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Américo Lugo, ejemplo perenne

Written by Debate Plural

Angela Peña (Hoy, 23-1-11)

 

Las famosas gemelas María del Carmen y Luz vivieron los momentos más lúcidos de Américo Lugo cuando éste dictaba a la primera con impresionante derroche de conocimiento los párrafos de su Historia de la Isla de Santo Domingo y ponía a la otra a leerle textos en francés.

Pero también les tocó sufrir el aislamiento y prácticamente la miseria  cuando el brillante abogado, diplomático, historiador, poeta, periodista, cayó en desgracia con la dictadura por haberse negado a escribir un texto que abarcara la llamada “Era de Trujillo”.

Lugo estaba perdiendo la visión y así lo confiesa en una de las cartas que envió a las sobrinas cuando éstas se ausentaban para Puerto Plata, donde las conoció al igual que a su esposa, la cubana Josefina de los Dolores Romero,  “la tía Lola” de las mellizas.

María Romero Correa, madre de ellas, era hermana de la esposa de Lugo. Estaba casada con Adolfo Antonio Nouel Victoria, sobrino del Arzobispo Adolfo Alejandro Nouel y de Eladio Victoria, ambos presidentes de la República.

Las gemelas nacieron el 10 de septiembre de 1917, y a pesar de sus casi 94 años de edad, conservan intactos recuerdos de su vida junto al valiente intelectual que murió  rodeado sólo del amor incondicional de los suyos, en plena tiranía. Pero el país sabía que tenía con Lugo una deuda de reconocimiento y no pasó un mes después que los Trujillo abandonaron la República para que se designara en su honor una de las más transitadas calles de Santo Domingo.

El aguerrido cronista enfermó y  el régimen se negaba expedirle pasaporte, narran. Juan Jiménez de la Rosa,  esposo de Luz, “Luchy”, lo inyectaba. Ella estaba junto a su cama cuando cerró los ojos para siempre, dice. “Juan le hizo la mascarilla”, recuerda Luz.

 

Historia de Santo Domingo.   “Tío Américo le escribió a mamá, sabiendo que yo estaba graduada de mecanógrafa, pidiéndole que yo viniera a ayudarle a escribir la Historia de Santo Domingo. Todos los días, después del desayuno, en la “Bernardo Pichardo” número 6, él me dictaba y yo escribía”, cuenta María del Carmen, egresada de la escuela de “Luisa Chevalier”. La muchacha, entonces de 18 años, hacía ese trabajo  en una máquina mecánica “Underwood”. Por las tardes él se sentaba en la sala y ella le leía los titulares del periódico para que seleccionara noticias de su interés.

Durante 11 meses estuvo trabajando con Lugo en ese libro, labor que se vio  interrumpida cuando el distinguido jurista pidió un tiempo para “descansar la vista”.

“Luchy” y María son fuente inagotable de anécdotas y ejemplares relatos de este tío “recto, educado, bien vestido, respetado”, padre de un solo hijo, Américo, alías “Chilín”, “que estudió en Francia, trabajó en la ONU y hablaba siete idiomas”. Dice “Luchy” que “hablaba por la BBC de Londres, tío Américo la escuchaba todas las tardecitas”.

Lugo era imperturbable, estoico aún ante la adversa situación que le impuso la tiranía. Luz, su comadre, porque él bautizó a su hijo Leopoldo, refiere que “cuando el temblor de tierra él estaba en el baño, yo fui a tocarle y se quedó igualito. Me dijo: “Yo lo siento mucho, pero me estoy bañando. Y no salió”.

María narra, por su parte, que como no tenían vehículo hacían visitas a pie. “Un día fuimos a la casa de tía Consuelo y Carlos Gatón Richiez, abogado, salió a saludarnos vestido con el saco de la pijama. Tío Américo consideró que eso era una ofensa, una falta de respeto, y al momento dijo: Nos vamos, porque la cucusita (María) tiene mucho dolor de cabeza”.

“Inspiraba respeto”, confiesa Luchy. “Cuando me casé vivíamos por Don Bosco y él y tía Lola iban todas las tardes a visitarnos, subían la callecita”.

De la muy famosa carta a Trujillo que recorrió otros países en el apogeo del trujillato hablan profusamente. Es una memorable misiva a Trujillo, del 13 de febrero de 1936.

“No recibo órdenes de nadie y escribo en un rincón de mi casa. Tampoco me considero historiador oficial, no puedo serlo de nadie. Un historiador oficial huele a palaciego y cortesano y yo soy la antítesis de todo eso”, expresaba entre otras consideraciones, en  ocho páginas. Agregó: “Aunque Ud.  me haya tratado muy poco, me conoce lo bastante, como me conoce todo el país, para saber que yo no me puedo consentir en verme uncido a ningún carro triunfal. La virtud y la ambición son en principio incompatibles”.

“Fruto Cárcamo, español, esposo de Diluvina Moreno, ahijada de tío Américo y tía Lola, logró sacar la carta, que fue publicada en México y otras naciones. Trujillo pudo ahogar  a tío Américo, pero sólo fue una prisión domiciliara, aunque la casa estaba vigilada por militares. Él salía de su cuarto para ir al comedor. Pensábamos que lo matarían”, expresan. Perdió su casa y así se lo hizo saber a Trujillo en la correspondencia. Lo prefirió antes que “vender mi pluma” o “escribir por encargo”.

Isidoro Américo, que se destacó como  nacionalista durante la ocupación norteamericana de 1916, nació en Santo Domingo el cuatro de abril de 1870, hijo de Tomás Joaquín Lugo Yépez, de Maracaibo, y Celia Herrera Veras. Además de ejercer como abogado ocupó funciones diplomáticas en España, Francia, Argentina.

Fundó el periódico “Patria” y dejó publicados los libros: A punto largo, Heliotropo, Historia eclesiástica de la Arquidiócesis de Santo Domingo, La Española en tiempos de Fuenmayor, Cómo murió la Primera República, Baltasar López de Castro y la despoblación del Norte de La Española, Historia Colonial de la Isla Española de Santo Domingo. Murió el cuatro de agosto de 1952.

La calle

El 27 de diciembre de 1961, el Ayuntamiento del Distrito Nacional decidió poner a algunas vías nombres “de personas que sirvieron a la República de distintos modos”, sustituyendo los de otras “cuyo único mérito era el de estar emparentadas con la tiranía recientemente abolida”. Ese día se designó “Américo Lugo”  la antigua calle “Teódulo Pina Chevalier”. Nace en la “Respaldo Samaná”, en “María Auxiliadora”, atraviesa “Villa Juana” y el ensanche “La Fe” y termina en la avenida “Ortega y Gasset”.

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