Internacionales Politica

La política norteamericana en el Caribe. Del garrote al buen vecino

Written by Debate Plural

Mu-Kien Adriana Sang (El Caribe, 18-3-17)

La geopolítica era vital. Estados Unidos no podía permitirse que los conflictos de la Primera Guerra Mundial afectaran su área de influencia. Era vital preservar el Canal de Panamá y el Caribe. Así, en 1915 llegaron a Haití, y un año después lo hicieron a la República Dominicana. La isla de Santo Domingo estaba dominada por el gobierno norteamericano. La presencia norteamericana perduró hasta 1924 en el caso dominicano, y se fueron del país vecino diez años más tarde, es decir en 1934. El hermano dueño del Gran Garrote no tuvo temor, pudor o remordimientos para aplicar su política. Así lo demostraron. Las circunstancias lo obligaron a cambiar.

No bien se había repuesto Europa y el mundo de las secuelas de la Primera Guerra Mundial, cuando en Alemania se perfilaba un dictador que pondría al mundo a temblar por sus ambiciones: Adolfo

Hitler. Los inicios de este líder se remontan a su afiliación al Partito Obrero de Alemania en 1919, que fue el partido precursor del temido Partido Nazi. Apenas dos años después se convirtió en su líder indiscutible, En 1923 organizó la insurrección conocida en la historia como el Putsch de Munich y al fracasar fue apresado y enviado a la cárcel.

Durante sus días en la cárcel escribió su obra “Mi lucha”, en la cual expone los fundamentos de su ideología. Asumió como su bandera de lucha el discurso anticomunista y antisemita, su verbo lo convirtió en el líder indiscutible de su partido. En 1933 a la muerte del presidente Paul Von Hindenburg, se autoproclamó Canciller Imperial, transformando la República de Weimar en el Tercer Reich. Comenzaba el totalitarismo. El panorama europeo no era nada halagüeño. Las muertes productos del poder absoluto y total de los líderes del momento convirtieron a Europa en un escenario macabro. Se completaba con el poder omnipresente de Stalin en Rusia, el poder supremo de Franco en España y de Mussolini en Italia.

A pesar de la impronta de Theodore Roosevelt, y a pesar del garrote, en el continente americano las cosas no iban bien. En 1929 se produjo el colapso de la Bolsa de New York, iniciándose así la Gran Depresión. La quiebra fue el signo de ese tiempo. Se calcularon pérdidas de más de 40% en un solo mes. Y para 1932 habían quebrado más de 5,000 bancos. Ese mismo año subió al poder en Estados Unidos, en medio de la crisis, Franklin Delano Roosevelt, sobrino de Theodore Roosevelt. Su gran instinto político lo convirtieron en el único presidente norteamericano que hasta el momento ha sido electo en cuatro oportunidades: 1932, 1936, 1940 y 1944, a pesar de haber sufrido en ese momento una desconocida y rara enfermedad: la poliomielitis. El hombre más poderoso del mundo dirigía los destinos de su nación y del occidente desde una silla de ruedas.

La política del Buen Vecino fue propuesta por el presidente Franklin D. Roosevelt en el marco de la VII Conferencia Panamericana de Montevideo en diciembre de 1933. Declaró que su objetivo era convertir a los Estados Unidos en el mejor de los vecinos de los países del continente. Esta nueva política cambió radicalmente la política del garrote que se había aplicado años antes.

Emergió como líder en un país sumido en una profunda crisis. El nuevo presidente tomó la firme decisión de llevar a los Estados Unidos por la ruta de la recuperación económica, ejecutando la política económica denominada “New Deal”, que consistía en la estimulación del gasto público mediante la inversión en obras de infraestructuras. Los primeros años de su gobierno se centraron en la construcción de todo tipo de proyectos; tales como hidroeléctricas, carreteras, escuelas, solo para señalar algunas. Es bien cierto que el “New Deal” no pudo resolver la crisis, pues era estructural y muy profunda, pero movilizó la economía y fortaleció el liderazgo del joven mandatario.

En el plano internacional, Franklin Delano Roosevelt luchó con fuerzas para que los Estados Unidos tuvieran la primacía mundial. Uno de sus hitos fue el establecimiento de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética en 1933. Previendo el peligroso avance de la Alemania de Hitler, decidió poner en ejecución medidas preventivas tales como el rearme y la alianza con las demás potencias occidentales. Veía venir un nuevo conflicto armado de índole mundial. Y tenía razón, porque la Segunda Guerra Mundial estaba al acecho.

El totalitarismo también influyó y llegó a los países latinoamericanos; pero claro está, con el sabor nuestro. Porfirio Díaz en México, llevó a su nación por el sendero del progreso positivista, pero aplicando medidas de fuerza. La debacle de la economía mundial después de la Gran Depresión de 1929 fue terrible. Se temía que las grandes masas se levantaran. Por esta razón, en América Latina los regímenes dictatoriales se propagaron como pólvora. Se repetía la historia del siglo XIX con el auge de las dictaduras positivistas[1]. Como era de esperarse, la crisis económica trajo consigo tensiones políticas y sociales. Las diferencias se acrecentaron y las demandas también. Así pues, el mundo se volcó a prácticas totalitarias. La democracia fue enviada al receso sin tiempo. América Latina fortaleció el extremismo político que culminó con regímenes dictatoriales, inspirados en los regímenes totalitarios de Europa, pero, claro está, con las características particulares de la realidad política latinoamericana, en el que además se sumaban las luchas inter caudillistas. El control del poder se convirtió en un objetivo, al margen de las ideas o las ideologías. Se expandieron como pólvora, he aquí unos ejemplos:

En República Dominicana surgió la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina que se inició en 1930. Terminó, como se sabe en 1961. Sobre este tema se abundará más adelante.

En Brasil una revolución impuso a Getulio Vargas en 1930. Estuvo en el poder 15 años, es decir, hasta 1945, cuando Gaspar Dutra sube al poder por cinco años. Getulio volvió en 1951, perdurando hasta 1954.

En Perú la alternabilidad entre dictadores era parte de su cotidianidad. Parece que ninguno tenía el suficiente poder para quedarse por más tiempo, como lo hicieron en otros países. El gobierno, que algunos denominan como dictadura, de Augusto B. Leguía que había iniciado en 1929, fue derrocado en agosto de 1930 por un golpe militar perpetrado para dar paso a Sánchez Cerro, quien estuvo en el poder hasta el 1º de marzo de 1931. Después de varios notables como presidentes provisionales, que duraron apenas unos días, Sánchez Cerro volvió a asumir el poder por dos años más hasta abril de 1933, dando paso a Oscar Benavides L. A partir de entonces la alternabilidad fue constante. Hasta que en 1948 un golpe militar inició el dominio de los militares en el poder: el general Manuel Odría (1948-1950), Zenón Noriega (1950), para que Odría volviera y dominara hasta 1956, quien esta vez volvía como Presidente Constitucional, después de ganar unas elecciones.

En Guatemala Jorge Ubico, quien después de haber sido electo presidente, decidió en el poder convertirse en dictador. Estuvo en el poder hasta 1944, cuando se produjeron acontecimientos políticos que provocaron su salida. Federico Ponce Valdés intentó imponerse al poder pero fue derrocado por una Junta Revolucionaria. Tuvieron la suerte de que la paz llegó al país gracias a la elección de Juan José García Arévalo.

Cuba fue otro de los países que más inestabilidad política vivieron. Después del fin del período presidencial de Gerardo Machado que se inició en 1926 y finalizó en 1933, se inició en la hermana isla una forzosa alternabilidad política. Algunos duraron apenas unas horas o pocos días: Alberto Herrera Franchi permaneció un día. Carlos Manuel de Céspedes perduró menos de un mes. Ramón Grau permaneció cuatro meses (septiembre 1933 hasta enero 1934). Fue sustituido por Carlos Evia que apenas estuvo tres días.
Siguieron presidentes más que efímeros, hasta que llegó Fulgencio Batista, quien en su primer período gobernó cuatro años (1940-1944). Después transcurrieron los períodos presidenciales de Ramón Grau San Martín (1944-1948) y Prío Socarrás (1948-1952). En marzo de 1952 Fulgencio Batista se erigió como presidente de facto, imponiendo una cruel dictadura.

Bolivia es uno de los países que más gobiernos de facto ha vivido en toda su historia política, especialmente después de 1931. Proceso político en el que los militares han tenido un poder omnipresente. El 28 de mayo de 1930 murió el Presidente Constitucional Hernandes Siles Reyes. Un Consejo de Ministros asumió el poder. El general Carlos Blanco Galindo asumió de manera abrupta, pero solo pudo permanecer hasta 1931. Un breve período de paz con un presidente constitucional bajo la dirección de Daniel Salamanca Urey, que fue sustituido por otro presidente electo José Luis Tejada Sorzano. Pero fue derrotado por José David Toro Ruilova, quien gobernó por un año de mayo de 1936 hasta julio de 1937. Sustituido por otro presidente de facto German Busch Becerra, quien gobernó hasta 1939. Dio paso a otro régimen dictatorial Carlos Quintanilla Quiroga que duró menos de un año (agosto de 1939 hasta abril 1940). Un respiro constitucional, con Enrique Peñaranda que duró tres años. Sustituido por la fuerza por Gualberto Villareal López (abril de 1940 hasta diciembre de 1943). Le siguieron nuevos gobiernos de facto, hasta que en 1947 ascendió un nuevo presidente Constitucional Enrique Hertzog. Así ha sido la historia de este país sureño.

Podríamos seguir señalando la realidad caótica de los países de la región, pero esta muestra es lo suficientemente dramática para mostrar cómo nuestro continente se debate siempre entre dos polos diametralmente opuestos: el proyecto democrático y el proyecto autoritario y caótico.
____________________________________
[1] Sobre este tema se trata
ampliamente en el libro de Mu-Kien Adriana Sang, La política exterior dominicana, 1844-1961, Tomo I.
Caminos transitados: Un panorama histórico. 1844-1961, Santo
Domingo, Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores, julio 2000.

About the author

Debate Plural

Un medio independiente, libre, plural, sin ataduras con empresas o gobiernos; buscando el desarrollo de una conciencia critica, y la verdad que subyace en el correr de la vida nacional e internacional para el empoderamiento del pueblo dominicano en relación con las luchas y reivindicaciones económicas y sociales fundamentales

Leave a Comment