Nacionales Sociedad

Cambronal y Santomé, pilares de la independencia

Written by Debate Plural
Homero Lajara (Listin, 10-12-16)
 

“A la memoria del almirante Luis Homero Lajara Burgos, dominicano creyente en un verdadero proyecto de nación, bajo la égida de un Estado progresista”.

Mi honorable progenitor (EPD), que había nacido un 22 de diciembre, solía referirme con entusiasmo patriótico que en esa misma fecha del año 1855, se libraron dos batallas estratégicamente claves para demostrar a los haitianos la firme decisión del  pueblo dominicano de liberarse del yugo invasor y opresor, sin importar la potencia de combate ni la superioridad en hombres del invasor.

Una epopeya en base a sangre y sacrificio, que se extendió 12 años, y que, aunque se desarrolló con treguas pasajeras, fue en realidad una feroz e implacable oleada de invasiones cuyo propósito era gobernarnos por segunda vez.

La primera de esas dos batallas a que me voy a referir, quizás por ser la menos conocida o recordada, es la Batalla de Cambronal, la cual, según los historiadores más versados, estuvo motivada por la feroz y temeraria obsesión del emperador haitiano Faustino Soulouque, de  querer  retomar el control de la parte Este de la isla, ya liberada por insignes patriotas con Juan Pablo Duarte como ideólogo e inspirador del histórico 27 de febrero de 1844.

Durante esa contienda, el valor y la capacidad estratégica del general Francisco Sosa, designado por el general Pedro Santana para defender la dominicanidad desde Neiba, impidió que una horda de miles de hombres, dividida en varios frentes de combate, rompiera las líneas de defensa de un ejército, que aunque menos numeroso que el haitiano y menos armado, ya estaba organizado en los fundamentos del combate, por lo que ocasionó, en ese histórico enfrentamiento armado de Cambronal, más de 400 bajas y un alto número de heridos a las fuerzas invasoras. En esa batalla los dominicanos fueron reforzados por un batallón  seibano, al  mando del coronel Eugenio Miches, uno azuano, al mando del coronel Elías Jiménez, y otro de llaneros, al mando del comandante Elías Flores.

Los principios de la guerra, tales como la economía de fuerza, simplicidad, factor sorpresa y la novedosa táctica de encender cañaverales, que  impidieron  al enemigo ver de dónde venía el fuego, fueron factores que incidieron de forma positiva en la victoria dominicana, donde el bravo general haitiano Monsogne, fue fusilado, por sus propios hombres, al negarse a ordenar la retirada. Esa victoria consolidó el dominio del ejército dominicano en nuestro suelo sureño.

Siguiendo con esa secuencia que los historiadores han llamado como la “Cuarta Campaña”, ese mismo 22 de diciembre de 1855, se complementó el toque de los dinteles de la gloria con “la batalla gemela”, en la sabana de  Santomé, San Juan de la  Maguana, bajo el liderazgo del general José María Cabral, reforzando el sur central de nuestras líneas de defensa, contra la embestida del general Antoine Pierre, quien en un combate singular, mordió el polvo de la derrota enfrentando al valiente  general Cabral.

La fuerza de ataque haitiana  estaba subordinada al general  Soulouque, quien en una estratagema para buscar adeptos en el Este, utilizó, sin éxito, el alegato de evitar una invasión norteamericana que pretendía esclavizar a todos los habitantes de la isla.

Nuestro ejército libertador lo componían los regimientos Ozama y Azua, con dos batallones de Las Matas, San Juan, San Cristóbal e Higüey, y compañías conformadas por  tropas de San José de Ocoa, Monte Plata, Bayaguana, Boyá y Los Llanos.

El general Cabral, recordando la advertencia de su superior inmediato, el general Pedro Santana, que en un momento le advirtió: “Ay de Ud. general, si los haitianos beben agua del río San Juan”, y viendo la peligrosa avanzada haitiana, le expresó con voz premonitoria al coronel Eusebio Puello: “Creo que ha llegado la hora de morir”, y ordenó a oficiales y soldados la lucha cuerpo a cuerpo contra el enemigo, a base de machete y lanza, haciendo retroceder con valor espartano a las hordas  invasoras, las cuales, inicialmente, atacaron con una oleada de 12,000 hombres, en la que un cuerpo invadía por Neiba y otro por Enriquillo.

En uno de los momentos más rudos de la batalla, uno de sus ayudantes le advirtió al general Cabral que en el lugar en que se había ubicado podría peligrar, y a esa sugerencia del subalterno le ripostó: “Yo no estoy aquí para cuidar mi vida, sino para salvar la independencia nacional”.

En esa ocasión, los haitianos no lograron  sus malsanos  propósitos de dominio del pueblo dominicano, como no lo lograrán ahora con su invasión pacífica, porque todos los dominicanos, unidos , tirios y troyanos, lo impediremos.

Cabe resaltar nuestra situación de país con grandes carencias económicas y alto endeudamiento externo, donde el presupuesto en salud es utilizado en gran parte para atender parturientas haitianas, y cientos de sus compatriotas ocupan elevadas cantidades de puestos de trabajo, no sólo en las fincas de la zona fronteriza, sino en la construcción -en todo el país-, sobre todo en la capital y en lugares apartados de su territorio.

No es de extrañarse que, en  los mostradores de los hoteles de lujo, los turistas sean recibidos por ciudadanos haitianos que dominan los idiomas francés, español y el inglés, muchos de ellos indocumentados; que pretenden influir mostrando (o exhibiendo) su cultura, mediante cuadros y adornos autóctonos -que confunden a aquellos turistas interesados en conocer a nuestro país y sus tradiciones-, y que colocan  en los escaparates de las tiendas y entradas a lugares de diversión, a la vista de nuestras autoridades.

No obstante a esa benevolencia, recibimos ladinos e injustos  ataques por parte de la diplomacia haitiana, como lo hicieron recientemente al paso del ciclón Matthew, rechazando la ayuda del Gobierno dominicano, hasta el extremo de que su cámara legislativa “declaró no gratos a los soldados dominicanos” que estaban en Haití, con la solidaria intención de llevar la ayuda humanitaria, salvando vidas y mitigando dolor, no invadiendo, como ellos nos hicieron con sus hordas salvajes desde 1844 a 1856 .

Por eso, la trascendencia e importancia de recordar estos combates independentistas, pues a la sangre y sacrificio de esos valientes soldados debemos saber que se lograra contrarrestar el pensamiento obtuso haitiano de no reconocer la soberanía dominicana, creada bajo fuego y abonado cada palmo de nuestras tierras con su propia sangre. Ellos nos legaron una independencia manu militari, la cual debe honrarse y recordarse siempre y en cualquier circunstancia.

Creo firmemente que el Gobierno dominicano debe continuar con mayor intensidad su política migratoria, en cumplimiento a la histórica sentencia No. 168-13, del  honorable Tribunal Constitucional, y dar estricto cumplimiento al Decreto No. 327-13, que instruye sobre el “Plan Nacional de Regularización de Extranjeros” en situación migratoria irregular, siguiendo el mismo con la celeridad de un sensor romano; asimismo con la estrategia de educación que ya ha logrado grandes frutos, mejorar el sistema de salud y crear más oportunidades de progreso con el  trabajo honrado.

Es necesario recordar siempre, y ahora más que nunca a las nuevas generaciones que saben más de los cantantes de rock y de bachata, que de  nuestros próceres, esas glorias inmarcesibles que con amor a este suelo, como sucedió con olor a pólvora y a carne quemada en Cambronal y Santomé, nos legaron una Bandera, un Himno y un Escudo, como los símbolos nacionales que nos identifican orgullosamente como dominicanos. Ese sacrificio hay que preservarlo por toda  la eternidad.

Que estas navidades sean época de reflexión, sobre todo en la visión de un gobierno que accione con una política de Estado progresista, donde se fortalezcan la institucionalidad, el respeto a la Constitución y las leyes -sin vacas sagradas ni culpables favoritos-, el muy debilitado principio de autoridad, y que la lucha contra la criminalidad, de cuello blanco y vulgar, sea más efectiva, con miras a un 2017, colmado de paz y seguridad para los nacidos en esta República Dominicana, la de Duarte y Luperón.

¡Feliz Navidad y un Venturoso 2017, para la familia dominicana!

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