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El profesor Tena, el maestro Pedro

Written by Debate Plural

José Rafael Lantigua, ex ministro de cultura República Dominicana (D. Libre 29-4-17)

 

FUE MI PROFESOR de Historia Dominicana en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, en la época y lugar en que uno podía decir en alta voz los nombres de sus educadores universitarios: Mariano Lebrón Saviñón, Antonio Fernández Spencer, Esthervina Matos, Malaquías Gil, Fabio A. Mota, Ruth Nolasco, Francisco Polanco.

Sus cátedras eran una fuente de saber casi inagotable. Aprendí de él a conocer mejor los sucesos centrales de nuestra historia, a valorar los conocimientos y la investigación histórica y, como hecho que debo resaltar, a emprender la búsqueda de las obras de los grandes pensadores haitianos para poder comprender el siempre difícil tema de las relaciones domínico-haitianas. “Mientras no se escarbe en el pensamiento y en la evaluación que de la historia común hacen los historiadores haitianos, no entenderemos el aspecto tan debatido de las relaciones entre estos dos siameses trágicos”, es una expresión que le escuché decir con insistencia. Aspectos que para Jean Price-Mars no solo serían de orden histórico, sino también geográfico y etnológico. Pasaron algunos años antes de que pudiésemos leer la traducción de la obra fundamental de Price-Mars, gracias a la Sociedad Dominicana de Bibliófilos que antes había publicado las de Jean Crisostome Dorsainvil, Dantés Bellegarde, Emilio Nau y El pueblo haitiano del estadounidense James Layburn. La Historia de Haití de Thomas Madiou sigue aún pendiente pues creo que no se ha traducido nunca al español. (Existe una edición en francés en la Biblioteca Juan Bosch de la Fundación Global Democracia y Desarrollo, entidad que, por cierto, posee la mayor colección de obras de autores haitianos de biblioteca alguna en la República Dominicana).

Desde entonces, decenio de los setenta, le escuché hablar con pasión de Pedro Henríquez Ureña. ¿Trasladó también esa pasión investigativa y lectorial a los alumnos que seguíamos con devoción sus cátedras? Probablemente, sí. No lo preciso, pero podría afirmar que el interés por leer y estudiar las obras de don Pedro tuvo su origen en sus cátedras. Después de graduarnos en la UNPHU y ser favorecidos con su amistad, él comenzó a hablarnos de su proyecto sobre un gran libro en torno a la vida y la obra del hijo de Salomé Ureña. Por años, por muchos años, siempre nos decía – a mí y a muchos- cuando les preguntábamos sobre su obra en embrión: “ya pronto terminamos”, “está muy avanzada”, “me faltan unos datos que trato de obtener en México y Argentina”. Y pasaban los años, los meses y los días.

No vacilo en afirmar que más de uno, o de dos, llegó a pensar que ese proyecto no existía o que ese “gran libro” no se escribiría nunca. Proyecto fallido, le llamó alguien a mi lado alguna vez. Mientras, comenzaba a llenarse la bibliografía dominicana de distintas ediciones de los libros de nuestro humanista señero, como de ensayos biográficos y críticos en torno a su largo y ejemplar quehacer intelectual. Incluso, luego del largo tiempo transcurrido del aporte que, en su momento, significó la publicación de las obras completas de don Pedro realizada por Juan Jacobo de Lara, precisamente en ediciones de la UNPHU, se publicó la más amplia recopilación bibliográfica del autor de Seis ensayos en busca de nuestra expresión, labor de pasión y estudio de Miguel D. Mena. En otras palabras, se iban llenando los anaqueles de obras sobre Henríquez Ureña provenientes de Argentina, México, Cuba, de otros países y del nuestro, desde luego. Y la obra del profesor no llegaba.

No sé por cuáles razones siempre tuve la certeza de que no solo llegaría, como al fin llegó, sino que sería una obra ejemplar. Si algo recuerdo con admiración de sus cátedras era que solían ser explicativas, resaltando detalles, sin dejar el hecho histórico abandonado a su suerte sino precisando aspectos que, a otros tal vez, pudiesen parecer intrascendentes. Sabía que el profesor escribía la obra de su vida y que la daría por concluida una vez estuviese seguro de que su aporte tendría que considerarse como si fuese una piedra angular.

Y eso sucedió el año pasado. Llegó la obra esperada. De tan asombrosa vastedad y con un relato minucioso y documentado, que obligó a una lectura casi de expectación, empleando noches y madrugadas y días de guardar para poder absorber su contenido de celebración, porque no otra cosa ha debido ser para muchos lectores, como yo, la lectura de este libro que esperamos por muchos años y cuya redacción el profesor fue hilvanando como la buena tela de armiño que coronó escudos heráldicos y libros códices. Fue labor gigante, llevada paso a paso, sin presiones pero sin descanso. Lo hizo. Al fin, el profesor lo hizo. Y su relato es completo, blasonado de respeto y admiración por su –nuestra- figura estelar, por su dios tutelar, por su devocionario sentimental, intelectual y espiritual en torno al Maestro.

Su mirada sobre Pedro Henríquez Ureña se introduce con un recuento del proceso de conquista y descubrimiento y que cubre hasta el siglo diecinueve. Y entonces comienza la historia de los Henríquez Ureña, su ambiente familiar, la formación de aquella prole fecunda, la presencia de Pedro en Cuba, México, Argentina, Estados Unidos; su rol ateneísta en la patria azteca, su pensamiento positivista, su exaltación del modelo griego, y así, tras sus huellas, tras sus batallas, tras su magisterio, tras sus ilusiones, tras sus cansancios, tras sus frustraciones y caída final. O sea, todo. Y el profesor llama a su obra gigante “esbozo”. Tal vez, don Pedro sea tan grande que todo cuanto se diga de él sea solo eso: un bosquejo, y el trabajo del profesor siga siendo un proyecto, un trazo apenas de la vida de este gran hombre de nuestras letras y de las letras continentales. Pero, no. En estricto sentido, la del profesor es una obra magna, una contribución a nuestra bibliografía que valió la pena esperar y, lo más importante, una obra de amor que consumió largos años de trabajo, de dedicación plena, de sacrificio intelectual y de investigación minuciosa que deja ahora un legado perenne.

No debe permitirse el silencio tras esta obra de homenaje a la inmensidad intelectual que fue don Pedro Henríquez Ureña. El profesor Jorge Tena Reyes ha escrito su obra cumbre, nos puso a todos los que le queremos y respetamos a mantenernos expectantes por años esperándola. Nos la entregó sin fanfarria ni altisonancia ni presunciones. Toca ahora a nuestra sociedad literaria reconocer el valor que entraña su investigación para que la obra de Henríquez Ureña siga siendo un canal de conocimiento, de festejo de la inteligencia, de altar de desvelos, de mirada firme sobre la conciencia más pulida y mejor formada salida de nuestro terruño. Al fin, se unen para hoy, para mañana, para pasado mañana, la obra grande del profesor Tena y la obra elevada del maestro Pedro.

Esta semana, esta obra fue considerada el Libro del Año 2016 al obtener el codiciado galardón de las letras dominicanas, el Premio Nacional de la Feria del Libro Eduardo León Jimenes, en su vigésimo-primera edición.

Libros
Pedro Henríquez Ureña, Esbozo de su vida y de su obra

Jorge Tena Reyes (Ediciones UNPHU, 2016. 575 págs.)

La obra cumbre del profesor Jorge Tena Reyes, en la que realiza una exhaustiva investigación y relato sobre los avatares vitales de su admirado Pedro Henríquez Ureña, a cuya memoria ha dedicado décadas de promoción y defensa de su amplio legado.

Epistolario

Familia Henríquez Ureña
Edición y notas: Arístides Incháustegui/Blanca Delgado Malagón (Secretaría de Educación, 1994. 1,012 págs.)

Esta obra que, en su momento, concitara un interés extraordinario por las relevaciones que contienen las misivas entre los miembros de la familia Henríquez Ureña, se hizo realidad gracias a la iniciativa de Jorge Tena Reyes y Yolanda Ricardo.

Presencia de Pedro Henríquez Ureña. Escritos sobre el maestro

Compiladores: Jorge Tena Reyes, Tomás Castro Burdiez (Editorial Ciguapa, 2001. 598 págs.)

Recopilación de escritos sobre la vida y obra de Pedro Henríquez Ureña de 35 grandes figuras hispanoamericanas, entre ellas: Ernesto Sabato, Jorge Luis Borges, Emilio Carilla, Enrique Anderson Imbert, José Vasconcelos, Ezequiel Martínez Estrada y otros.

Pedro Henríquez Ureña

Enrique Krauze (Conaculta, México, 2000. 63 págs.)

Memorias de la vida y trayectoria de Josefina Miniño, una de las más extraordinarias exponentes del arte danzario en la República Dominicana. Uno de los más grandes admiradores mexicanos de la obra de Henríquez Ureña, el historiador y ensayista Enrique Krauze, evalúa la vida y obra de don Pedro desde el relato del crítico errante hasta la del santo escéptico, pasando por su pasión por la patria, sus amistades intelectuales, sus utopías de pertenencia y su nicho ecológico.

Pedro Henríquez Ureña. Vida, errancia y creación

Andrés L. Mateo (Ediciones Ferilibro, 2002. 336 págs.)

Como indica su autor, este ensayo es “una cartografía angustiosa” de la vida itinerante de Pedro Henríquez Ureña “que deja en el aire la formidable verificación de una existencia enteramente dedicada al estudio, el trabajo, el engrandecimiento personal y la entrega a los demás”. Un ensayo biográfico de gran valía.

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