Nacionales Sociedad

Rojos republicanos de verdad

Written by Debate Plural

José del Castillo (D. Libre, 24-10-15)

 

Entre los miles de refugiados españoles de la Guerra Civil que llegaron a Ciudad Trujillo entre 1939 y 1940, arribaron dirigentes y cuadros militantes afiliados a las más diversas corrientes políticas e ideológicas que hicieron causa con la Segunda República Española (1931-39). Republicanos moderados y de izquierda, socialistas del PSOE divididos en tendencias, comunistas del PCE y el PSUC catalán, trotskistas del POUM, anarcosindicalistas de la CNT y la FAI, sindicalistas socialistas de la UGT, nacionalistas vascos del PNV y autonomistas de Esquerra Republicana de Catalunya, entre otras denominaciones. Por la filiación de izquierda de buena parte de ellos, en España el bando nacional falangista y católico los llamó genéricamente rojos –una eficaz solución envolvente que ahorraba distinciones-, aunque sólo una parte realmente lo fuera. Dentro del contingente que desembarcó en la República Dominicana dominada por Trujillo llegaron rojos verdaderos, el grueso de los cuales re-emigraría luego hacia destinos más benignos en América.

Siempre escuché de labios de mis queridos contertulios, el profesor Dato Pagán Perdomo –quien narraba por sí y por experiencia compartida con el legendario dirigente sindical Mauricio Báez-, el poeta Pedro Mir Valentín, del fogoso Ramón Grullón, Francisco “Chito” Henríquez Vásquez, Juan Ducoudray Mansfield, Virgilio Díaz Grullón, Pericles Franco Ornes, Tulito Arvelo, Mario Sánchez Córdoba, acerca de la influencia que en el plano ideológico habían tenido los republicanos de izquierda y los comunistas españoles. Tanto en el Este como en Ciudad Trujillo, en cuanto a la formación del Partido Democrático Revolucionario Dominicano (PDRD), constituido en la oficina de abogado de mi padre y su sucesor en cierto modo, el Partido Socialista Popular (PSP), así como la Juventud Democrática (JD). Entidades que a mediados de los 40 nuclearon a la resistencia interna de izquierda y comunista frente al régimen de Trujillo, en lo que Bernardo Vega llamara acertadamente “el interludio de tolerancia” en una de sus obras.

A raíz de los aniversarios del éxodo republicano hacia América, entidades a ambos lados del Atlántico han inventariado parte de ese flujo migratorio, elaborándose esbozos biográficos, breves fichas de los emigrados, y reuniéndose relatos sobre sus experiencias de vida. Así como ensayos evaluativos acerca del impacto de los refugiados en las sociedades de recepción.

Entre los rojos de verdad que llegaron al país una parte apreciable eran catalanes. Como fuera el caso de Teresa Pamies Bertran, nacida en Balaguer, Lérida, de padre comunista. Autodidacta, tenía 20 años al final de la guerra, vinculada a organizaciones feministas de izquierda. A los 11 trabajaba como costurera, colaborando en la prensa revolucionaria y con la Juventud Socialista Unificada de Cataluña. Durante la República y la Guerra Civil se convirtió en figura política, recorriendo Europa para pedir apoyo a la causa. Exiliada en Francia junto a su padre, se trasladó a República Dominicana, Cuba y a México, donde vivió ocho años y estudió periodismo. En 1947 volvió a Europa y residió en Praga 12 años, trabajando en Radio Praga. Escritora galardonada, dejó plasmada su experiencia dominicana en Quan érem refugiats (Dopesa, Barcelona, 1975) y las vivencias habaneras en Gent del meu exili (Galba, Barcelona, 1975).

Según su relato, se embarcó en Burdeos en el trasatlántico La Salle, bajo arreglos del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE). Allí le conmovió la magnitud del drama humano del éxodo. Gente mayor enferma, niños nacidos prematuros, mujeres desmotivadas que huían arrastradas por los hombres. A su juicio, el “Benefactor de la Patria” aceptaba esta expedición de refugiados a condición de que el gobierno republicano en el exilio pagara 300 dólares “por barba”. Al arribar al puerto desde el barco avistó un letrero que decía “Dios y Trujillo”. El viejo Grimau, a su costado, comentó: “Esto me da mala espina”. Resultando “el mal agüero justificado”. En el puerto les esperaba Jesús Larrañaga. Una piña fresca le fue ofrecida al bajar. “Nunca he vuelto a probar una fruta tan deliciosa como aquella. Pero en Ciudad Trujillo no todo era fruta sabrosa.”

Los compatriotas que les precedieron advirtieron a los recién llegados: “Aquí manda Trujillo y Trujillo es un déspota y un hombre sin escrúpulos”. Para Pamies, la operación inmigratoria tenía tres objetivos: Trujillo pasaba por demócrata; el país recibía un contingente de blancos procedentes de la Madre Patria que podían aumentar el porcentaje de una población escasa, con la ventaja de que sería blanca o mestiza; los republicanos más significados de partidos de izquierda serían sometidos a condiciones humillantes y físicamente aniquiladoras. Este era el sentido de la acogida del régimen.

Relata que Jesús Larrañaga los alojó en una casa en la Dr. Delgado que resultó pequeña. Los Grimau fueron llevados a una pensión en El Conde, donde estaba J. Soley, ayudante de campo del Dr. Juan Negrín, último presidente del Consejo de Ministros de la República (1937-39), dirigente del PSOE y organizador del SERE en París. María Luisa, esposa de Alfredo Cabello, y Teresa Pamies, cosían y remendaban, se ocupaban de la cocina y las compras. Gonzalón consiguió en una fundición artesanal, Ricardo Urondo entró de linotipista a La Nación, y Valverde trabajó en una metalúrgica. Jaume Girabau, de Sabadell, fue enviado a San Pedro de Macorís. Otro contingente, entre ellos el abogado Tomás García, fue a Pedro Sánchez a fundar una nueva Icaria, que acabaría de mala manera.

De los mencionados por la Pamies, Jesús Larrañaga Churruca (Goierri) era dirigente fundador del Partido Comunista de Euskadi junto a Dolores Ibárruri. Sindicalista, candidato a diputado por el Frente Popular, designado Comisario de Guerra de la Junta de Defensa de Guipúzcoa, jefe de batallón durante la Guerra Civil. Exiliado en Francia, pasó por campo de concentración y con ayuda del PC francés se reencontró con su familia en París. Esta emigró a la URSS y Jesús desde El Havre, en el vapor La Salle, vino a Dominicana. “Viajó en compañía de Imanol (Asarta Imaz) y con otros camaradas: Markina, un minero vizcaíno que empezó la guerra de Comisario político y la terminó mandando una división, Isasa, Alberdi, Sábada, Juan Chabás y un joven palentino que no llegaba a los 20 años, Jesús Gago, que será testigo de los últimos momentos de Goierri. Llegaron sin novedad a Puerto Plata.”

De la lista de Pamies, Jaume Girabau era de la JSU y el PCE. Participó en la expedición para liberar Mallorca comandada por Alberto Bayo, peleó en el frente de Aragón y fue Comisario de la 30 División. Ricardo Urondo era dirigente comunista vasco y había presidido la unión de tipógrafos, su madre fue fusilada por los franquistas y el hijo murió en el frente. Fallecería en el exilio en Argentina. José Isasa Olaizola, de San Sebastián, era comunista, obrero de Cementos Rezola. Organizador de las milicias en Donostia, dirigió un batallón de la 114 Brigada del Ejército Republicano. Fue reingresado a España desde el exilio por el PCE en 1943 para articular operaciones guerrilleras y trabajo político. Apresado y fusilado por el franquismo en 1947.

Larrañaga, miembro del Comité Central del PCE, se movió junto a Imanol Asarta en 1941 a La Habana y desde allí, junto a otros, fue enviado a Lisboa para penetrar al interior de España a restablecer la organización. Apresados en Portugal y entregados a la policía franquista, fueron condenados a muerte. Fusilados en el Cementerio Almudena en 1942: Larrañaga, Jaume Girabau, Joaquín Valverde e Imanol Asarta Imaz, junto a otros. A Jesús Gago le fue conmutada la pena de muerte. Todos habían estado en República Dominicana bajo Trujillo y fueron a parar al paredón franquista. En una obra alusiva a la vida militante de Larrañaga se afirma: “Parece que Jesús hizo trabajo entre los exiliados y puede que también contribuyese a crear el Partido Comunista Dominicano que fue creado por comunistas españoles”.

A ese mismo grupo relacionado con Teresa Pamies y Jesús Larrañaga estuvo vinculado Julián Grimau, célebre dirigente del Comité Central clandestino del PCE que fuera fusilado –a contracorriente de la opinión pública mundial, incluida la del Papa Juan XXIII- por la dictadura de Franco en 1963. Acusado de crímenes durante la Guerra Civil, cuando se desempeñara en la Brigada de Investigación Criminal. Es muy probable que el “viejo Grimau” aludido por Pamies sea el padre de Julián, quien tendría 28 años. Como se dice sobre la última víctima mortal del franquismo: “Al final de la guerra marchó al exilio, República Dominicana y Cuba en principio. Su familia, salvo su padre, se quedó en Madrid.” Los Grimau de El Conde.

Pamies casó con López Raimundo, secretario general del partido de los comunistas catalanes. Entre sus obras figura una biografía de Dolores Ibárruri, presidenta del PCE, así como Los niños de la guerra. En 1997 recibió la Medalla de Honor de Barcelona y en el 2006 el Premio Manuel Vázquez Montalbán.

¿Cómo nos vio? La población es sobre todo negra, descendiente de esclavos. El clima tropical, húmedo, despiadado. Enfermedades, las del trópico, agudizadas por la miseria: tracoma, parásitos intestinales, malaria. Le impresiona la ciudad con su flora exuberante, en particular las trinitarias que lo decoran todo, casa de rico, barraca de pobre. Ve en el aguacate una de las frutas más sabrosas y nutritivas de la isla. Y a los plátanos verdes, fritos en lonjas, sobre el arroz, los estima excelentes. Aprecia la acogida dada por la vieja colonia española a los refugiados, pese a celebrar el triunfo nacional. Al final, dice, “la sangre pesa”. Como lo reveló Melquíades, un asturiano con tienda de ropa en las inmediaciones del puerto, casado con mulata dominicana –hija de holandés y haitiana-, con seis hijos. Quien le ofertó trabajar como dependiente en su negocio.

A pesar de ser ella, una roja de verdad.

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