Cultura Sociedad

Amasijo de necesidades

Written by Debate Plural

Marcio Veloz Maggiolo (Listin, 21-6-17) 

 

El siglo XVIII dominicano fue, de los siglos coloniales, el más dinámico en relación con el mestizaje. Quizás las libertades que aseguraba en ese momento el sistema colonial mediante el creciente uso del hato ganadero, y la carestía de los esclavos, obligaría en parte a una especie de protección de los mismos que derivaba en un trato más suave y para nada comparable con el que recibían los esclavos de la parte occidental, si se tiene en cuenta que en solo cien años, como bien apunta Peña Batlle, citando la crónica francesa, murieron más de 400.000 debido a los malos tratos y a la violencia del dueño de ingenios.

El mestizaje se apunta como un rasgo importante en este siglo,  y la apertura eclesiástica hacia el matrimonio consciente se registra en los libros con frecuencia. Conjuntamente con algunas licencias la población parda, mestiza y mulata, ésta fluye hacia un espacio más liberal por parte de las autoridades. A partir de los comienzos del siglo XVII ya los esclavos podrían, en términos teóricos, realizar sus diversiones en los días festivos. La iglesia responde hasta cierto punto positivamente, pero como bien señala José Luis Sáez en su estudio titulado La Iglesia y el Negro en Santo Domingo, aún con las reservas de lugar en torno a los tratos del negro, la Iglesia no tomaba partido en lo relativo a una posición contraria y definitiva frente al proceso.

Vale decir que durante el siglo XVIII la libertad festiva de la sociedad colonial y del esclavo era muy destacable. La vida de los esclavos del hato estaba marcada por las fiestas sociales, en las cuales entraban los mayordomos y a veces los dueños del negocio. Para una buena información sobre la vida festiva vale revisar los datos punitivos del Código Negro de Empar‡n, nunca aplicado, pero fuente de gran valor para conocer tras las prohibiciones y ordenamiento de la sociedad negra, no sólo las características sociales del momento, sino las fiestas y formas lúdicas.

Mediante las festividades que llevaban a cabo las cofradías, y las hermandades los elementos de la criollidad, si así pueden llamarse, se afincaban y se hacían fuertes. Ejemplos serían las fiestas del espíritu santo, de las cuales la hermandad de los Congos de Villa Mella es aun portadora, o la Hermandad de Toreros de Bayaguana, o bien la fiesta de La Sarandunga banileja, producto de la adoración a San Juan Bautista, festividad ligada al hato ganadero y a la emigración de los habitantes fronterizos en el momento de las rebeliones de esclavos de la parte occidental.

El siglo XVIII es el siglo de las refundaciones canarias, algunas fracasadas y otras exitosas, pero igualmente es el siglo en el que las pieles que se venden a la parte occidental generan una gran riqueza desconocida en el siglo anterior. Oficios como el de tablajero, montero, vaquero,  e intermediario, completan una vida rural en ocasiones semi-nómada, producto de las viejas formas de cacería de ganado cimarrón heredadas del momento de las devastaciones de Osorio. Desde otro punto de vista, la presencia canaria es un soporte claro a la agricultura, y aunque muchas familias emigraron de los puntos clave de fundación inicial, se concentraron en ocasiones en el centro de la isla, donde el factor de la tierra abundaba, como sucedió en algunos puntos del Cibao.

Para nosotros, el criollo, como tal, emerge ya con su completa idiosincrasia desde el siglo XVIII; había estado marcado como una posibilidad en los enfrentamientos del XVII contra las propias autoridades españolas, y en posteriores defensas fronterizas donde el arma blanca tuvo presencia casi libertaria. .

Definimos al criollo como el portador de nuevos valores sociales que resultan de la correlación con el medio cultural donde las necesidades de adaptación son resueltas con fórmulas culturales producto de la misma. El XVII  en sus inicios, vio nacer el núcleo de valores novedosos y opuestos políticamente a la Corona, con la economía producto del contrabando, el corsarismo, y el hato ganadero productor de pieles. Sobre las necesidades de la creciente sociedad en rebeldía, también se conformaron maneras de construir las creencias religiosas, adaptándolas al interés no de la corona sino de los creyentes. Católicos y creyentes no tan católicos, inventaron una religiosidad popular que iba a favor de ellos y no de los pocos curas que habitaron la parte oriental de la isla, ni de los prelados que administraban los dones de la salvación, cuando en aquellos momentos la cultura era un amasijo de necesidades.

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