Nacionales Sociedad

La relación del hombre con el poder (II)

El poder y el ciudadano

En la edad moderna, podemos distinguir los malos gobiernos como: paternalistas, en que el gobernante se comporta con sus súbditos como si fueran sus hijos y por consiguiente como eternos menores de edad; despóticos, en que el gobernante trata a los gobernados como si fuera el patrón. Estas, son dos formas degeneradas de aplicación del poder político.

Con el nacimiento del cristianismo y la institucionalidad religiosa que de ella emana, se desarrolla una organización de poder jerárquico. Todo poder que se afirma en la supremacía de la obediencia ciega es anómalo porque permite las tropelías y corrupción que podemos constatar a diario.

La búsqueda de la obediencia y el servilismo no es privativa de los círculos eclesiásticos. En efecto, muchos líderes políticos no aceptan la igualdad en las relaciones políticas y buscan la obsecuencia como respuesta, apartándose con ello del principio básico en torno al cual se estructura la forma democrática de gobierno. Conciben el liderazgo político como una circunstancia que otorga privilegios o prebendas de todo tipo, según lo señaló el destacado escritor, líder político y Ex presidente Checoeslovaco  Vaclav Havel, y que les pertenece por ser ellos quienes son, sin darse cuenta que todo líder político lo es tal, por un acto de reconocimiento que le entregan sus seguidores, como lo indica el biólogo Humberto Maturana. Se olvidan que así el liderazgo constituye un servicio a la sociedad y no un estado a partir del cual es válido gestionar intereses particulares por sobre el interés colectivo o público, convirtiendo con ello la política en un espacio privilegiado para “hacer negocios” en los que ellos aparecen siempre como uno de los grandes beneficiados. Peor aún, la sumisión que buscan se traduce casi en la generalidad de los casos en actos de crueldad extrema, como lo demuestra la historia del siglo xx, caracterizada por los expertos como la más sanguinaria de la humanidad.

Maquiavelo, en el capitulo dieciocho del príncipe, describe las cualidades que debe poseer quien tiene en sus manos el destino de un estado, dice que ha de combinar las propiedades del león y del zorro, es decir la fuerza y la astucia: estas son dos características que no tienen nada que ver con el fin del “bien común”, sino que se refieren al objetivo inmediato de conservar el poder, con independencia del uso público o privado que el gobernante quiera hacer con el poder.

La pregunta es ¿por qué aspiramos al poder político? dejemos que el citado Geuss, nos responda: “creamos y reproducimos estructuras políticas porque pensamos que tendrán algunas propiedades que deseamos, pero en general entre éstas se contará la capacidad de la institución en cuestión, para producir ciertos efectos o permitirnos conseguir determinados fines” en nuestro caso, el concepto poder político lo entendemos como la capacidad para realizar cambios en nuestra desigual sociedad y su utilización es parte de lo que llamamos “servicio público”.

Muchos se habrán encontrado con poder de un día para otro y no saben cómo lidiar con él, la paradoja es que muchas veces el poder destruye a las personas; las transforma en abusadoras, déspotas –ilustrados o no- que no entienden que el poder se va como llegó: por obra y gracia del ciudadano que lo eligió o nombró en un cargo de elección popular o en el aparato del estado.

El antídoto para evitar tantos males es, como enseñan los maestros, reconocer al otro como una persona, que jamás puede ser utilizado como un medio o un instrumento para lograr su dominio, esto es lo que diferencia radicalmente a la voluntad de amor a los semejantes a la voluntad de poder. Esta última chocará una y mil veces con la resistencia que le opone la realidad encarnada en la dignidad del hombre.

Lo genuinamente humano del hombre (su dignidad, su condición de persona, de fin en sí) es lo que trasciende. Allí se expresa lo viviente, lo valioso, la verdad y el deber. Frente a ellos – como a lo humano en su trato con los otros- el hombre debe asumir una posición de activo y fecundo diálogo. Dialogar con lo trascendente, significa escucharlo y respetarlo, pero, al mismo tiempo, interrogarlo y cuestionarlo, a fin de conocerlo y comprenderlo mejor, de hacerlo cada vez más suyo, de concluir en una armonía y en una lógica simbiótica con él.

Los riesgos del exceso de poder

Aunque solemos imaginar a las organizaciones como empresas racionales que persiguen fines que van a satisfacer los intereses de toda la sociedad, hay demasiada evidencia que sugieren que esta visión no encuentra siempre un correlato con la realidad. en efecto, desde los grandes proyectos de construcción de la antigüedad, hasta la moderna corporación pública o privada, pasando por ejércitos, las iglesias, los sindicatos, los partidos políticos, las instituciones educativas, los medios de comunicación, la mediana y pequeña empresa e incluso en las sociedades familiares, nos encontramos con relaciones de poder asimétricas, las que pueden llegar a adquirir manifestaciones disfuncionales y riesgosas para el bienestar de los miembros de la organización y el de la sociedad.

El analista organizacional Garenth Morgan (1996) reconoce, sin embargo, que algunas cosas, a lo largo de la historia de la humanidad, han cambiado. El reclutamiento forzoso y la esclavitud que era la manera más frecuente de obtener mano de obra desde la antigüedad hasta bien avanzado el siglo XXI, ha dado paso a contratos de trabajo regidos por una legislación laboral que cautela los interese de los trabajadores. El poder del látigo, utilizado por los capataces ha sido reemplazado por supervisores y jefes que no utilizan la coacción física para obligar a los subalternos a cumplir sus funciones.

Los trabajadores ya no laboran para faraones, emperadores, nobles absolutistas o terratenientes abusivos. Trabajan, en la era moderna para accionistas, políticos y grandes y pequeños empresarios movidos por racionalidades económicas vinculadas la urgencia de mantenerse en mercados competitivos y globalizados.

Ahora bien, reflexionando más profundamente, podemos afirmar que uno de los riesgos más fuertes en el ejercicio del poder es la concentración de éste. La concentración del poder político, económico o social, a lo largo de la historia en el plano político se ha dado paso a la existencia de dictaduras de distintos signos, en nombre de la clase obrera se cometieron genocidios y crueldades inenarrables en los socialismos reales. En nombre de la defensa de la cultura cristiana occidental también se han cometido aberrantes crímenes, en la defensa de la pureza de una raza se produjo el holocausto.

La concentración del poder económico permite hoy el control absoluto de los mercados financieros y productivos en muy pocas manos, las regulaciones en muchos casos son verdaderos trajes a la medida de los grupos.

En la actualidad, aunque los líderes sean elegidos democráticamente, con la mejor de las intenciones, se observa una tendencia a integrarse a elites que se preocupan básicamente

por la defensa de sus propios intereses y por defender sus posiciones a toda costa. Estas elites se reproducen entre ellas, una y otra vez, en nuestro país, esto es más que evidente.

El poder y el uso racional de la autoridad son factores necesarios para que una sociedad y una organización funcionen. Pero su excesiva concentración puede conducir a formas de totalitarismo inimaginables.

La autoridad ejercida sin control, aún en entidades morales, permite abusos de poder y actos de corrupción de graves consecuencias para la organización y para sus miembros.

Algunas reflexiones finales

. El modelo de organización moderna, según Weber, debe descansar en una autoridad legal. En nuestra opinión el poder no puede quedar al libre albedrío de quién lo ejerce, debe estar sujeto a normas y reglas de control. Cada estructura debe tener un contrapoder.

. Nadie puede estar por encima del soberano que no es otro que el pueblo.

. Las autoridades deben tener plena conciencia que sus actos están permanentemente observados, es decir, debe haber una supervisión y control de la gestión pública, en forma permanente y sistemática. Debería existir una división del trabajo que asegure una adecuada ejecución de la misión que le ha sido encomendada a una determinada autoridad. También sanciones para aquellas autoridades que no respetan las normas establecidas, por muy elevada que sea su investidura.

. Debe existir una completa separación de los bienes que pertenecen a la comunidad y las pertenencias del individuo que desempeña un cargo ejecutivo.

. El individuo que ocupa un puesto no puede apropiarse de éste ni tener derecho sobre el mismo, por muy jerárquica que sea la organización.

. Todos los actos, decisiones, reglas y normas, que emanen de las autoridades deberían ser producto del diálogo permanente con la comunidad organizada. Sólo de esta manera será posible que el hombre y lo trascendente puedan fecundarse mutuamente y de ello depende que lo viviente y lo valioso, lo verdadero y lo debido, así como lo humano y el hombre mismo, alcancen su mutua complementaria plenitud.

. Por mucho magnetismo personal, carisma o personalidad que tenga un líder, no debe quedar exento de que se le apliquen las normas y reglas que rigen en la sociedad. No hay nada más pernicioso para una sociedad que el poder personalista por muy brillante y talentoso que sea un individuo.

. Un líder de verdad es aquel, ya está dicho, que es capaz de educar y formar, pero además de trabajar en equipo, con otras personas en función del bien común.

. En fin, a lo largo de este recorrido por algunas de las aristas de la relación del hombre con el poder, nuestro propósito ha sido mostrar su comportamiento, pero también señalar como frente al fracaso e impotencia para dominar la realidad y colocarla bajo sus designios existen el pensamiento, la racionalidad, la ética, la fuerza del poder moral. En una palabra, los principios y valores que contrarrestan el poder de autodestrucción que germina en el “HomusPotere”.

Tal como lo expresara el Ilustre medico, político y guerrillero Argentino- Cubano e Internacionalista, Ernesto Guevara de la Serna, La Revolución no es únicamente una transformación de las estructuras sociales, de las instituciones del régimen; es además una profunda y radical transformación de los hombres, de su conciencia, costumbres, valores y hábitos, de sus relaciones sociales. Una Revolución sólo es auténtica cuando es capaz de crear un «Hombre Nuevo» y este, para Guevara vendrá a ser el hombre en el siglo XXI, un completo revolucionario que debe trabajar todas las horas de su vida; debe sentir la revolución por la cual esas horas de trabajo no serán ningún sacrificio, ya que está implementando todo su tiempo en una lucha por el bienestar social; si esta actividad es lo que verdaderamente complace a individuo, entonces, inmediatamente deja de tener el calificativo de «sacrificio». Esto debe ser una cualidad fundamental en el Revolucionario, sentir la misma –revolución- como tal, para trabajar con esmero. Pero no todo es tan simple, como en todo existe también su lado oscuro, la parte más dura de ser un revolucionario es que se deben definir de manera precisa los sentimientos, ya que todo revolucionario debe estar impulsado por grandes cantidades de amor aunado a un gran espíritu apasionado; para así realizar un caudal de acciones y hechos concretos orientados hacia un solo objetivo, lograr mejoras en el ambiente social. Estas dos condiciones o cualidades para ser revolucionario deben estar respaldadas por un factor fundamental que tiene que estar presente en la actitud de dicho individuo, y viene siendo la vigencia de una mente fría y calculadora que ayudará, sin duda alguna, a tomar decisiones dolorosas que no permitan ni siquiera la contracción de un músculo.

Bibliografía:

Alcaide, M. (1987): Conflicto y Poder en las Organizaciones. Centro de Publicaciones. Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad social.

Aristóteles (1932)  La Política. Versión Castellana Por: Nicolás Estévanez, Editorial Garnier Hermanos, Paris, Francia

Arendt, Hannah (1993) La Condición Humana. Editorial Paidos Ibérica, S.A, Barcelona, España

Bobbio, Norberto (2003): Teoría general de la Política. Editorial Trotta, S.A, Madrid, España.

Canfora, Luciano (2002): Una Profesión Peligrosa: La Vida Cotidiana de los Filósofos Griegos. Anagrama, Barcelona, España.

Foucault, Michel (2010) El Sujeto y el Poder. Escuela de Filosofía Universidad de ARCIS. Version Electrónica

Farrel-Petersen,(1982): Patterns of political behavior in organizations. Academic of Management Review, 3, vol. 7, pp.403.

Geuss,  Raymond (2004): Historia e Ilusión en la Política. Tusquets Editores, Barcelona, España.

Guevara, Ernesto (1967) El Hombre nuevo Según El Che Guevara, Guevara, De la Serna Ernesto. Obras 1957-1967. Vol.2. Cuba, Ediciones Casa de las Américas. 1970, 698p. (c)

Havel, Vaclav (1990): El Poder de los Sin Poder. Encuentro Ediciones, S.A. Madrid, España.

Hardy, D (1985): The nature of unobtrusive powers. Journal of Management Structures, 22, p.4

Lijphart, Arend (1998): Las Democracias Contemporáneas, Editorial Ariel Ciencias Políticas, Cuarta Edición.

Maquiavelo, Nicolás (1513): El Príncipe. Edición Original, Florencia 1513

Edición Electrónica: 2004, www.laeditorialvirtual.org.arg.

Morgan, Garenth (1996): Imágenes  de la Organización. Alfaomega Grupo Editor, S.A de C. V México, D.F

Marx, Carlos (1844): Manuscritos Económicos y Filosóficos  de 1844 (Escritos entre Abril y Agosto), Edición preparada por Juan R. Fajardo para el MIA, Texto Digital, Biblioteca Espartaco, 2001.

Maturana, Humberto (2001): Educación y Política. Editorial Dolmen, decima Edición.

Real Academia Española (2012): Diccionario de la Real Academia Española, vigésima edición

Robbins, Stphen P (1995) : Comportamiento Organizacional, Séptima Edición, Editorial Prentice Hall.

Touraine, Alain (2001): Que es la Democracia. Fondo de Cultura Económica, México, D.F

Weber, Max (1996): Economía y Sociedad. Fondo de Cultura Económica, México D.F.

 

 

 

 

 

About the author

Frank A. Peña Valdes

Profesor adjunto Escuela de Psicología, Facultad de Humanidades y Escuela de Orientación Educativa, Facultad de Ciencias de la Educación Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD. Licenciatura en Psicología, Maestría en Metodología de la Investigación Científica. Especialidad en Psicología del Desarrollo, Maestría en Desarrollo Humano, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Postgrado en Educación Superior, Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). Estudios Doctorales en Psicología Social, Universidad Central de Madrid (UCM).

Leave a Comment