Cultura Nacionales

Tres aplausos a Manuel Rueda

Written by Debate Plural
Daniela Pujols (Listin, 29-3-15)

Roberto Cassá fue su historiador preferido. Varias veces lo comentó con sus colaboradores cercanos y amigos. Admirada su sinceridad, sus posiciones ideológicas y su método de investigación. Disfrutaba mucho leerlo porque, a su modo de ver, convencía. No andaba con rodeos. Llamaba las cosas por su nombre.

Ahora, cuando solo queda el testimonio de quienes lo escucharon, Roberto Cassá es honesto ante esta valoración que se le dice y confiesa, con mucha humildad, que el tema profesional jamás se integró a la agenda de la relación que ambos sostuvieron. Por eso dice: “Manuel Rueda y yo nos hicimos amigos, no sabía que él me respetaba.

Solo sabía que cuando yo sacaba algo, no solo en Isla Abierta, sino también en otros medios difusivos, él lo leía. Entablamos una relación de amistad, quedé muy conmovido con su personalidad, humano, amigo, caluroso”.

Cassá se emociona cuando recuerda aquellos intercambios culturales con Rueda. Comenzaban hablando de historia y terminaban en el teatro o la música.

Por eso confiesa: “Manuel era un hombre sumamente culto, fuera de serie de una cultura excepcional, por lo menos en nuestro medio, una cultura artística, literaria, musical. Hablábamos de historia pero sobre todo de literatura, que era su fuerte y, desde luego, me interesaba mucho conocer su reflexión sobre literatura dominicana, sobre todo de su época, y también, de vez en cuando, sobre literatura universal”.

El Director del Archivo General de la Nación hace una pausa y mira de frente a su entrevistadora como quien no quiere dejar pasar por alto una confesión poco conocida, de esas confesiones que pueden definir la magnitud de un hombre poco estudiado y con un pensamiento poco difundido en un medio social donde la envidia, la mediocridad y los celos profesionales tienen a minimizar a las gentes de valor: “Rueda era considerado un hombre de derecha, pero yo no creo que lo fuera.

En la relación que establecimos, no percibí esa cualidad. Tampoco era un izquierdista, para mí él estaba por encima de eso”, hace una pausa, y apunta: “Era un escritor muy preocupado por los problemas de la humanidad que ya transcendían ese tipo de debate. Yo aprendí con él muchas cosas, le agradezco mucho a Rueda. Él siempre guardaba mucha distancia respecto a determinados debates políticos, debates conceptuales como de izquierda y de derecha, porque situaba los problemas en un plano más profundo, mas general”.

Cassá resalta una y otra vez lainteligencia de su amigo, su sabiduría, su nivel de entendimiento en temas tan delicados como la situación socioeconómica del país.

Él le admiraba mucho la validez de ciertas reivindicaciones democráticas progresistas que él entendía necesariamente que debían imponerse en el país: “El no estaba cerrado a las transformaciones, estoy seguro de que no era ningún reaccionario como se le pintó, yo no lo percibí, hablábamos con una facilidad; agradezco la confianza que me otorgó de expresar puntos de vista con esa espontaneidad. Entonces eso lo llevó a plantear dudas sobre muchas cosas en materia de objetivos de la humanidad. En efecto, era un hombre muy reservado, armado de cierto escepticismo, pero al mismo tiempo armado con una visión crítica”.

“Rueda era un hombre de cultura, lo que valía para él era el ansia del saber, de la reflexión”.

El historiador se detiene a profundizar más en la personalidad de Rueda. Lo consideraba absoluto en sus ideales y percepciones, sobre todo crítico. Esta cualidad es la que Cassá destaca con fervor. “En ocasiones exponía planos de escepticismo que se traducían en la validez de ciertas acciones de los intelectuales”, señala con precisión. Y abunda: “Él era bastante crítico, en algunos casos, con personas determinadas, él se planteaba una exigencia en torno a los intelectuales de fondo y forma que para el muchos no cumplían”.

Cassá describe otras cualidades de escritor: “Era muy crítico, descalificaba con una brutalidad terrible, pero al mismo tiempo reco reconocía.

Estaba por encima de toda mezquindad”.

El suplemento cultural Isla Abierta era el espacio para los escritores de valía, donde transcendía lo mejor de la cultura artística, literaria, e historiográfica nacional.

Cassá recuerda la experiencia en este espacio de acervo cul tural , donde respondió con gratitud la confianza otorgada por Manuel Rueda en formar parte de su “Isla Abierta”.

“Le agradezco el recibimiento en su suplemento, siendo un medio cultural fundamental en su momento. Me sentí muy bien de estar a su lado, escribiendo textos en ese periódico. Nunca me objetó publicación alguna. Y con ánimos de sincera gratitud, que reflejan muchas conversaciones, discusiones ideológicas, pero sobre todo, admiración hacia la grandeza de Manuel Rueda, al que reiteró en ocasiones su amistad, concluye: “Él conmigo se puso por encima de la satanización ideológica del comunista, como es el estereotipo de gente como yo”.

José Alcántara Almánzar
Muchos lo consideran como su alumno aventajado. Para él, Rueda fue: “El artista más completo y brillante de su generación, quien dejó en sus ensayos un elocuente perfil de la idiosincrasia dominicana”.

Su valoración sobre Isla Abierta es concluyente: “Manuel Rueda creó y dirigió «Isla Abierta» desde 1980 hasta el día de su muerte. Su nombre revela el deseo de romper el cerco de la insularidad para proyectar a otras latitudes los más altos valores de las letras y las artes dominicanas. Fue un espacio de libertad, apertura y debate sin precedentes, que acogió los aportes de escritores y artistas reconocidos y bisoños. Con un riguroso criterio de selección y un diseño innovador, el suplemento ganó rápidamente miles de lectores hasta convertirse en una referencia indispensable en nuestro panorama cultural del último cuarto del siglo veinte.

“Rueda logró lo que parecía impensable: una publicación que fuera una verdadera institución de la cultura nacional. Sus editoriales en «Una voz» constituían hermosos ensayos sobre música, literatura y vida cotidiana, mientras trazaba un certero perfil de la idiosincrasia dominicana. Gracias a su autoridad, él supo aglutinar a intelectuales y artistas de distintas generaciones y visiones del mundo, orientó al público sobre las artes visuales, promovió la crítica, demostró que se podía hacer una revista cultural atractiva que integrara lo culto y lo popular, todas las facetas creadoras del intelecto; un medio, en fin, donde fuese posible soñar y crear, pensar y disentir. La desaparición de «Isla Abierta» dejó un inmenso vacío que no ha sido superado”.

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LA OPINIÓN DE JEANNETTE MILLER 

Manuel Rueda fue, además de poeta, pianista, folklorista, dramaturgo, maestro, un humanista perseguidor de conocimientos que no guardaba para sí, sino que ofrecía a los demás, desde múltiples medios, y especialmente desde el suplemento Isla Abierta del periódico “Hoy”, que se publicaba cada semana. Manuel fue el fundador de Isla Abierta y allí daba cabida a consagrados y jóvenes, siempre que pasaran el enjuiciamiento de calidad que él aplicaba a todas las cosas.

Además de la literatura y la música, que para mí fueron sus mayores pasiones, Manuel Rueda amaba las artes visuales y nunca faltaron en Isla Abierta enfoques de distintos críticos de arte, entre quienes se destacaba Danilo De los Santos.

Una particularidad que unificaba visualmente el Suplemento era que se escogían las obras de un artista para ilustrar todo el contenido.

También era como si se le dedicara la publicación al pintor o dibujante que Manuel escogía para que las ilustraciones armonizaran en lo posible con el tema o los temas de esa semana, consiguiendo resultados de gran calidad. Y no se podía esperar menos de un talento múltiple y universal que siempre tuvo como soporte la condición de maestro.

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