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Confesiones públicas: memorias contra la indecencia cultural

La memoria se la carga la piel.

La sangre cruza puentes

Y solloza en los árboles.

Hay que reempezar a vivir.

Hay que deshacerlo todo

Para volver a la nada.”

Memorias de Medellín

( Memoria de la paz)

Diana Araujo Pereira

Agradezco al poeta Fernando Rendón por haber colgado este poema en Facebook y a Diana Araujo por haberlo escrito. El fragmento es de por sí otro poema. Con estos versos el ensayo tiene otra gracia y mis lectores pueden olvidarme pero no el poema.

Como estoy en vías de celebrar otra infancia anónima, tengo un ansia maliciosa por lavar mis trapos sucios. Quizas me confieso porque no he vivido y sufro de herejías cristianas que los marxistas no perdonan. El principio de este desahogo partió de esta anécdota: Fui un buen día a visitar a  una amiga poeta que pulía la madera de su próximo nicho bibliográfico, día y noche,en un barrio de Queens, cercano  al aeropuerto John Fitgerald Kennedy. Para espantar el temor de aquellos días de aserrín y exilio involuntario, inauguramos la primera etapa de aquel Lecho Cultural que me recordó el deseo inútil de huir de los hacinamientos a los que nos acostumbramos, inmediatamente cruzamos el mar y sobre todo, si ya hemos visto la representación de la negación denominada:La estatua de la libertad. Asistimos puntualmente a los desfiles de un heroismo que promueve la ridiculez de nuestra desaparición. Nos hace apladudir a los millonarios del deporte de masa en El cañón de los héroes y si alguna vez pasamos por el sorprendente archivo de Ellis Island para ver los rostros de muchos de los inmigrantes que nos precedieron en esta agridulce desventura, ya podemos certificar que arribamos al pais natal de La madrastra políglota que deforesta y reforesta una estética de la cultura que solaza la mirada de los colonizados del falso bilinguismo.

Bueno, en uno de los tantos trances de estos días calenturientos y de las extrañas circuntancias de ser transeúntes de aquella geografía que debió exigir un GPS sensual para detener la vista ante un museo de muchos años de soledad. Ella me preguntó que si había sido invitado a la Feria del libro del Comisionado Dominicano de cultura en USA. En lugar de reirme de esa suposición, inmediatamente escuché aquella sorprendente pregunta, sentí que algo me arañó el alma como si hubiese recibido una carta del amable intelectual orgánico, Basilio Belliard, el ex Director del concurso nacional de literatura,en algun año anterior o posterior al 2008, invitando públicamente a los miembros de la diáspora a enviar sus colaboraciones a Pais Cultural,un hecho tan sorprendentemente bondadoso,que tuve que ser trasladado en ambulancia del Bronx a Connecticut, aquejado de una terrible taquicardia y no me negué a ser paseado por el Alto Manhattan,desde donde vería el gran rótulo del Comisionado de Amsterdam que deshacía el anonimato,desde luego, dichosos de estar compitiendo en importancia con el de las bodegas del primer piso y el de los policías que cuidan la promiscuidad del lapiz y la manzana de la gleba que sube a ordenar las sillas de aquel gran matadero.

En  aquella epoca venía con frecuencia el gran mecenas de la agonía de las artes del gobierno chiquito y cibernético, el Dr. Leonel Fernández Reina, a promover la cultura del asco migratorio para alienar a los tontos con sus grandes dotes de genio del vacío y convertirnos en cómplices del fracaso de hoy.El modelo trujillista se debatía en medio de la colonización de los aduladores de ultramar. Subrayaba que la democracia era un mito bailable. Se aplaudia en la sombra. Entonces, subí las escalinatas y dije para mis adentros: Por fin, la cultura se quita la máscara interiorista y extranjerizante y pasa por las aceras de una cultura que adolece de orfandad.

Hay un apartheid curioso y risible. Lo triste y bochornoso es que durante 2 décadas a nadie le importó cómo hacerle un vacío irreverente al palacio circunstancial del deshonor, el Gran United Palace o minar el vacío con gestos de unidad contra el oportunismo. Allí voy para comprobar la decadencia de mi propio asombro y mi incapacidad para honrar la locura, saboteando el templo montandome en los caballos del apocalipsis.

Parece que irse o expulsarse sin voluntad propia es una broma de mal gusto y los homicidios se cometen entre dos fronteras. En una la cobardía fomenta la resignación y el clientelismo y en otra se administran los panes calientes, el perfume que traiciona, la pasarela furiosa y los asientos delanteros ocupados por una feligresía de corsarios simpáticos de saco y corbata y de inocentes curiosos, cubriendo el fondo de la miseria musicalizada como una ofrenda. A todos los beso y abrazo para recordar este infundio sin destino. La maldita gorgona del poder que solo funda un puesto en las ruinas. Amo esta caricatura que la poesía acéfala de indignación silencia en los entresijos de la falsa dominicanidad.

Me mordí la lengua. Me dolió no decir lo mismo que ella, la poeta del municipio de Salcedo, cuando  luego me dolió ser valiente de mentira y próspero de vanidad y haber escrito el nombre del único bibliófilo que honra la diáspora con sus grandes obras sobre los cementerios literarios donde solo caben las vacas sagradas amadas y los becerros de oro. Desde luego que me frustró no haber sido admitido en el nicho de la nobleza de un libro de Alexis Gómez Rosa y otro del Dr. Franklin Gutiérrez. Esos libros salvan la memoria de la cultura horizontal. La mia insiste desvivirse en la soledad de la verticalidad más solitaria de El imperio de las papas fritas como reza un libro de El Pato Salvaje que conocí en Hostos Community College, el poeta y maestro, Alfredo Villanueva Collado. A veces los titulos sobreviven más que el poema o son estos el poema.

Creía que honraba mi vanidad al nombrar a este héroe insigne de la cultura migratoria, auténtico benefactor y mentor del trayecto que hoy tiene la cultura diaspórica. Me entristeció cuando se vengó de una indecencia dulce y pecaminosa, devolviéndome el poemario Amor en bicicleta con una carta que ofendió mi sarcasmo redentor y que entristecio mi amorosa y triste desfachatez fraterna. Dado que me había enterado de que el tiempo pasaba y no podía ocultar que estamos de el desamor en los tiempos del cólera en Nueva York, la ciudad Santuario que Donald Trump vigila dia y noche, aunque la nuestra adolecía hasta hace poco de  auténticos defensores de la cultura de exiliada, copia viejos hábitos de los que gravitaron por muchos años entre el Malecón del obelisco hembra y La Plaza de la cultura, legado del súper sabio, Dr. Joaquin Balaguer, canonizado por sus sucedaneos como otro Santo frente a la debacle del extraño presente.

Creía que ya por fin entraba al panteón invisible. Llamé al pequeño ministerio acéfalo de la 145 (un poder sin discurso ni diálogo democráticico ya está desautorizado por si mismo. Estamos en manos de una cultura sordomuda. El ministro anterior de la patria de Juan Pablo Duarte y Gregorio Luperón se marginó a sí mismo de su propia desaparición. Ni él ni los anteriores dialogan con la nada. Desempolvan el turismo de los corredores culturales de los Césare. Las preguntas si llegan a tiempo, son ostias mal contadas y hay  amenazas si te atreves a custionar lo más insignificante que por cierto, y no te asustes de este autor, somos nosotros. Solo contamos para votar por la nada o volver a escondernos en otro anonimato peligroso.) y ante una voz amable dije, después de un inaudible Hola, hermanita o una sordera bochornosa de mi parte declaró: Señorita, no comprendo si mi expulsión del antro de la dominicanidad obedece a una orden del Dios de aquí o de allá?  Tendrá esto que ver con mi apoyo a La Marcha Verde o a mi temor por esta monótona degradación? Dígame si estoy en la lista excelsa de los invitados a la gran inauguración de la cultura manufacturada en una playa clausurada del malecón de la capital de Quisqueya. Ella me preguntó amablemente: Señor, quién es usted? Le respondí con una soberbia altanería desechable: Yo soy alguien que cree ser el que todavía no es. La busqueda de mi mismo no termina sin otras desilusiones. Ella subió el volumen del teléfono y pude escuchar el tecleo indiferente de una gleba ocupada en los quehaceres domésticos más importantes que mi ciego orgullo jamás pudo vislumbrar.

Ahora la aplaudo. Los instrumentos de perdición ignoran su inocencia. No se trata solamente del rumor de una renuncia ni de la significación del viaje definitivo de una culturóloga puesta en la calle con la discreción acostumbrada y sin la compensacion del pago del tren o del autobús del imperio. Es una dama a quien quizás por algun error político la obligaron a irse sin que hubiera un sindicato de presos, muertos y desaparecidos que defendiera su invisibilidad o que donara su lápida circa y le cantaran el himno nacional y pusieran la bandera mancillada a media asta. Todavía no sabemos matar con glamour ni velar ni usurpar con dignidad esta rastrerización de la realidad. La ergástula trujillista denominada La 40, de este hoy transnacional,es un paseo por el manicomio cultural de los acólitos desencantados y humillados.

Los Petanes sagrados son criaturas diestras en administrar la ternura cultural de la agonia sin humor y sin discursos.Perdonen esta indecencia inesperada: El autor colectivo reducido a esta casualidad patriarcal se despide con un hasta pronto, amigos y amigas. A este humor le corresponde otra lucha de contrarios en los balcones de la Draculizacion politica. El amor es lo único que puede actualizar una oración de San Francisco de Asís que promueve el auto conocimiento como alerta y la crisis del departir y el compartir lo que supuestamente es posesion nestra. La nada se alegra de que le quiten responsabilidad.

About the author

Tomás Modesto Galán

Escritor dominicano que reside en Nueva York desde 1986. Fue profesor en la UASD antes del 86. Enseña en York College (recinto de Cuny, desde mediados de los 90). Gano el premio de poesía Letras de Ultramar 2014 con su obra poética: Amor en bicicleta y otros poemas.También obtuvo el premio Poeta del año 2015, otorgado por el América 's Poetry Festival de Nueva York. Es el autor de la novela Los Cuentos de Mount Hope, publicada en el 1995. Presidente de la Asociación de Escritores Dominicanos en Los Estados Unidos, (ASEDEU)

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