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El provocador e iconoclasta “manifiesto postumista” de Andrés Avelino y Domingo Moreno Jiménes

Written by Debate Plural

El manifiesto de Avelino es – como tenía que ser- provocador, desacralizador, y peca, sin la menor duda, de soberbia. Avelino reniega de “la aristocracia intelectual”, de “Los mármoles y de Paros y de Corinto (que) no se han hecho para nuestras estatuas”, reniega de Verlaine, de Mallarmé, de Tristan, de Laforgue, reniega de “la majestad de la Gioconda”, del impresionismo y del misticismo. Se opone a la vez al “romanticismo de Hugo” y al “realismo de Ba1zac”, a “La bella mentira de Oscar Wilde”, a Virgilio, Goethe, Shakespeare. Reacciona “también contra los ultraístas, futuristas y creacionistas”, amén de vedrinistas. Avelino reacciona, en síntesis, contra los clásicos, la vanguardia y la retaguardia. El colmo de las paradojas es que al inicio del manifiesto cita, a manera de consigna o estandarte, unos versos de Darío (“Juventud, divino tesoro”) y en la segunda página declara tranquilamente: “nada de malabarismos estéticos ni musicales. Rubén Darío ha muerto”.

Si no se entiende como paradoja, el manifiesto postumista no se entiende. Avelino no sufre sus contradicciones porque se contradice adrede. Como buen agitador, apunta a la provocación y gana la apuesta. Para ello nada mejor que degollar metafóricamente -como en efecto hizo- unas cuantas vacas sagradas, a las cuales se niega a convertir en objetos de culto, es decir, en fetiches. Lo que en sustancia rechaza Avelino es eso: el fetichismo cultural, el elitismo, el colonialismo intelectual, la rigidez de los moldes clásicos, el criterio de autoridad establecido de una vez y para siempre, así como el oropel, la pedrería preciosa y la cursilería de románticos y modernistas rezagados (en cuyas filas había militado, junto a Zorrilla y Moreno Jimenes).

Al margen de lo que tiene de caótico, iconoclasta, provocador, al margen de lo que niega o rechaza, al margen de la desmesura y de las contradicciones que tantos críticos han hecho notar, el manifiesto postumista es depositario de todo un programa de cultura democrática: un programa específico de democratización del quehacer artístico y literario. El valor de este programa consiste, naturalmente, en el hecho de que se expresa y se sustenta en términos de ideología estética, en términos de poética, en conceptos avanzados, muy por delante de su época. En síntesis, lo que el manifiesto niega no es tan importante como lo que afirma.

Avelino aboga, en el manifiesto, por un “arte autóctono, para abrir la talanquera que nos ha separado del infinito.” Avelino reclama para todos “el mismo derecho de vivir su momento artístico, lo mismo la dama de la quinta florida, que el galán con chamarra, el labrador, el jornalero”. Avelino proclama que “Los poetas no seguirán siendo seres privilegiados y desconocidos de la multitud, camino del ensueño, sino seres videntes, camino de la verdad, pensadores y filósofos”. En el mismo orden de ideas, Avelino afirma: “No reconoceremos vocablos poéticos. Toda palabra es bella cuando está bien escrita; todos los actos de la vida basta que sean reales para ser artísticos; gran artista es aquel que más fiel interpretación nos brinda de esos actos”. La especificidad de la estética postumista radica en la idea de que “cada acto debe ser una palabra escrita y la belleza emocional de ese acto”. Radica en la cuestión del “acento emocional” que es lo mismo. Otro concepto que se desprende de los anteriores planteamientos, cae por su propio peso, a manera de corolario: “Forma y fondo y fondo y forma: serán una misma cosa ya que nuestro acento emocional permite una mezcla igual de idea y de emoción”. El ingeniero Delgado Malagón, que además es músico, (poseedor de una erudición tan pasmosa como la de mi dilecto amigo Armando Almánzar Botello) interpreta el fenómeno casi en la misma clave y da con una síntesis exacta, apretada, precisa (propia de su formación de economista neoliberal, tan útil para la literatura): “Ennoblecer lo trivial, constituir los íconos de un firmamento minúsculo y prolijo, en el que forma y fondo y fondo y forma serán la misma cosa: eh ahí el lema radical de la nueva doctrina. La inspiración revelada en el ‘acento emocional’, en la materia poetizada, en esa mezcla igual de idea y emoción.”

Eso es lo esencial del manifiesto postumista. El resto, casi todo el resto es trivial, es superficial, es irrelevante.

DE MANUEL DEL CABRAL: UNA CARTA A MORENO JIMENES

En este poema, el huracán Manuel del Cabral y el “franciscano del canto”, Domingo Moreno Jimenes, se hermanan en sus diferencias, que es casi lo único que tienen en común, y de esta manera se produce la empatía, la comunión de dos grandes poetas dominicanos. Manuel del Cabral se pone el traje, la vestimenta de Moreno Jimenes y lo recrea maravillosamente. Y se produce, entonces, sobre todo, uno de los momentos más altos de la literatura dominicana en la voz del más festivo, desenfadado y alegre poeta de esta tierra:

“Hay algo más que canta sin cantar en tu canto / Es algo más que es tuyo, pero tan transparente / que se mancha si a veces se acerca mucho al hombre. / Sueles decir sin canto, porque cantar no puedes, / algo que se te va de la palabra…/ Un poco de tus cosas, viajero sin horario / sin estación, sin guardia, sin boleto. / equipado tan sólo con el viento del alba. / Tú, viajero sin ropa / pero con la maleta siempre llena / del equipaje ronco de Dios que hay en tu pecho. / Por tu flecha hacia ti. Por el tres que eres tú, / por ser tú la mochila, el camino y el viaje, / desnuda como el agua esta carta te escribe / mi ventana que ahora se me llena de pájaros.”

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