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Federico Jóvine Bermúdez

Written by Debate Plural

Mateo Morrison (Listin, 5-2-17)

 

Como dijera el poeta mexicano Amado Nervo ¨Detrás de la tumba, ya no hay más que silencio ¨. Sin embargo, en el caso de los poetas y de los escritores en general, o de quienes en alguna forma han dejado plasmado su creatividad, talento, valores o su profunda humanidad en los seres que le rodean, el silencio es prácticamente imposible.

Asistimos a la despedida física de un gran dominicano. De un hombre que hizo de la amistad, la solidaridad y de su entorno familiar, un sacerdocio, donde como siempre con la sonrisa en los labios, ofició en las más excelsas ceremonias de la cotidianidad para que hoy todos nosotros sintamos el profundo dolor de su partida material.

La historia de la literatura dominicana y en particular la poesía no puede escribirse sin pensar en Federico Bermúdez con Los humildes, René del Risco Bermúdez con El Viento Frio y Federico Jóvine Bermúdez con poemas como Ramón Natera o Tres cantos a Vivian Riviere. Y digo esto, porque esos tres ejemplos pueden ser proyectados al pasado y ser traídos al presente.

En el año 1974 en el centro cultural La Carreta de la Zona Colonial, presenté el primer libro de Federico Jóvine Bermúdez ¨Huellas de la ira¨, y expresé lo siguiente: Esta poesía es diversa y por tanto rica. Sin embargo, hay que hacer notar el carácter épico de su poética hasta en la extensión de los poemas: Canto a los niños del pueblo, Canto a la muerte de Kamal Nassel; sus recursos artísticos no son complicados: utiliza principalmente la metáfora. Donde sus trabajos pueden tener cierta complejidad no es en su estructura, que es bastante sencilla, sino en el contexto cultural que rodea los mismos y esto lo podemos ver en los poemas, Versainograma a Neruda y Canto al soldado USA Army muerto en Vietnam, donde el dominio de la conformación cultural de los poemas es notorio; es más, si lo despojaran de sus excelencias líricas podrían ser una buena guía para el conocimiento de esos países. A propósito –como en la famosa fiesta bíblica- he dejado el buen vino para último-, quiero referirme a dos poemas de Federico, Tres cantos a Vivian Riviere y Canto a Dalia Kautzman, donde el autor hace alardes poéticos indiscutibles; son piezas literarias que lo colocan dentro de los más óptimos niveles de creador literario: Te negaron el derecho al placer,/a la sonrisa/a buscar la verdad,/de escapar/ a tu medio,/a tu ambiente,/y yo me pregunto en medio /del espanto que/me dio su figura deslizándose/ por el muro/si tenías el derecho de suicidarte,/si tenías el derecho a prescindir/ de la risa/de impedir al viento penetrar/en tu pelo/de no dejarnos oír la suavidad/de tu voz/de pájaro/ enjaulado.

Lo que dije hace 43 años lo confirmó una trayectoria esplendente de aciertos, que se extendieron hasta nuestros días con un conjunto de obras en diversos géneros y varios poemarios inéditos, que cuando se publiquen reiterarán una vez más el valor literario de este creador que hoy nos deja llenos de tristeza, pero convencidos de que abarcó un espacio vital donde la honestidad, la imaginación, el talento y la fraternidad, sobresalen. Son mariposas que se internan por millones en los aires para acompañar la despedida de quien cantó y contó las cosas esenciales y lo hizo con originalidad y certeza.

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