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La camarilla palaciega: lealtad absoluta al liderazgo único

Written by Debate Plural

El beso del Presidente Fernández  en la Asamblea Nacional y la entrega del timón de la segunda línea del Metro a su esposa, constituyen  gestos simbólicos más allá del mundo de los afectos, más bien son propios del cálculo y la racionalidad política.  Con razón se ha dicho que hay dos campañas en el PLD que se complementan y contradicen.

En el Partido oficial existe una tradición de liderazgo único; solo han existido el de Bosch y  el de Leonel Fernández. Los que intentaron cuestionar el autoritarismo tradicional quedaron condenados a la sombra y  la genuflexión. Danilo Medina, a pesar de que también ha sido preso de esa dinámica, determinadas circunstancias le permitieron alcanzar la candidatura de su partido.

Eric From sostiene que el origen del hombre está en la desobediencia, invocando  la tradición cristiana donde Adán y Eva fueron sacados del paraíso y la griega donde Prometeo fue encadenado por haber desafiado el fuego de los Dioses.

Danilo Medina retó la verticalidad del liderazgo de su partido en 2008, quedando aplastado, como él mismo sostuvo “por el Estado”. Hoy la viabilidad de su candidatura ha  sucumbido a la obediencia, bajo la tutela del liderazgo único, moviéndose de forma compleja entre la sumisión y la búsqueda estéril de identidad propia.

Resulta ingenuo sostener que Leonel Fernández quiere que Danilo Medina pierda las elecciones para volver con un camino despejado en 2016; no obstante el Presidente constituye un adversario y un aliado para el candidato de su partido. Hay que recordar que éste intentó  violentar su propia Constitución, proponiendo una democracia plebiscitaria con un supuesto  electorado cautivo de dos millones de votos para imponer la reelección. Este atentado a la democracia se contuvo felizmente  por el repudio masivo de todos los sectores de la sociedad y del gobierno norteamericano. Ante este fracaso, la camarilla palaciega que funciona bajo un esquema de lealtad absoluta al liderazgo único, sostenido por la corrupción  oficial, arropó los puestos estratégicos de la candidatura, culminando en la imposición de la primera dama como candidata vicepresidencial.

En su discurso del 27 de febrero el Presidente deja claro que su estrategia es potenciar la polarización plebiscitaria, colocando al candidato de su partido en un segundo plano, mandando señales claras al satanizar el gobierno del PRD de 2004, para realzar la necesidad de la continuidad de su obra de gobierno, su liderazgo personal y   consolidar un núcleo de poder en torno a su esposa, con el propósito de mantener su poder en un eventual gobierno del PLD.

Esto determina que Danilo Medina tenga que moverse en un terreno inestable, haciendo intentos de ofrecer un “cambio mejor”, atrapado en no rozar en lo más mínimo la reelección conyugal que gravita fuertemente sobre su candidatura, a lo que habría que agregar su falta de carisma y su visión burocrática de la política.  Aunque cuenta con todos los recursos del Estado, no logra impactar a los sectores mayoritarios del electorado.

Queda poco tiempo para salvar el paralelismo y la fractura de la campaña; esta falta de convergencia denota una gran debilidad con un  costo político insuperable para el candidato del PLD.

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