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Aimé Césaire una voz para América Latina

Written by Debate Plural

Delia Blanco (Hoy, 2-11-13)

 

Los versos de Césaire nacieron de su pensamiento, libres, aéreos, vehementes y consonantes con el sentido danzante como el trópico, observó a fondo su realidad criolla y la hizo verso. Dentro del ambiente postcolonial en el que creció, y logró vencer con su inteligencia y el trabajo intelectual, positivando todos los obstáculos que le permitieron alcanzar la mejor academia y llegar a París, por ser merecedor de becas de estudios.

En París, conoce al estudiante africano Léopold Sedar Senghor, senegalés con quien se forjará una amistad intensa, fundada en una gran complicidad humana e intelectual, que ofrece al mundo el concepto de la “négritude”.

La conciencia de ser negro fue compartida, en esos años 30, con su amigo Senghor dentro del marco conceptual de su formación universitaria, basada en un amplio conocimiento de los filósofos de la “fenomenología y del existencialismo”. Esta idea-concepto significó para el mundo un nuevo amanecer, una nueva conciencia.

París era un centro intelectual y artístico internacional, tanto los americanos del norte como los latinoamericanos acudían a la “Ciudad de las Luces” para nutrirse de las ideas vanguardistas del momento y presenciar las vanguardias de la estética internacional. Era ciertamente París un enjambre de vanguardias y no solamente en las artes, sino también en la música y en la poesía.Vale reflexionar y señalar que este concepto de la “negritude” se integra dentro de una aceptación de la estética ancestral de África, reconocida en la belleza de la máscara que influenció el cubismo y que suscitó una auténtica revolución visual en las artes contemporáneas.

Esta perspectiva de la “négritude” propone un mayor acercamiento y conocimiento del continente africano, en su dimensión universal y perteneciente al conjunto de la civilización. Se trata de una idea entendida como un reconocimiento de los valores del ser humano en sí, dentro de sus relaciones con los demás, es una propuesta que llama a reconocer al ser humano negro dentro del conjunto del concierto de la humanidad; en su cultura, en sus relaciones con los demás, en su contacto con la naturaleza, con los elementos la flora, la fauna y con su dimensión de perteneciente a la construcción del mundo.

El pensamiento de Césaire penetra en las Américas teniendo por vector la ética y la estética de los valores africanos que se difundieron a través de la historia.

Una de las personalidades importantes asistió al encuentro y admiración por Miguel Ángel Asturias, cuya obra el “Poplo Vuh” fue una de las lecturas fundamentales de Césaire. Asturias admiró al poeta martiniqueño, quien supo reconocer en él una complicidad profunda por su aporte en la conciencia a la civilización amerindia y de los procesos de identidad de los pueblos de América Central.

La obra “Retorno al país natal” suscitó el interés inmediato de la intelectual cubana Lidia Cabrera, residente en París, haciendo investigaciones y estudios de etnología con Michel Leiris, ella también escritora e investigadora conoció al poeta y se impresionó a tal punto con los versos y la belleza de la lengua francesa que hablaba que le entraron las ansias de una traducción al español.Esa traducción hecha en 1942 fue saludada en su prefacio por Benjamín Peret. Césaire, más que un intérprete de la naturaleza tropical de Martinica, es parte de ella, juez y parte a la vez, de esta naturaleza. Su poesía tiene el movimiento soberano de los grandes árboles del pan y el acento obsesionante de los tambores del vudú.

El encuentro con Lidia Cabrera, quien estaba en París después de múltiples investigaciones en Cuba sobre el sincretismo religioso y la mágico-religiosidad, fue determinante para la difusión por toda América del “Retorno a un país natal”, pues encontró en ella una complicidad mágica con la virtud de entender tanto el sentido como la metáfora y el simbolismo de sus versos. No es nada casual, entonces, que los ritmos cadenciosos de un quindembo, de un baile congo, se penetren y se fundan en un concierto de una misma manigua antillana.

Es gracias a esa sagacidad visionaria de Cabrera que la lengua española tuvo en primicias el gran poema de Césaire, ocurrencia divina que llevó al alcance del maestro Wilfredo Lam esa imagen poética del Caribe que encontraría una complicidad de metáfora visual en la obra del maestro cubano. Porque definitivamente estamos frente a dos retornos.

El de la imagen y el de reapropiación de los signos, de los mitos, y de las creencias afrocaribeñas. Porque el sincretismo visual de Lam se vierte en la palabra de Césaire y se abrazan de tal manera que el retorno fue ilustrado con los grabados de Lam.

El encuentro entre estos dos hombres de regreso a sus islas es una de esas casualidades humanas que hacen historia. Después de haber vivido todos los planteamientos de las nuevas vanguardias, convencido de una búsqueda propia que correspondieran a la flora y a la fauna y mitos y creencias, así como Césaire lo hace en su poesía. Y su Regreso o Retorno.

La poesía de Césaire tiene un poder convocatorio de las palabras, por eso el maestro surrealista expresó “La palabra de Césaire es bella como el oxígeno naciente. Es un espacio poético, natural, donde naturaleza y sílaba hacen cuerpo, sobrepasando la geografía y abriendo el rito y la profecía, donde lo terrestre y lo cósmico se exaltan como vivencia de lo único.”

América Latina, por los años 30 vivía una etapa fundamental de reencuentro de identidad histórica y nuevos amaneceres éticos y estéticos. El continente en su estructura se compuso en su especificidad con la Vorágine de Eusebio Rivera en Colombia, jinete y duende de la naturaleza tropical colombiana en tierras del caucho. Esos ecos le llegan a Césaire, quien se interesó por compartir no solamente con el cuerpo afroamericano de Harlem pero también con todo lo que señala belleza en las Américas pues esto corresponde a un mundo de construir un espacio con la posibilidad de estetizar el mundo. Y liberarlo, buscando sus raíces.

Sus versos son una cosmovisión compartida, son el barroquismo latinoamericano con sus especificidades en Alejo Carpentier porque estamos en un canto poético que determina la fuerza del entorno físico con una comunión carnal con la naturaleza.

Aimé Césaire lanzó el gran puente de la palabra entre las islas y el continente americano con una dimensión lírica y visual pues en cada verso predomina la imagen sobre la idea, con una emotividad que nos enciende.

Por eso hoy celebrando su centenario natalicio nos sentimos tan cerca, tan honrados en nuestro mundo y en nuestra realidad, porque cada verso es un llamado insistente y necesario al mundo americano de hoy, porque la palabra cesariana es todavía necesaria y urgente, unificadora, y esperanzadora para todos los afroamericanos, los afrocaribeños, para todos los descendientes del viaje forzado, hoy volver a leer Césaire es seguir el viaje del retorno a la conciencia.

 

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