríamos que es tiempo de entregar la autoridad a otras manos, pero no es así. La gente de los distritos rurales quiere paz, tranquilidad y un gobierno firme, de manera que puedan trabajar… en su pedazo de tierra. Los hombres de negocio también apoyan el orden, porque es totalmente evidente que no puede prosperar la actividad mercantil y comercial donde reina la incertidumbre. Sin embargo toda esta situación desgraciada, la paralización de la industria y el estancamiento del comercio, es producida por un puñado de fugitivos de la justicia y malhechores que se han establecido en la frontera haitiana con el único propósito de saquear. Por supuesto si tienen éxito en esto, nos depondrán a todos nosotros y asumirán el gobierno.

He sido político durante muchos años. Fui miembro de la asamblea constituyente del 44, y tomé parte prominente en los trabajos de la constitución… Pronuncié un discurso y abogué por la cláusula de la constitución que otorga derechos iguales a todos los hombres. He sido elevado varias veces a la presidencia de la república. Es un cargo que no deja beneficios, de manera que ciertamente no he sido urgido internamente por motivos mercenarios. En cuanto al poder que tengo en las manos, soy responsable del ejercicio de ese poder y siempre he tratado de usarlo con indulgencia y en bien de la gente merecedora de su benignidad.

Tenemos algunas enfermedades terribles y a menudo nos vemos obligados a aplicar remedios fortísimos, pero siempre ha sido mi guía, cuando estoy en el poder, usar los medios violentos sólo en los casos desesperados.”

Anuente, Keim le dijo a Baez “que el gobierno era muy sensato y que todavía no había oído la primera palabra contra él”. Quería visitar el interior. Báez ofreció credenciales. Apuntó que la naturaleza era pródiga, pero “marchamos hacia atrás”. Aludió a “la devastación, la evacuación de la isla por los españoles, la invasión de Haití, de los franceses y los ingleses”; de atender a la guerra antes que a la agricultura. “Usted observará un país sin paralelo, pero también desolación y ruina por doquiera. No será como viajar en su rico y pacífico país. Será como viajar a través de una selva”; el trayecto en estación lluviosa –barro, ríos desbordados-, “tendrá que colgar la hamaca y acampar en bosques”. Haciendas abandonadas. “Entonces será capaz de juzgar qué fue Santo Domingo en los días de auge y qué es en su momento de infortunio”.

Tras el cuadro dramático, restaban las esperanzas. “-Ciertamente tengo esperanzas… pero qué nos reportarán a menos que podamos asir algo más fuerte que nosotros y que recibamos ayuda. Año tras año, vamos de capa caída. Si esta situación continúa, vamos a desaparecer sin esperanzas.” Animándolo Keim preguntó qué deseaba. “-Tenemos esperanzas en su gobierno. Si dispusiéramos de un brazo fuerte que nos apoyara, usted vería cuán pronto seríamos capaces de devolver toda la ayuda de ustedes.”

Keim precisó, “¿qué clase de ayuda quiere usted?” Báez: “Tendríamos que recibir algo más que ayuda moral. Estamos ahora en la miseria, en la miseria absoluta. Ustedes son las únicas gentes con las que queremos tratar. Su gobierno es una república; esa es la vocación del continente americano. Hemos vivido bajo el dominio español, hemos pasado bajo el dominio francés, y hemos sufrido la intervención inglesa, e invariablemente el pueblo, por fidelidad a sus instituciones, ha rechazado los invasores y los usurpadores del gobierno. Necesitaríamos apoyo tangible en dinero y a cambio podríamos dar en arriendo la gran bahía de Samaná, con la península adyacente.”

“¿Por qué no se desprenden de la bahía y la península?”. Báez: “Si es necesario lo haríamos, pero existe un sentimiento de orgullo en el pecho de la gente contra la enajenación del territorio.”

Keim: “Entonces favorezca la anexión y pídala. Esta una isla valiosa, de gran riqueza natural, inútil para ustedes a causa de sus contratiempos, y por las mismas razones inútil para el mundo. No me cabe la más mínima duda de que los Estados Unidos consideraría favorablemente las propuestas de anexión. Entonces ustedes dispondrían de inmediato de un gobierno firme. Usted perdonará la libertad de esta sugestión.”

Báez motivado: “La sugestión no necesita excusas, porque nosotros hemos considerado a menudo el mismo asunto, y convenimos que todos se beneficiarían; pero tal paso tendría sus enemigos, y aunque una gran mayoría estaría a favor, carecemos de fuerza para buscar pleitos con la minoría. Somos impotentes para actuar con independencia, porque no podemos afrontar la oposición. Todas estas cosas implican recursos de que no disponemos.”

Keim: “¿Cómo se propone iniciar el asunto? Los Estados Unidos seguramente no van a dar los pasos iniciales.” Báez: “No, comprendo eso; pero lo que necesitamos es que se nos asegure la cooperación, de manera que cuando actuemos no haya desengaños y se nos deje en el aire. En el caso de las negociaciones de Samaná, hace unos pocos años, con el señor Seward, quedamos en una posición desairada. Se pensó que todo iba a resultar, pero el proceder del señor Seward nos obligó a retirarnos, cuando estábamos a punto de tener éxito. Un gran paso como este es muy deprimente para los amigos si falla al igual que amarga a los enemigos si logra buen éxito. Esa fue una lección y no podemos darnos el lujo de ignorar la experiencia.”

Keim: “No habrá dificultad ahora en realizar la venta de la bahía y la península a los Estados Unidos. Apenas sé qué decir en relación con el arriendo. Pienso que es contrario a nuestra política. Pero de todos modos hay un primer magistrado, que preside ahora el país, y que cumplirá su palabra. Tiene el mismo sentido de responsabilidad y formalidad en los asuntos oficiales que en su vida privada. No ha sido siempre así en las negociaciones internacionales. Esto lo sabe usted por experiencia.”

Báez: “¿Cuál piensa usted que sería el mejor camino a seguir?” Keim: “Si usted desea deshacerse de la bahía, o aun anexar la isla y transferir la jurisdicción a los Estados Unidos, dígalo así, y haga las propuestas en seguida. Esto sería confidencial, y si usted no logra una respuesta de los Estados Unidos los enemigos de tal juego político no se enterarían.”

Báez: “Siempre he actuado lo mejor que he podido en pro de los intereses de mi país y mis conciudadanos. No pienso que haya una persona que se pueda levantar y señalarme con el dedo. Hay muchos que se me oponen y denuncian mi actuación. Me califican de tirano y de todo, pero eso no es verdad. Estos caballeros (señalando a los ministros) saben dónde estoy ubicado. Conocen las necesidades de la isla. Pienso francamente que sólo tenemos un camino seguro que seguir, y lo digo francamente, y los ministros están de acuerdo conmigo, y ese camino es la anexión. (Los ministros se mostraron todos de acuerdo).

Para que el país levante de nuevo la cabeza y prospere no vacilaré un solo minuto en dar cualquier paso. Pienso que un acto que se realiza por los motivos más honestos recibirá, al menos, los aplausos de toda la gente que piense bien en el mundo. Repito lo que he dicho: si el gobierno de los Estados Unidos está dispuesto a hacerse cargo de la jurisdicción de la isla, estoy dispuesto enseguida a entregar mi parte de gobierno y después dedicaré mi vida a contribuir con todas mis fuerzas a ayudar a seguir el camino de progreso y prosperidad que se abrirá ante mi país.”

Aun para un avezado anexionista -Keim actuando en función de agente oficioso del presidente Grant- lo que encontró en Báez le sorprendió “de todo corazón, y en verdad me alegré mucho, al enterarme del dominio de los asuntos del estado que tenía un hombre perteneciente a una raza que había luchado contra tantas desventajas”.

“Estaba completamente satisfecho, a mi manera de ver, del patriotismo de Báez y de sus colaboradores. Estaba seguro igualmente de que lamentaban sumamente las perturbaciones que prevalecían en todo momento y que empobrecían la isla. Estaba convencido sin lugar a dudas de que los deseos de unir el destino de la isla con el de Estados Unidos se debían a los motivos más elevados.

Al día siguiente de nuestra visita, dimos una cena a bordo del Tybee en respuesta a la cortesía del gobierno. Estuvieron presentes el presidente y los ministros. Se intercambiaron brindis y discursos y nos separamos con los mejores sentimientos”.

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