Nacionales Politica

Trujillo y Pedro Henríquez Ureña

Written by Debate Plural
Tony Raful (Listin, 28-6-2016)

(A Andrés L. Mateo)

El periodista doctor Germán Emilio Ornes escribió en su documentada e importante obra “Trujillo, pequeño César del Caribe”, que: “Pedro Henríquez Ureña regresó a Santo Domingo en 1930 a ruegos de Trujillo y aceptó un nombramiento como jefe de la educación nacional, e inmediatamente se puso a la tarea de introducir muchas reformas en los sistemas educacionales. Pero en lugar de abrir nuevas escuelas como lo aconsejaba Henríquez, Trujillo comenzó a cerrarlas dando como excusa la necesidad de equilibrar el presupuesto nacional. Después de meses de infructuosos esfuerzos, Henríquez renunció a su puesto (un crimen que Trujillo nunca perdona a sus colaboradores) y regresó a su oficio de profesor en una Universidad Argentina, donde murió más tarde. Tan firme era el prestigio de Henríquez en América Latina, que Trujillo no se atrevió a atacarlo abiertamente mientras vivióÖ Sin embargo, un día  llegó la oportunidad tanto tiempo esperado del desquite. En agosto de 1956, una dama dominicana, Flérida Nolasco, publicó en El Caribe, parte de una serie de elogios a Henríquez Ureña. El Benefactor mismo bajo el seudonimo de Lorenzo Ocumares (uno de sus favoritos  para firmar cartas a los periódicos) escribió una carta dirigida a El Caribe, en la cual sostenía que aunque Henríquez Ureña había sido un hombre de grandes conocimientos y una figura eminente en la América Latina,  aquellos talentos habían sido empleados contra su propio país. Luego el escrito iba hasta acusar al difunto humanista, de aprovecharse a su regreso al país durante sus años como director de Educación, para sembrar la mala semilla de la doctrina comunista en las mentes de los grupos estudiantiles.”

Una de las hijas, Sonia, de Pedro Henríquez Ureña, durante su estadía en el país con motivo de la celebración de una Feria del Libro dedicada a su padre, me confesó que su madre le había dicho, que su padre había tenido serias discusiones políticas con su hermano Max Henríquez Ureña, quien fungía de Embajador acreditado en Argentina, del Gobierno de Trujillo, ante la insistencia de Max de defender al dictador dominicano. La discusión llegó a un grado tan conflictivo, que Pedro Henríquez Ureña le pidió a Max que no volviera a visitarlo a su casa si era para defender a Trujillo. Pedro se había casado con una hermana del dirigente del Partido Socialista de México, Vicente Lombardo Toledano, enemigo de Trujillo y creador de la primera Universidad para obreros en América Latina.  Cuando Pedro murió en 1946, su hermano Max, cumpliendo órdenes de Trujillo, intentó repatriar sus restos mortales a Ciudad Trujillo, donde se había preparado un recibimiento póstumo masivo, con la presencia de las autoridades y del propio Trujillo. La esposa de Pedro Henríquez Ureña, Isabel Lombardo Toledano, se opuso de manera terminante, y le informó a Max Henríquez Ureña, que su esposo, Pedro, le había dicho, que si moría primero, no permitiera jamás que sus restos volvieran a Santo Domingo mientras Trujillo gobernara ese país. Filólogo, humanista, escritor, crítico, poeta, investigador, ensayista, Pedro es valorado como un exponente de valores culturales esenciales y de la lengua como vector  cultural y social, al más alto nivel  intelectual del continente. El gran escritor argentino, Ernesto Sábato, lo describe con estas palabras:

“Este hombre que alguien llamó peregrino de América, y cuando se dice América en relación a él debe entenderse América Latina, esa teórica América total que la retórica de las cancillerías ha puesto de moda, por motivos menos admirables, tuvo dos grandes sueños utópicos; como San Martín y Bolívar, el de la unidad en la Magna Patria; y la realización de la Justicia en su territorio, así con mayúscula. Su vida entera se realizó, así como su obra, en función de aquella utopía latinoamericana. Aunque pocos como él estaban dotados para el puro arte y para la estricta belleza, aunque era un auténtico scholar y hubiera podido brillar en cualquier gran universidad europea, casi nada hubo en él que fuese arte por el arte o pensamiento por el pensamiento mismo. Su filosofía, su lucha contra el positivismo, sus ensayos literarios y filológicos, todo formó parte de sus silenciosa batalla por la unidad y por la elevación de nuestros pueblo”.

La edición de sus obras completas iniciada por la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, hace ya bastante tiempo, fueron continuadas por la Secretaría de Estado de Cultura en el periodo 2000- 04, bajo la estricta supervisión y contratación de especialistas en el área. Ambas ediciones pioneras que  inauguraron el pórtico de la difusión de sus obras, han sido continuadas con la publicación completa de las mismas por el actual Ministerio de Cultura, imprimiéndole a esa labor ciclópea por su incidencia y validez actual, nuevas energías y basamento teórico al pensamiento cultural del país y a la magna patria de la lengua hispana.

Pedro Henríquez Ureña es un icono de la cultura y de la conciencia orgánica de la lengua, instrumento de cambio y transformación social. Marchando hacia el Panteón Nacional, hace 14 años y levantando su efigie como una instancia posible de lucha por objetivos superiores como pueblo, su nombre evoca la fuerza nodal del conocimiento y de la palabra. Fue una mañana en su natalicio que marchamos juntos, artistas, creadores, poetas, narradores, maestros, por toda la histórica calle El Conde. La gente sorprendida inquiría, quién es ese candidato, o por ese producto de la cultura artificial de los “tiempos líquidos”. No era lo uno ni lo otro. Fue allí bajo el ceremonial del Panteón, que invocamos su nombre, levantamos sus obras, lo retornamos a la vida, y juramos defender la lengua, la cultura, el arte, la nación contra sus depredadores, la Patria, esa argamasa de colores y amores que baila en el viento cuando flamea la bandera.

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