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Cita frustrada del Jefe

Written by Debate Plural

Angela Peña (Hoy, 22-11-08)

 

La amante que esperaba a Trujillo la noche que lo ajusticiaron era una dama de Mao que a los pocos días del tiranicidio confesó sus intimidades al hermano del dictador, Héctor Bienvenido. Le dijo que desde hacía meses, “El Jefe” estaba sexualmente impotente.

Generoso Gómez estuvo presente cuando la entonces joven, que aún vive, fue al despacho acompañada de su padre a hacer la revelación. El dato estremeció sobremanera al ex Presidente títere que permaneció minutos cabizbajo.

“Era muy buena moza y todavía conserva esos rasgos. Agradeció que él la recibiera y le manifestó: ‘Yo era quien tenía la cita con él en la Casa de Caoba, pero habíamos estado meses antes en la alcoba y no pudo hacer nada. Estaba desesperado. Eso nada más lo sabe usted, su ayudante y mi padre. Conocí muy bien a El Jefe, ya no podía tener contacto sexual”, afirmó. Con el tiempo, Generoso coincidió con la señora y su esposo en una fiesta y ella hizo un aparte para comentarle: “Usted es portador del secreto más grande que yo tengo”.  Piensa que esa situación llevó “al Jefe a buscar su muerte, al igual que Lilís”.

Generoso Gómez era la confianza del hermano del Generalísimo apodado “Negro” desde que éste era primer teniente, en 1930. Lo llevó a trabajar a la Fabrica Dominicana de Zapatos y cuando cumplió 17 años lo enganchó al Ejército. A partir de 1938 fue ordenanza y cabo en la Jefatura; sargento al servicio de Héctor; segundo teniente en la frontera, específicamente en Banano, Pedernales, a la orden de Danilo Trujillo. Cuando el “Ilustre Jefe” puso a su hermano en el poder, Generoso pasó a ser su ayudante personal, hasta 1961.

Se bañaban desnudos en el río Haina, cuenta, conocía sus intimidades amorosas, manejaba su dinero. El “Presidente” se hacía análisis de laboratorio con el doctor García, en el ensanche Lugo, a nombre de Generoso Gómez. que usaba los perfumes y hasta los calzoncillos de seda del influyente Trujillo al que aún llama respetuosamente General, Presidente, y del que habla con afecto. Conoció los hijos que tuvo, ninguno de matrimonio, le cambiaba cheques por cuantiosas sumas que los funcionarios hacían a su nombre.

Fue quien contó la fortuna que el hijo de “Mamá Julia” debió depositar en el Banco de Reservas y el que procuró el millón de dólares en efectivo que sacó de la República. Anduvo por todas sus  propiedades. Mantuvo relación con Héctor hasta el momento en que éste murió, el 19 de octubre de 2002. Se encargó del novenario, la misa y de redactar y distribuir invitaciones y recordatorios agradeciendo “a todos los que fueron sus amigos y familiares elevar una plegaria al Todopoderoso por el eterno descanso de su alma”.

“¡Traidores! ¡Traidores!”. Nacido en Bonao el 1 de marzo de 1919, hijo de Javier Nin y Ubaldina Gómez, Generoso vivió prácticamente todas las interioridades del régimen. Escuchando sus relatos lúcidos, desapasionados, muchos héroes, mártires, víctimas, descienden a categorías vergonzosas. Entre los ajusticiadores más sonados a uno lo colocó el general Trujillo en un cargo “para que se ayudara” y, en compensación, llevó al hermano del “Perínclito” 90 mil pesos en una funda, que éste rechazó. Otro apareció meses después del tiranicidio en una de las mansiones de “Negro”, alegando que no tenía dónde vivir.

A un general trujillista, estrecho colaborador del sátrapa que terminó como mártir, Trujillo Molina lo “anegrió” sacándolo a empujones de la residencia de la “Excelsa Matrona” a la que acudió para referirle una supuesta confidencia que no podía contarle en Palacio. Pasado el trujillato, este militar jubilado encarecía compungido a Generoso que le dijera a Negro que él no traicionó a los Trujillo.

Generoso hizo junto a su patrón un histórico recorrido la noche del 30 de mayo, buscando al “Insigne” del que se enteraron por Zacarías de la Cruz, herido en el “Marión”, que sufrió un atentado. En el trayecto hacía San Cristóbal encontraron al general Pupo Román, en el cruce de Haina, también tras la pista del “Benemérito”. Más tarde vio a doña Marina junto a su hijo Álvaro, en la casa de la madre del ajusticiado donde María Martínez, Primera Dama, le advertía: “Mire, comandante, tenga cuidado con los compadres, usted es responsable de la vida del Presidente”. Así seguían llamando a Héctor, aclara, aunque el gobernante era Balaguer.

“¡Traidores, traidores, tantos favores que les hizo y mira lo que han hecho!”, cuenta que exclamaba dolida la consorte del “roble derribado”.

Generoso escribe con caligrafía envidiable y habla con dicción perfecta aunque sólo llegó al “primer práctico de aquellos tiempos”. Se debe a que lo empleó un artista alemán que pintaba mujeres desnudas en la calle María de Toledo, para que le leyera los clásicos mientras él plasmaba sus modelos. Tiene publicado un libro sobre Trujillo, y asegura: “Nunca fui trujillista, yo era leal al Jefe”.

Vive junto a su esposa Ernestina Lizandro, madre de su único hijo Roberto. Le acompañan fotos, cartas, tarjetas de Héctor Trujillo, papeletas de “La Era” y casi todos los libros publicados post trujillato. Todos los Trujillo, funcionarios elevados, oficiales, chóferes, guardaespaldas, telefonistas, llegan a su memoria hasta por los apodos.

Narra que su superior gustaba de las mujeres ajenas, que casó viejo por su dedicación a “Mamá Julia” y descubre actuaciones estremecedoras de hombres y mujeres de ese tiempo, como si quisiera descargar de su memoria un pesado fardo de vivencias viles. “Esto no lo sabe nadie, escríbalo que yo estoy vivo”, reitera en casi una mañana de grabación.  Ese archivo del trujillato describe a su patrón  como “muy gente, muy sencillo, pero duro para dar” y es enfático al condenar traiciones.  Evoca una reunión entre Ramfis y Johnny Abbes, que concluyó con la gratitud del hijo mayor del tirano cuando Johnny Abbes le replicó: “Mire, general, usted en su vida va a encontrar muchos bandidos, perdónelos a todos, pero jamás perdone a un traidor”.

En síntesis

El lado oculto de “Negro”

Generoso Gómez, entrañable y cercano al hermano de Trujillo que ocupó formalmente la Presidencia de la República durante la satrapía, afirma que  “Negro”, que era el apodo de Héctor Trujillo, gustaba mucho de las “mujeres ajenas”. Casó viejo para no desatender a su madre Julia.

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