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Aportes de los Exiliados Republicanos

Written by Debate Plural

José del Castillo (D. Libre, 28-11-15)

La arquitectura dominicana moderna –en la que ya hallamos la huella fundamental de los constructores españoles que levantaron estructuras de hormigón desde las primeras décadas del siglo XX- se vio enriquecida con la presencia del arquitecto catalán Tomás Auñón, quien arribó procedente de Burdeos en el buque Cuba en enero de 1940, y del ingeniero madrileño Joaquín Ortiz García. Establecidos en principio en la paradisíaca montañosa Jarabacoa (“donde siempre es primavera”), se destacaron por la edificación de mansiones veraniegas caracterizadas por la combinación creativa de “estructuras de mampostería de ladrillo, paramentos de piedra de río, madera oscura y formas modernas”. Como se concretara en las casas de las familias Nadal, Ricart, Armenteros, Barceló y Ocaña, concebidas con un gusto nórdico más cercano al arquitecto finlandés Alvar Aalto. Conforme reportan Gustavo Luis Moré et al, en su obra Historias para la Construcción de la Arquitectura Dominicana 1492-2008 (2008).

Con fama ganada, estos meritorios profesionales se trasladaron al ámbito de Ciudad Trujillo, donde estamparon su sello en residencias emblemáticas como las de las familias García (Pasteur), Molinari (Santiago), Benítez Rexach (Penson). En el Instituto Escuela construido en la Hermanos Deligne en 1943. El Monumento Trujillo-Hull, popularmente conocido como el obelisco-hembra, en el Malecón. Así como en el Edificio Santos y otras construcciones levantadas o remodeladas en las inmediaciones del Parque Independencia. En 1945 Auñón se estableció en México, laborando inicialmente en el diseño de sets para los estudios de la pujante industria cinematográfica, asociándose al efecto al también arquitecto Oscar Coll Alas, quien por igual había estado refugiado en la República Dominicana.

Como señala el hijo de éste: “Mi padre, Oscar Coll Alas, asturiano, capitán de un batallón de ingenieros, militante comunista que renunció al partido cuando se enteró del pacto Hitler-Stalin, llegó a México después de pasar por los campos de concentración en Francia y de sobrevivir como cargador en los muelles de Dominicana y Cuba. En México no hizo fortuna, trabajó como arquitecto haciendo casas con los paraboloides que inventó su compañero Félix Candela. Vivimos en Cuernavaca, donde fue amigo de don Sergio Méndez Arceo e Iván Illich, de Erich Fromm y Arnaldo Orfila.” Uno sacerdote e historiador, ideólogo de la teología de la liberación, llamado por los conservadores mexicanos “el obispo rojo”. Otro sacerdote y pensador austríaco de ideas renovadoras, fundador en Cuernavaca del Centro Intercultural de Documentación (CIDOC), que nucleó en reflexión crítica a figuras como el psicoanalista humanista alemán Erich Fromm, al pedagogo brasileiro Paulo Freire, al sociólogo norteamericano Peter Berger. El argentino Orfila, director del Fondo de Cultura Económica, Eudeba y Editorial Siglo XXI.

Otra personalidad del exilio republicano que hizo su tránsito por la República Dominicana fue el arquitecto Bernardo Giner de los Ríos (Málaga 1888-México 1970). Profesor de Historia de la Arquitectura y de Historia del Arte en la Institución Libre de Enseñanza que cofundara su tío Francisco Giner de los Ríos, experimentado constructor incluyendo edificios escolares, diputado a las Cortes en 1931, Ministro de Comunicaciones, Transporte y Obras Públicas (1936-39), miembro de la Unión Republicana. En Ciudad Trujillo ideó un programa urbanístico reforzando la conservación de los monumentos coloniales y la arborización de sus calles. Ya en México, construyó los cines Mariscala y México, el teatro El Caballito y realizó proyectos para el Banco de la Propiedad, el Colegio Madrid. Publicó 50 Años de Arquitectura Española (1900-1950).

En el terreno de las bellas artes, que recibieron un impulso renovador al iniciar la década del 40, conviene mencionar la creación del Conservatorio Nacional de Música y Declamación, en el cual participaron como profesores algunos exiliados españoles. Tal el caso de Ruddy del Moral (nombre artístico del declamador, actor y director Félix Gordillo, quien había actuado en el Teatro Escuela de Arte de Madrid y en el Teatro Español), profesor de declamación. Conforme registra Llorens en sus memorias, del Moral, “con actores refugiados y aficionados dominicanos, pudo dar algunas representaciones de obras españolas y de una breve pieza de Alberto Paz, también refugiado”. Asimismo refiere a Alfredo Matilla Jimeno como profesor de Historia de la Música, quien a su vez impartía docencia en la Escuela Diplomática y Consular auspiciada por la Secretaría de Relaciones Exteriores.

Una típica velada cultural promovida por los refugiados en esa época tuvo efecto el sábado 22 de mayo de 1943, tras cumplirse el primer año de la muerte en prisión de Alicante del poeta comunista Miguel Hernández. La revista Democracia, que servía de órgano a exiliados republicanos y socialistas radicados en el país, organizó en los salones del Ateneo Dominicano un acto de homenaje al “muchachón de Orihuela” -como le llamó con afecto hondo su amigo Pablo Neruda-, hijo de una humilde familia de cabreros. Celebrado en el marco de actos recordatorios similares realizados en las principales capitales de Hispanoamérica. Según la crónica, a sala totalmente llena, “hicieron uso de la palabra los poetas Luis Scheker y Jesús Poveda y los escritores Manuel Valldeperes y Vicente Llorens, habiendo declamado varias poesías de Miguel Hernández, Ruddy del Moral”.

Del sancarleño Scheker, presencia dominicana en el programa, se leyó su “Elegía A la memoria del poeta Miguel Hernández”. En la citada actividad, Vicente Llorens –memorialista por excelencia de los exilios españoles e historiador de su literatura- ofreció una disertación magistral sobre la significación de la sangre y el agua como elementos simbólicos en la poesía de Hernández.

En un ensayo de Manuel Aznar Soler se ofrece un perfil de Jesús Poveda Mellado. Natural de Murcia residente en Orihuela desde 1914, fue coeditor de la revista Silbo en 1936, alimentada con “trabajos inéditos de los mejores poetas de España, de lo cual se encargaría desde Madrid nuestro hermano Miguel”. Miliciano en Madrid y militante de la Alianza de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, conoció a escritores cercanos a Hernández, de cuya boda fue testigo. Incorporado en Alicante a la XV Brigada Mixta del Ejército Popular, tras la derrota del Ebro, su división atravesó la frontera francesa en febrero del 39, siendo internado en el campo de concentración de Saint-Cyprien. Trasladado a Perpignan y a Toulouse, gracias al Comité Británico para Ayuda a los Refugiados Españoles, ya “en plena Segunda Guerra Mundial, emprendimos mi mujer y yo el viaje hacia esta América desde Burdeos, en la cubierta del vapor francés Cuba”.

“Un barco, nos dice Aznar Soler, que le llevaría junto a su mujer, Josefina Fenoll -hermana de Carlos Fenoll y ex-novia de Ramón Sijé-, a la República Dominicana, donde publicó en 1940 un libro poético titulado Sobre la misma tierra”. Aquí, Poveda permanecería hasta 1944, fecha en la que se trasladaría junto a su familia a México, donde publicó una obra sobre Miguel Hernández en 1974, una suerte de memorias evocativas de su amistad con el poeta y del terruño común, Orihuela. Regresó a la España ya democrática, falleciendo en 1998.

A resultas de esta presencia de talento experimentado que nos trajo el barco del exilio, el ambiente teatral dominicano se reanimó con las actuaciones y las puestas en escena dirigidas por el locutor radial Emilio Aparicio y su esposa Antonia Blanco Montes, quienes formaron una compañía de teatro dominico-hispana, incursionando en la producción de radionovelas. Aparicio, quien falleció en 1949, asumió la dirección del Teatro Escuela de Arte Nacional (TEAN), creado en 1943, en el que participaron otros miembros del grupo republicano, como la Blanco Montes, Carmen Rull y el propio Ruddy del Moral.

Como se ha consignado, la Orquesta Sinfónica Nacional fue organizada en 1941 bajo la dirección del músico madrileño Enrique Casal Chapí, nieto de Ruperto Chapí, el autor de La revoltosa y de otras zarzuelas decimonónicas, formando su cuerpo otros refugiados de la guerra, como lo fueron el pintor y poeta Eugenio Fernández Granell, primer violín y el poeta Jesús Poveda Mellado, también violinista.

En el campo editorial, los refugiados españoles desempeñaron papeles de primer orden. Vicente Llorens tuvo a su cargo la preparación de los volúmenes de la Historia de la Literatura Dominicana, en la colección dedicada al Centenario de la República dirigida por el jurisconsulto, historiador y diplomático Manuel Arturo Peña Batlle. A Javier Malagón Barceló se le encomendaron los volúmenes de las series Constitución política y reformas constitucionales y Documentos legislativos, junto a la historiadora María Ugarte. Ésta –de dilatada actuación en el quehacer periodístico, la investigación histórica y la divulgación cultural desde su atalaya de El Caribe- participó en la edición de los Cuadernos Dominicanos de Cultura, al igual que los poetas Roque Nieto Peña y Pedro Salinas, publicación dirigida por los dominicanos Tomás Hernández Franco, Héctor Incháustegui Cabral, Pedro René Contín Aybar, Rafael Díaz Niese y Emilio Rodríguez Demorizi.

Elfidio Alonso Rodríguez y Manuel Valldeperes en el recién creado diario La Nación y el vasco José Ramón Estella en La Opinión. El intelectual multifacético e ilustrador Fernández Granell en La poesía sorprendida y Javier Malagón dirigiendo Anales de la Universidad. Galíndez ganaba premio en concurso literario del Centenario de la República con Cinco leyendas tropicales y Almoina publicaba La biblioteca Eramista de Diego Méndez. Otro refugiado, Segundo Serrano Poncela, editaba su ensayo Un peregrino español. Era un florecer de la España Peregrina en el Caribe corazón de América.

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