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Hubo funcionarios, compinches y paniaguados que no cupieron en el avión

Written by Debate Plural

Hamlet Hermann (Hoy, 23-10-11)

 

Bajo el impetuoso avance del Ejército Rebelde encabezado por Fidel Castro, sonaron las campanas del año nuevo 1959. El dictador cubano Fulgencio Batista llenó varios aviones con dinero, joyas y secuaces escapando entonces hacia el único régimen donde creyó estaría seguro: la tiranía de Rafael Trujillo. Esta actitud cobarde generó la categoría de “los que no caben en el avión”. Así se identificaba a los funcionarios de la dictadura que no tuvieron el privilegio de escapar junto al déspota de turno. Por vía de consecuencia, la inmensa mayoría de los causantes de la miseria y el envilecimiento del pueblo, tendrían que quedarse en el país. Éstos enfrentarían los castigos que en realidad merecían sus líderes fugitivos.

Igual sucedió cuando la familia Trujillo tuvo que salir en estampida en 1961. Los de primera, con María Martínez Alba a la cabeza, salieron con las árganas llenas de dinero robado hacia la acogedora Europa. Huyendo de los levantamientos populares, cupieron en los aviones algunos ministros, generales, torturadores y criminales. Pero los de tercera no tuvieron otra opción que no fuera mimetizar y clonarse como “antitrujillistas” y “sufridos de la tiranía”.

Por suerte para los trujillistas remanentes, el candidato del Partido Revolucionario Dominicano, Juan Bosch, llamó al “borrón y cuenta nueva” como táctica para ganarse sus votos. Y así fue como El Profesor ascendió a la Presidencia de la República, impidiendo el necesario ajuste de cuentas que debió castigar a tanto ladrón y delincuente que se benefició durante tres décadas. Bosch acogería a su lado a fervientes trujillistas, quizás creyendo que los ganaba para su causa. Pero fueron esos los primeros en negarlo cuando el golpe de Estado lo derrocó a los siete meses de haber tomado posesión.

Respetando las distancias históricas, especulo pensando en cuántos funcionarios del actual Gobierno cabrían en el avión presidencial si tuvieran que entregar la administración del Estado a otros. Si algunos gobiernistas han creído sus propias mentiras y piensan que su líder va a “echar el pleito”, será mejor que pongan el despertador para que los despierte antes del 16 de agosto de 2012, no vaya a ser cosa que se enteren por la prensa de un vuelo fletado hacia nadie sabe dónde. Debiera alertarlos que ahora, cuando el líder ya no es candidato, mucho de cuanto dice esté orientado hacia la política internacional. Aparentemente, como si buscara cómodo nido para una prolongada estancia.

De ser derrotado el candidato del actual Gobierno en las elecciones de 2012, sus seguidores descubrirán que no tienen líder ni partido. Ellos mismos se ocuparon de destruir el vínculo político e ideológico que, mal que bien, construyó Juan Bosch. Prefirieron comprar votos y sumisiones sin que mediaran compromisos basados en elevar la conciencia política y social. Forjaron una estructura corporativa para la corrupción con la impunidad garantizada, que duraría mientras estuvieran en el poder. El aglutinante político les va a hacer mucha falta cuando ya no puedan firmar cheques con fondos del erario. Entonces evidenciarán las diferencias entre los que robaron mucho, los que robaron menos y los que recibieron limosnas por repetir consignas y prestar cédulas de identidad para acumular votos de hambre.

Los que menos “ahorraron” desde sus encumbrados cargos se balancean hoy en la duda de si la impunidad histórica seguirá imperando o si el próximo Presidente entiende que tanto robo descarado debe ser alguna vez castigado. Aquellos que no cabrán en los aviones fletados no podrán disfrutar de las tarjetas de crédito sin límites. Sufrirán pesadillas con “las vacas flacas” que les esperan. Eso junto al bochorno permanente por el inexplicable y súbito enriquecimiento que no pueden justificar dentro de la legalidad. ¿Podrán esos mantener en colegios y universidades privadas a sus hijos y nietos? Quizás alguno de esos funcionarios, ahora gobernando, llegue a entender lo que significa la negación de los fondos necesarios para una educación decente y digna. ¿Pagarán en el futuro el consumo de electricidad de sus residencias urbanas y campestres? ¿Estarán dispuestos a cubrir los impuestos que la ley establece por su envilecido enriquecimiento mientras ejercían el poder? En eso debieron pensar antes los que, de seguro, no cabrán en el avión.

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