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Inventario de pérdida: La tragedia de Daniel Mordzinsky

Written by Debate Plural

José Rafael Lantigua, ex ministro de cultura República Dominicana (D. Libre 23-3-13) 

Casi al filo de la muerte física, los años pesando sobre el territorio de los huesos y de la imaginación, Octavio Paz sufrió una muerte espiritual que, pienso yo, aceleró su otra muerte, la definitiva. Su rica biblioteca quedó hecha cenizas en un incendio que devoró los folios inmensos de sus caminos de saber. Se le vio devastado, reducido él también a la pavesa que consumió sus libros queridos. A partir de aquel suceso, Paz no tuvo más cubil que el de su soledad, la anchurosa soledad del que no conoce otro refugio mejor que el de la biblioteca, como si fuese la verdadera estancia del paraíso en el dogma borgiano.

El abrasamiento de libros es un accidente. Lo puede provocar un descuido o el infortunio de un desliz eléctrico, cualquier imprevisto que escape a la humana previsión. Es una pérdida siniestra de la suerte, de la que tal vez nadie se reponga jamás. Pero, hay otras pérdidas desasosegantes, enfrentadas al albur de la inclemente deflagración fortuita. Las que se originan por la desidia de la también humana indiferencia al valor de lo perdurable, peor aún, a la trascendencia de la memoria en cualquiera de sus formas. Devasta igual que la otra, pero tal vez duela más.

Daniel Mordzinski es un argentino simpatiquísimo, de esos que se hacen próximos y entrañables con un solo toque de amistad. Es fotógrafo, que quiso hace tiempo unir su destino al de las imágenes de los escritores del mundo, con el fin -nunca se sabe si lo planificó así- de que los rostros y los sentimientos y los desgarramientos interiores de los que hacen del oficio de la escritura su sello indomable, quedasen retratados para la posteridad, esa que parece solo fijarse en las estelas y las marchas de los acontecimientos de la personalidad y sus corolarios.

Borja Hermoso en un formidable reportaje que hizo de Mordzinski cuando el argentino presentó en la Maison de l’Amérique Latine de París su exposición Les trois rives (Las tres orillas) dijo que Mordzinski es un «argentino de París que, al estilo de un tal Lucas e incluso de un tal Julio, insiste cada mañana en lo esencial: luchar con sus cámaras y sus humores contra el poderoso magma del aburrimiento y el desencanto». Dijo más: «Mordzinski posee la rara virtud de aparecer y desaparecer para finalmente conseguir cosas en un universo -el de las bestias literarias- tan poco dado a la carantoña como encantando de conocerse». En ese reportaje publicado en El País, cuyo recorte conservo, el fotógrafo argentino dice: «Cuando persigo objetivos me hago anfibio: intento probar fangos y estepas hasta que doy con el buen clic. Pero me gusta ir de frente. No me gustan las vueltas y además da mejor resultado».

Son célebres las fotografías que hiciera, y legara a esa posteridad indiferente tal vez, de Borges, Alberti, Bioy Casares, Benedetti, Bolaño, Cabrera Infante, Cortázar, Derrida, Donoso, García Márquez, Gelman, Marsé, Mutis, Paz, Pacheco, Vázquez Montalbán, Vargas Llosa, Volpi, Gao Xingjian, nombres que entresaco de entre las centenares de imágenes que congeló su cámara inquieta, imaginativa y, de alguna manera, nostálgica.

Conocíamos su historia y su fama. Y un buen día le invitamos a que viniese al país a una de nuestras ferias del libro. Le pedimos que nos facilitase sus fotografías de los grandes de la literatura para una exposición abierta en la galería de arte público del Parque Independencia que inauguramos en abril de 2005 con Arthur Yans-Bertrand (La tierra vista desde el cielo) y por la que pasaron exposiciones de las tres mejores pinacotecas del mundo, que produjeron estas muestras en primera edición mundial, las del Louvre, el Prado y el Vaticano. Mordzinski aceptó entusiasmado la idea y agregó a nuestro proyecto un elemento novedoso que nunca esperamos: hacer fotografías de escritores dominicanos para agregar a esa extraordinaria colección. Desde entonces, los escritores nuestros -y tal vez de esto se ha dicho poco o se desconoce- tienen sus imágenes grabadas por el «fotógrafo de los escritores», como se le conoce, y en el amplio inventario de Mordzinski están los nuestros, incluyendo a muchos de los más jóvenes integrantes de nuestro activo parnaso.

En aquella exposición de París en 2010, de las 308 fotos que la conformaron, figurábamos cuatro escritores dominicanos: Junot Díaz (91), Angela Hernández (146), José Rafael Lantigua (167) y José Mármol (204). Fue la primera presencia de autores de nuestro país en un escenario de imágenes donde figuraban las más grandes nombradías literarias del mundo. Un grupo notable de escritores, seleccionados por Mordzinski, quedaron integrados a su inventario y el registro de sus retratos es, sin ninguna duda, el más atractivo, mágico, inteligente y hermoso -si cabe el término- que se haya hecho con escritores dominicanos. La amplia lista incluye, entre otros, a Adrián Javier, Andrés L. Mateo, Basilio Belliard, Federico Jóvine Bermúdez, León Félix Batista, Luis R. Santos, Lupo Hernández Rueda, Marcio Veloz Maggiolo, Mateo Morrison, Pedro Antonio Valdez, Plinio Chahín, Rey Andújar, Soledad Alvarez, y una antológica, premonitoria, del poeta que parece estar en camino hacia la eternidad, Víctor Villegas. Apenas el año pasado, en la Feria del Libro, Mordzinski presentó una exposición exclusivamente de las mujeres que escriben en República Dominicana. Lo suyo con nuestro país es un empeño creciente y un amorío que luce perenne.

Mordzinski modeló una nueva fase en la imagen del escritor, superando en la forma y el espíritu de la toma fotográfica a otras experiencias muy estimadas, como aquella de la también argentina Sara Facio que compendió los rostros de los escritores latinoamericanos en el decenio de 1963 a 1973. Fuese en el Hay Festival o en sus recorridos a través del globo, como un trotamundos de figuras, símbolos, metáforas y delirios, Daniel Mordzinski hizo una historia perdurable, casi sin precio, que los escritores de muchas geografías, incluyendo la nuestra, nunca sabremos como agradecer y reciprocar. Ahora viene lo oscuro, el velo negro cernido sobre la faz del registro de sus imágenes. Daniel Mordzinski ha perdido toda esa memoria y sus retratos -o sea, su labor de decenios- ha sido borrada no por un incendio o por un hecho fortuito de los que construye a diario el azar. No. La borró, de golpe, y qué golpe, el acto ruin de un innombrable que echó a la basura, al pudridero de la infamia, todo aquel inventario producto de esfuerzos, de creatividad, de desvelos, de sacrificios. El suceso ronda el universo de las letras a través del mundo, y el dolor por este inventario de pérdidas -expresión de Luis Sepúlveda en el exquisito joyero literario que es Ultimas noticias del Sur, escrito por el autor chileno junto al fotógrafo argentino- devasta la memoria y la historia de los hacedores de la palabra retratados en décadas por Mordzinski.

Voy a transcribir este envío de Luis Sepúlveda, el famoso escritor chileno, autor de Un viejo que leía historias de amor, Patagonia Express y La sombra de lo que fuimos, que explica el suceso y sus consecuencias:

«Amigas y amigos: Esta es una petición que hago desde la ira, desde la bronca y el dolor, porque a uno de mis más queridos amigos, a mi hermano del alma Daniel Mordzinski, el gran fotógrafo de la literatura, le han hecho desaparecer veintisiete años de trabajo, ¡27 años! , el trabajo de toda una vida botado a la basura, y no es una metáfora, no: las manos de un cretino que seguía los órdenes de otros cretinos decidieron que el trabajo de Daniel Mordzisnki no merecía más destino que el desprecio y la basura.

Durante más de diez años y en virtud de una alianza entre el periódico español EL PAIS y el francés LE MONDE, Daniel Mordzinski utilizaba un despacho en el séptimo piso de la redacción parisina de LE MONDE para guardar y conservar su archivo de negativos y diapositivas. Eran miles de negativos y diapositivas, de originales conservados con el rigor que caracteriza a Daniel, y que sin más, sin ninguna contemplación fueron arrojados a la basura. El pasado 7 de marzo, Miguel Mora, corresponsal de EL PAIS en Francia, llegó hasta el despacho de la séptima planta y se encontró con que lo habían vaciado totalmente, sin que mediara un aviso ni a él ni a Daniel. Simplemente habían sacado todo lo que ahí había y lo habían hecho desaparecer.

Tras horas de dramática búsqueda, de preguntas sin más respuestas que el cobarde bajar la cabeza y musitar «je suis desolé», en un sótano encontraron el gran mueble archivador que el mismo Daniel había pintado de negro hace diez años, totalmente vacío. En una demostración de cobardía y bajeza moral que manda al infierno toda la tradición de defensor de la libertad de expresión que caracterizó a LE MONDE, nadie ha querido responder quién y por qué se tomó la decisión de botar a la basura 27 años de trabajo de uno de los mayores fotógrafos del mundo.

Cuesta creer que en un periódico como LE MONDE trabaje gente a la que las palabras «Cortázar», «Israel», «Escritores latinoamericanos», Escritores franceses», «Escritores españoles», «Escritores Portugueses», «Semana Negra», » Festival de Saint Malo», «Carreffour de Littèratures», «Mercedes Sosa», «Borges», «Astor Piazzola» y un largo etcétera de nombres no le dijeran absolutamente nada, y simplemente tiraran a la basura ese tesoro fotográfico sin consultar a nadie. Ese archivo de Daniel Mordzinski, esos 27 años de trabajo miserablemente perdidos, eran parte de la memoria social, cultural y literaria del siglo XX, eran parte de la cultura universal, eran parte del legado de un artista, de un fotógrafo cuya obra es reconocida como uno de los aportes fundamentales para el gran registro de la cultura contemporánea.

De toda la obra fotográfica de Daniel Mordzinski, de mi amigo, de mi hermano compañero de aventuras en tantas partes del mundo, apenas se han salvado unos cientos de fotografías digitalizadas, que aparecen en sus últimos libros publicados, también en uno que firmamos juntos, «Últimas Noticias del Sur», y que han sido vistas en las numerosas exposiciones que ha hecho en los últimos años. El resto desapareció, tragado por la ignorancia, la desidia y, lo que es más grave, por una demostración más de la falta de rigor, de ética, que está haciendo del periodismo una cloaca.

Escribo esto desde el dolor, desde la ira y la bronca, porque Daniel Mordzinski, es mi socio, mi amigo, mi compañero, mi hermano de aventuras dignas en el campo del periodismo y la literatura. Amigas, amigos, les pido encarecidamente que copien y reproduzcan esto en todos los lugares posibles, también en la página que LE MONDE tiene en facebook, en los periódicos y revistas a los que tengan acceso, y que manden firmas de apoyo a dmordzinski@free.fr

Tengo una imagen fija en la memoria, y es del año 1996, cuando en medio del viento eterno de La Patagonia, yo veía a mi socio, a mi amigo, a mi compañero, a mi hermano del alma, cargar sus cámaras metiendo sus manos en una bolsa negra, para tomar del tambor de película el material con que dejaría testimonio de la vida dura de las gentes del Sur del Mundo. Y esa imagen me dice que esto no quedará así, que LE MONDE tendrá que dar una respuesta y disculpa convincentes, porque 27 años de trabajo, porque el archivo de una parte importante de la historia contemporánea no puede ser arrojado, sin más, a la basura».

Me apresuré a escribirle al amigo Daniel para manifestarle mi solidaridad, y esta es parte de su respuesta:

«No puedo creer todo el movimiento de apoyo que se está gestando, y claro en estos tristes momentos rescato las infinitas muestras de afecto y de solidaridad que he recibido. Muchísimos escritores, editores, traductores, agentes de todo el mundo, amigos que no veía hace 35 años y gente que simplemente me dice cosas bonitas. Al menos todo esto tan triste que estoy viviendo me sirve para darme cuenta que hay muchas personas que me quieren y para las cuales mi trabajo es importante. Y eso me da fuerzas en estos momentos. Lo que hicieron no tiene solución y es una metáfora de nuestra época: se cargaron la memoria, pero no te escondo que me duele también que Le Monde no lo reconozca y no pida perdón. Quiero decirte lo que tu corazón ya sabe: mi gratitud es mucha por todo el apoyo que siempre me manifestaste. Un abrazo apretado, gracias nuevamente por tu apoyo».

Y nada más. Esta es la historia y la constancia de nuestro apoyo a Daniel Mordzinski que pido a todos los escritores dominicanos que fueron consagrados por su lente gloriosa que dignifica el ejercicio literario, que escriban a este gran amigo en este momento de pesadumbre y duelo que constituye la pérdida definitiva de este inventario de imágenes de la literatura y sus oficiantes. (Al momento de concluir este artículo Le Monde pidió excusas a Mordzinski por la pérdida de alrededor de 50,000 fotografías).

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