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El bicentenario de la Constitución de Cádiz y la XXII Cumbre Iberoamericana

Written by Debate Plural

Jaume Segura (Hoy, 21-3-12)

 

Hace exactamente doscientos años, el 19 de marzo de 1812, Día de San José, se promulgó en Cádiz la primera Constitución española, referente del constitucionalismo español y americano y baluarte de la libertad para los iberoamericanos de ambas orillas del Atlántico.

Coincidiendo con el bicentenario de “La Pepa” – así llamada por la festividad del día de su promulgación-, los días 16 y 17 de noviembre se celebrará, precisamente en Cádiz, la vigésimo segunda Cumbre Iberoamericana de jefes de Estado y de Gobierno, dedicada a debatir sobre “Una relación renovada en el Bicentenario de la Constitución de Cádiz”.

La Constitución de Cádiz supuso un punto de inflexión de la Historia Contemporánea de España y de Iberoamérica, dando origen a los ideales de libertad y progreso por los que hoy seguimos trabajando. En su redacción participaron hasta ochenta y seis representantes americanos, entre los que se cuenta el dominicano Francisco de Paula Mosquera y Cabrera, en representación de Santo Domingo. No en vano el artículo primero de la Constitución definía a la nación española como “la reunión de los españoles de ambos hemisferios”, reflejo de la importancia de América para el progreso español así como de la vocación global que desde el principio revistió el esfuerzo constitucional de Cádiz.

Cádiz inspiró a todos los iberoamericanos en sus aspiraciones de libertad e independencia. Los principios de soberanía nacional, libertad individual, representación, separación de poderes e igualdad ante la ley que se recogen en la Constitución de 1812 tuvieron un gran impacto en los procesos de emancipación de las modernas naciones iberoamericanas y quedaron recogidos en muchas de sus nuevas constituciones. En Cádiz, los iberoamericanos adquirimos conciencia por primera vez de ser ciudadanos libres, iguales en derechos y deberes. Doscientos años después, hemos de ser capaces de conjugar estos principios esenciales en favor de nuestros pueblos, reconociendo el valor fundamental de la libertad, la democracia y los derechos humanos, desde el respeto a las distintas ideologías y a las diferencias que nos enriquecen.

Desde la primera Cumbre Iberoamericana celebrada en  Guadalajara (México) en 1991, el mundo ha experimentado grandes transformaciones e Iberoamérica con él. En estas dos últimas décadas hemos construido un rico acervo político, económico, social y cultural.

Hemos consolidado nuestras democracias y el Estado de derecho; hemos pasado de hablar de décadas perdidas a constituir uno de los espacios de mayor dinamismo económico del mundo; contamos con un vasto tejido de programas de cooperación y una cultura iberoamericana común de gran vitalidad, asentada sobre la creciente vigencia universal de las dos lenguas que compartimos. En la era de la globalización, la Comunidad Iberoamericana constituye un activo extraordinario para que nuestros países tengan una presencia relevante en la economía y en las relaciones internacionales. Por ello debemos dar un nuevo impulso a las cumbres, sin perjuicio de nuestra presencia en otros foros que las complementan y enriquecen.

Hemos de construir una relación más equilibrada, que nos permita definir el protagonismo que Iberoamérica ha de tener en el mundo.  Por ello, en la Cumbre de Cádiz queremos dedicar especial atención a las políticas de crecimiento económico. Así, los principales esfuerzos de la Cumbre –precedida por diversas reuniones ministeriales sectoriales- se dedicarán a cómo lograr reducir la pobreza en nuestras sociedades, favorecer la igualdad de oportunidades y consolidar el bienestar de nuestros ciudadanos.

Cádiz fue, hace dos siglos, el inicio de los procesos de libertad y progreso de nuestras naciones. Este año, cuando conmemoramos el bicentenario de esa Constitución que aunó en esos ideales a los iberoamericanos de ambos lados, queremos que la Cumbre Iberoamericana sirva para reflexionar entre todos los jefes de Estado y de Gobierno sobre cómo renovar nuestra relación y hacerla más equilibrada, centrando nuestros esfuerzos en dar respuesta a los problemas reales de nuestros ciudadanos en materia de bienestar, empleo y cohesión social y utilizando la enorme riqueza de la cultura y las lenguas que compartimos para aprovechar el presente y ganar el futuro.

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