Cultura Nacionales

Huella pedagógica republicana

Written by Debate Plural

José del Castillo (D. Libre, 14-11-15)

 

La huella pedagógica de los republicanos españoles que arribaron a Ciudad Trujillo entre 1939 y los años iniciales de los 40, fue sencillamente extraordinaria, revolucionando en muchos órdenes los estándares de nuestra educación, especialmente en los niveles básico, secundario, universitario, artístico y técnico vocacional. Entre los dominicanos que captaron la oportunidad única de aprovechar la presencia masiva de una élite académicamente bien formada en beneficio de nuestras instituciones, figuraron el abogado y bibliófilo don Julio Ortega Frier, rector de la Universidad de Santo Domingo, quien había sido Superintendente de Enseñanza bajo la Ocupación Norteamericana. El vicerrector José Antonio Bonilla Atiles –fundador de la Casa del Estudiante cuya presidencia recayera en el militante de Juventud Democrática Diego Bordas y quien entrara en conflicto con la política oficial a raíz de los aprestos reeleccionistas de Trujillo en 1946, asilándose en la embajada de México-, también jugó un papel activo en dicha acogida destinada a reforzar la calidad docente de la USD.

Igual hicieron el multifacético erudito Rafael Díaz Niese –director general de Bellas Artes a quien María Ugarte alude como “persona inteligentísima”, médico psiquiatra formado en La Sorbona y en España, con muchas ideas renovadoras- en el plano de las entidades culturales. El arquitecto y humanista José Antonio Caro Álvarez, en la colocación de los artistas en los proyectos de obras del Estado –como sucediera señeramente con José Vela Zanetti y sus murales. Y Manuel Arturo Peña Batlle, en la contratación de talentosos intelectuales hispanos para la preparación de la colección de obras conmemorativas del Centenario de la República Dominicana puestas a su cargo.

Un valioso aporte lo representó la Escuela Diplomática y Consular, a la cual se integraron como profesores Alfredo Matilla Jimeno –presidente de Izquierda Republicana en el país, quien ocupó la dirección técnica y posteriormente se instalaría en Puerto Rico en el ámbito universitario, reclutado por el rector de la UPR Jaime Benítez-, José Almoina Mateos, profesor entre 1940-45 –quien asimismo impartió docencia en la Escuela Nacional de Bellas Artes y en la Facultad de Filosofía de la USD- y Jesús de Galíndez, delegado en el país del Partido Nacionalista Vasco y del gobierno vasco en el exilio que presidía José Antonio Aguirre.

Asistiendo a las conferencias ofrecidas en esta Escuela, que operaba en la segunda planta de El Conde esquina Hostos, sede del Club Unión, María Martínez quedó impresionada por la sapiencia de Almoina. Trasmutado a preceptor de su hijo Ramfis, secretario particular del presidente Trujillo, y ghost writer de las obras Falsa Amistad y Meditaciones Morales de la autoría nominal de la Martínez. Autor del libro Una satrapía en el Caribe bajo el seudónimo Gregorio Bustamante y de su antídoto Yo fui secretario de Trujillo. Asesinado en México en 1960 por sicarios al servicio del dictador.

En la instrucción básica los inmigrantes republicanos fundaron centros educativos como el Instituto Colón, el Instituto Cervantes en La Romana, el Colegio Duarte y el Instituto Escuela, este último de prolongada existencia y prestigio, participando además en el cuerpo profesoral de las escuelas públicas secundarias. Guillermina Medrano –primera mujer concejal del Ayuntamiento de Valencia en 1936 perteneciente a Izquierda Republicana y casada con el representante de la Junta de Liberación Española en el país, el abogado Rafael Supervía- fue una de estas pedagogas ilustres exiliadas. Ganó fama al fundar en 1941 el Instituto Escuela, inspirada en la experiencia de la Institución Libre de Enseñanza de España, no sin antes trabajar como técnica para la Secretaría de Educación y como docente en la Escuela Normal.

El Instituto impartió enseñanza primaria y de kindergarten con una clara orientación paidocéntrica. Los profesores seguían el método de los centros de interés de Froebel, contaban con el material del sistema Montessori y estimulaban el desarrollo de la capacidad analítica del educando, quien debía participar activamente en la clase realizando cuadernos de trabajo y ejecutando tareas grupales. Se importantizaban las artes plásticas, las manualidades, el Teatro Guiñol y los festivales de fin de curso. Entre maestros y colaboradores figuraban Emilia Benavent, Fernando Blasco, Vicente Ruíz, María López, Alfredo de la Cuesta y José Vela Zanetti. El escritor, músico y pintor Fernández Granell organizó el Teatro Guiñol, según nos relatan la propia Guillermina Medrano y José Ignacio Cruz en Experiencia de una Maestra Republicana (Valencia, 1998). Los hermanos Wenceslao y Bernardo Vega, Carlos Alonso, Juan Rafael Pacheco y otros atestiguan la excelencia del Instituto.

En 1943 la profesora Medrano fue beneficiaria de una beca Rockefeller para realizar un curso en Teacher’s College de Columbia University, permitiéndole ampliar sus relaciones con el mundo académico norteamericano. En una memoria de su experiencia dominicana, la fundadora del Instituto Escuela –emigrada a Estados Unidos a fines de 1945 junto a su marido para trabajar en Washington por 36 años, ella en una escuela y en American University y él en la Universidad George Washington-, relata cómo ésta resultó reveladora de los límites de tolerancia en las relaciones del régimen con los republicanos.

“He de reconocer que, en los primeros tiempos, pudimos gozar de completa independencia en el desarrollo de nuestros programas. Y que pudimos también tomar medidas que otros centros no hubieran siquiera tratado de llevar a la práctica. Por ejemplo, nunca presidió nuestro centro el retrato del dictador, cosa peligrosa en un país donde por todas partes se leía, en grandes titulares, ‘Dios y Trujillo’. El hecho de que entre nuestro alumnado figuraba la hija del embajador norteamericano, así como los hijos de los embajadores de Colombia, Perú, Venezuela, México y de miembros de varias delegaciones y consulados, nos ayudó, sin duda, a conservar nuestra independencia. Esto duró cuatro años.

“Con la proximidad del fin de la II Guerra Mundial, y ante el temor de que grupos de dominicanos que luchaban con gran riesgo para derrocar al dictador, pudieran recibir ayuda, siquiera ideológica, de los exiliados españoles, hizo que la actitud de aparente respeto al desenvolvimiento de los españoles en la isla cambiara peligrosamente. Muchos habían dejado el país en cuanto les fue posible dada la limitación de medios para ganarse la vida. Así pues, cuando por diferentes ‘síntomas’ como ataques solapados en la prensa diaria, a mi esposo que dirigía el periódico Democracia, órgano de los republicanos y socialistas exiliados, pudimos darnos cuenta de que nuestra estancia en Ciudad Trujillo podría llegar a un clímax peligroso decidimos que era necesario buscar nuevos caminos para nuestra vida de exiliados.”

“La decisión no fue fácil. En estas tierras habíamos encontrado cariñosa acogida por gran parte de la población, teníamos amistad íntima con personas de una gran finura espiritual con quienes pasábamos veladas muy agradables, nos habíamos habituado a las frutas y a la exquisita cocina dominicana y hasta nos familiarizamos también con giros del lenguaje, nuevos para nosotros y, sobre todo, habíamos fundado un centro educativo que gozaba de gran prestigio y en el cual pusimos toda nuestra joven energía y esfuerzo. Con él quisimos demostrar al pueblo dominicano nuestro agradecimiento por habernos abierto sus hogares y acogido con cariño de hermanos.” De acuerdo con una evaluación de la Oficina de Educación de los Estados Unidos, el Instituto Escuela era “el centro con métodos más modernos del país en el año 1944”.

Otros pedagogos españoles fueron integrados en calidad de técnicos a la Secretaría de Estado de Educación. Cabe destacar la labor realizada por Malaquías Gil Arantegui, a quien la historiadora y periodista María Ugarte refiere en una estampa como “profesor de 10,000 estudiantes”, director del Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas de dicha cartera. Ejerció la docencia en Barahona, en la Escuela de Peritos Contadores, el Instituto de Señoritas Salomé Ureña, el Colegio Calasanz, la Facultad de Filosofía de la USD, donde impartió Geografía, Historia de América y Pedagogía. Fundador de la UNPHU, encabezó el decanato de Humanidades. Caminante incansable –rasgo heredado por su hija Laura, también consagrada profesora de Historia del Arte- perteneció a la Agrupación Socialista de Jaca (Huesca), de la que fue secretario general, activando en el ala izquierda del PSOE a nivel provincial. Profesor de enseñanza media, licenciado en Historia en la Universidad de Zaragoza, fue oficial de cartografía y comisario en la 31 División del Ejército Republicano.

En el campo de la formación laboral, en 1952 se creó la Escuela Nacional de Artes y Oficios (ENAO), cuya iniciativa se debió en gran medida al sindicalista y técnico andaluz Antonio Castro Jiménez, quien figura fichado como encausado en el Juzgado Especial No.3 de Represión contra la Masonería y el Comunismo bajo la dictadura franquista.

Una contribución clave de los refugiados españoles en la enseñanza fue la creación de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), inaugurada en 1942 bajo la dirección del escultor bilbaíno Manolo Pascual, quien la encabezó hasta 1951. En cuyo cuerpo profesoral y dirección participaron el pintor catalán José Gausachs, maestro de una generación de maestros que incluyó a Gilberto Hernández Ortega y Clara Ledesma. Y el burgalés José Vela Zanetti, con una portentosa obra mural que llenó de fuerza expresiva testimonial las paredes del Palacio de Justicia y la Universidad, la cúpula de la iglesia de San Cristóbal y la Basílica de la Altagracia, las sedes del Banco Central y el Banco de Reservas. Así como residencias, tales la del Cerro en San Cristóbal y la de doña Julia Molina, hoy recinto de UNAPEC. Explorando nuestras raíces y plasmándolas en señas de identidad.

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