Eduardo Garcia Michel (D. Libre, 24-1-17)
Por un tiempo se había creído que los organismos multilaterales de financiamiento, como por ejemplo el Banco Mundial, actuaban de buena fe en ayuda de los países en vías de desarrollo, dando consejos y recomendaciones sanos, desprovistos de segundas intenciones.
Y financiaban algunos proyectos de inversión colocados dentro de las prioridades, lo cual hacen cada vez menos, pues ahora se han dedicado a entregar recursos a los gobiernos para gastos corrientes, sin el cedazo de lo razonable, es decir, para cualquier cosa.
Y eso no ayuda; más bien daña.
Hay algo a lo que no han podido escapar: en el fondo son instrumentos de dominación de las potencias que los rigen y controlan. Esa dominación a veces la ejercen con discreción. En otras ocasiones, como se dice en el lenguaje coloquial dominicano, se les ve el refajo a la distancia.
El Banco Mundial publicó hace poco un documento titulado “Para construir un futuro mejor juntos: notas de política de República Dominicana”.
En ese documento el organismo internacional actúa como una fuerza de choque para dinamitar la resistencia interna a seguir aceptando la inmigración ilegal, procedente de Haití.
El organismo multilateral en vez de sugerir que se ordene la casa, se hagan cumplir las leyes de migración y laboral, y se fortalezcan las instituciones, lo que hace es estimular a las autoridades a que diluyan la institucionalidad y, de paso, las encandilan a abrir más la frontera para que ingrese un flujo mayor de inmigrantes.
En esas notas el Banco Mundial trata el tema de la inmigración haitiana ilegal aplicando la técnica de los dos golpes. El primero para suavizar y el segundo para atontar.
(En Cutupú existían los tres golpes de Tilín, que era un purgante para los parásitos tomado en tres fases, por lo que a lo mejor se reservan uno de mayor contundencia).
Dice el documento, en su primer golpe, refiriéndose a la inmigración masiva haitiana ilegal, que “un enfoque de “no hacer daño” parece ser el más apropiado por el momento. Esto podría tomar la forma de un esfuerzo ordenado para documentar y regularizar a migrantes que actualmente viven y trabajan en la República Dominicana.”
No hacer daño, ¿a quién? Lo que el banco Mundial tiene en mente es no hacer daño a los inmigrantes haitianos ilegales, dejándolos aquí para siempre, a los que ya están en el país y a todos los demás que quisieran llegar.
Pero, entonces, y de los dominicanos qué.
En eso consiste el segundo golpe, en atontar a ese pueblo dominicano que con tanta facilidad, creen ellos, se deja embaucar, planteando argumentos dirigidos a que se acepte la asimilación de todos los haitianos.
Sin ningún rubor el Banco Mundial sugiere que “un escenario de política abierta, en el cual RD opte por una política de migración totalmente abierta desde Haití (tanto para migrantes actuales como futuros) aumentaría el nivel de los salarios entre 2-3 por ciento durante los próximos 8 años, en particular, los salarios urbanos no calificados (4 por ciento). Por otra parte, una política de “deportación” (es decir, donde todos los migrantes sean deportados y no se permita la entrada a nuevos migrantes) se traduciría en una disminución de 3-5 por ciento de los salarios.”
En consecuencia, el Banco Mundial propone que se queden para siempre en territorio dominicano los inmigrantes haitianos ilegales. ¡Hurra! Y que acaben de llegar los demás, los que todavía no han entrado.
O sea que cambiemos, en el mejor de los casos, un incremento pírrico de salarios por la entrega a ellos de la nacionalidad y del territorio dominicano. Y que pasemos a ser parias en nuestra propia tierra, puesto que el poder político pasará a ser patrimonio de una nueva mayoría compuesta por extranjeros.
El organismo multilateral ignora adrede que los dominicanos han sido y están siendo desplazados por la inmigración haitiana de sus puestos de trabajo en la agropecuaria, construcción, servicios, comercio, turismo, ahora bajo la modalidad de subcontratación para que sectorialmente no sean visibles.
Se hace de la vista gorda acerca de que los inmigrantes haitianos, por su penetración masiva y baja formación, presionan el nivel general de los salarios a la baja, lo que constituye una barrera a la tecnificación y capitalización de las actividades productivas.
Soslaya que la entrada masiva de cientos de miles de indocumentados portadores de enfermedades y taras, constituye un severo freno a la modernización del país, y lo empuja hacia la profundización de la pobreza.
Y que, además, son transmisores de una cultura ajena a la dominicana. Y reacios a asimilar las costumbres de nuestro pueblo.
Una cosa es admitir migración selectivamente escogida en función de las necesidades, sobre todo migración de alta formación profesional y educativa, y otra dejarse invadir por masas carentes de educación.
El país necesita con urgencia inmigración calificada; pero le sobra la no calificada.
Los ingleses votaron a favor del Brexit para poder controlar la inmigración europea de raza blanca proveniente de Europa del este, menos calificada y conflictiva. Y los europeos y los Estados Unidos están introduciendo cada vez más trabas a los flujos migratorios ilegales.
Por qué el Banco Mundial no les propone a esos países avanzados que abran sus fronteras para recibir con los brazos abiertos a los flujos de migrantes, entre ellos a los dominicanos que tendrán que abandonar su patria para hacer cupo a los haitianos.
O acaso lo que es bueno en un lado, no lo es en el otro.
Este striptease que acaba de hacer el Banco Mundial escandaliza, no por el desnudo, sino por la falta de rubor, y la manifestación de una intención maligna hasta ahora disimulada, la de obligarnos a asimilar a los haitianos. ¡Oh, pobre patria de Duarte!
