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Epistolario íntimo…Lo epistolar como discurso (42)

PHU

El viaje, el paisaje marino, las cuentas pendientes, Vasconcelos, el matrimonio con Isabel Lombardo Toledano, hermana de Vicente Lombardo Toledano, “ex discípulo mío uno de los siete sabios, autor de una Ética, director actual de la Escuela Preparatoria, veintinueve años de edad. Otra hermana, María, debe de haberse casado ayer, día 11, con Alfonso Caso”. (Carta de Pedro Henríquez Ureña del 12 de agosto, sábado, 1922, pp. 226-227)

Lo epistolar es un espacio, siempre y cuando este se convierta en razón de vida y marco de incidencia, detalle, imagen cultural y, en el presente caso, lugar del sujeto y sus signos de reconocimiento. Razones hay en esta carta citada para advertir que en la vida de Pedro Henríquez Ureña se han dado cambios en cuanto a organización de ideas, modo de vivir, metas humanas, juicios y percepciones políticas, así como también visiones revolucionarias, aunque marcadas por líneas liberales que ya empezaban a entrar en crisis en el México de entonces.

La concepción del mundo de nuestro autor y de su amigo Reyes, ha estado signada y afirmada por lo cotidiano y las experiencias traductoras de imágenes de vida que también construyen lo social, lo cultural como determinación práctica y representación ideológica. Los ejes que gobiernan la instrucción intelectual, institucional, política e histórica, atildan sobre la escritura y el discurso de nuestros autores en este Epistolario.

De ahí la necesidad de amistad, escucha, relación crítica y construcciones de mundos literarios y culturales que también se reproducen como experiencias humanas y en reconocimientos de vida o arte de vivir. Los acentos que interiormente se revelan y se van constituyendo en la presente carta citada y en las demás, surgieron como lecturas y modos de entender al sujeto en su espacio discursivo, vital y filosófico.

Así se expresa lo epistolar como forma y estilo de elaboración de discurso, en una época azotada por una realidad también agujereada por ideas, conflictos grupales, laborales, académicos, editoriales, sociales e institucionales, entre otros.

El instante de la memoria en este epistolario se convierte en una masa de ideas que se deben ir ordenando para comprender los diversos transcursos de razón, verdad y aventura de un conocimiento, orientado a las respuestas deudoras de un mundo presentificado en movimiento, empresa intelectual y educativa, pero también en esa inserción necesaria de nuestros autores en medios distintos y sin embargo cercanos en cuanto a universo y representación.

Lo epistolar como discurso se construye y al mismo tiempo se desteje como circunstancia que se explica en tanto que texto, búsqueda y lenguaje intencional. La visión instruida por una actitud de escritura y pensamiento orientada al ser de la palabra, aspira a la comprensión de lo cercano y lo distante, pero además a los signos, imágenes e incertidumbres que impone lo real en sus formas, fragmentos, líneas, espacios y tiempos de la esperanza.

En la postdata de la citada carta, y en reflexión asumida desde su llegada a México, PHU le informa a su amigo AR de sus novedades, tanto de su vida y decisiones personales, como del suceder, la cotidianidad y los acontecimientos que sabe le interesan a este último:

“En México dejé funcionando los cursos de Verano que organicé, con mi facultad de unos cincuenta profesores. De fuera de México estaban Onís, que enseña Cervantes e Historia y Geografía españolas, Walter Pach, el crítico y pintor norteamericano (que además da otro curso en Bellas Artes, con 150 de público), y Arturo Torres Rioseco, el poeta chileno. Hay unos 400 estudiantes norteamericanos.” (Ibídem.)

La narración del viaje por mar hacia Brasil, implicó una travesía marcada por paradas que hacían más emocionantes el trayecto evocador de maravillas, momentos y puntos de memoria que a su amigo le interesarían y que como veremos en su momento tendrán sus consecuencias en el contexto literario, político y moral de la amistad.

PHU le informa (ver Postdata citada) a AR que:

“Gabriela Mistral llegó a México el día que yo salí. Tuve tiempo de visitarla y me pareció muy sencilla y muy bien. Lo que está escribiendo está muy bien.” (Ibídem.)

Es importante destacar que dicha carta comienza como tal y se transforma en diario de intimidad, evocador de paisajes, geografía de lo visible, huella, marca y travesía temporal:

“Martes, nada: mar agitado, ciclo gris. Miércoles, a ratos, costas de Colombia. Jueves: Curazao: se veía muy cerca la ciudad, se podía distinguir la arquitectura de la Catedral y del Palacio de Gobierno, que es enorme (“la Casa de Gobierno es demasiado pequeña para una familia holandesa”, dice el poema de Carlos Pellicer sobre Curazao: ¿lo recuerdas? = dime qué te parece, y qué de su libro, y si crees que le aceptarían colaboración en índice). Viernes, isla de la Tortuga, isla Margarita. Hoy, Costa de Venezuela, y entrada al Golfo de Trinidad: ya vamos acercándonos a Puerto España, donde bajaremos y el gobernador inglés nos dará una recepción.”(Ibidem)

Otro punto de advertencia narrativa se produce como efecto psicoafectivo y como latencia de la visión luminosa:

“Esta mañana vi salir el sol: lo precedió durante una hora un cielo blanco, en que salía Orión. Después el cielo, el mar a occidente se tiñeron de rosa: el mar se parecía al mar rosado del crepúsculo en las Azores, aunque aquel me parece más hermoso.” (Ibíd. Loc. cit.)

En efecto, la narrativa de la carta o los sorpresivos actos de naturaleza crean un estado visible en lo epistolar como discurso de la presencia: lo que implica un trayecto que siendo real, es a la vez imaginario por su fuerza evocadora y presentificadora. Los tonos de la misma orientan la relación epistolar hacia puntos de interés real e imaginario, de suerte que, aquello que visibiliza el recorrido y el paisaje que se abre como cuadro de naturaleza, cobra su tamaño en la forma sentiente de la escritura y el escribir.

El mundo que respaldan los citados acontecimientos refiere a las huellas que persigue el ojo espiritual de nuestros autores y sus movimientos genealógicos, memoriales, geográficos, literarios y culturales. Conocer indica, a su vez, una ruta de luz y razón comprensiva de lo que ha quedado como huella poética en el camino. Todo lo cual dará lugar a imágenes y fuerzas propias de la razón y la imaginación.

Así pues, lo epistolar en este y otros casos funciona como lugar de transformación y situación de ritmo, toda vez que existe una condición de espíritu, intuición y visión. Pero a la par, lo epistolar es también lugar de enunciación y cuerpo enunciativo donde la lengua se orienta como forma-función-sentido. El elemento relacional es un activador discursivo que conforma el significado, la carta en contexto de escritura y lectura.

Situar, organizar, mostrar, intuir el mundo en una carta, constituye una constelación de rutas donde lo real y lo imaginario conforman también el espacio de la lengua y el sentido. El tiempo enunciativo marcado aquí por los verbos agentivos y productores de movimiento, hace visible las formas del saber y las morales de dicho saber también en contexto.

Desde Madrid, el 5 de octubre de 1922 AR le contestará a PHU la carta anterior del 12 de agosto, y el 9 de octubre también le enviará a Pedro una carta de regocijo por la descripción que le hace de México, sus aires de modernidad y posible desarrollo de sus instituciones.

About the author

Odalís G. Pérez

Profesor Investigador de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

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