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“El unicornio azul” de Roque Dalton

Written by Debate Plural

Tony Raful (Listin, 23-8-16) 

 

El poeta salvadoreño Roque Dalton escribió poemas memorables y trascendentes, como por ejemplo, esta belleza de metáforas y amores sobre la desnudez de su amada: “Amo tu desnudez/porque desnuda me bebes con los poros/como hace el agua cuando entre sus paredes me sumerjo/Tu desnudez derriba con su calor los límites/me abre todas las puertas para que te adivine/ me toma de la mano como un niño perdido/ que en ti dejara quietas su edad y sus preguntas/ Tu piel dulce y salobre que respiro y que sorbo/ pasa a ser mi universo, el credo que me nutre/ la aromática lámpara que alzo estando ciego/ cuando junto a las sombras los deseos me ladran/ Cuando te me desnudas con los ojos cerrados/ cabes en una copa vecina de mi lengua/ cabes entre mis manos como el pan necesario/ cabes bajo mi cuerpo más cabal que su sombra/ El día en que te mueras te enterraré desnuda/ para que limpio sea tu reparto en la tierra/ para poder besarte la piel en los caminos/ trenzarte en cada río los cabellos dispersos/ El día en que te mueras te enterraré desnuda/ como cuando naciste de nuevo entre mis piernas”.

El cantautor Silvio Rodríguez ha dicho que el texto de su canción, “el unicornio azul”, se inspiró en el poeta salvadoreño, Roque Dalton. Dijo Silvio, que un hijo del poeta, le contó que allá, en las montañas de El Salvador, andando con la aguerrida tropa de los humildes, trotaba un unicornio azul con un cuerno. Al escuchar esta canción, uno comprende, que con la muerte de Roque, se perdió “el unicornio azul”, ese animal mitológico, esa entidad fabulosa que constituye la esencia de la utopía, la quimera ideológica de un mundo redimido.

Todos alguna vez hemos tenido nuestro “unicornio azul”, y se nos ha perdido en algún lugar. Es decir, el hálito ardiente de un alto sueño. Es decir, el vellocino donde la luz lustra con versos o sangre un mundo nuevo. La canción de Silvio al saber la muerte de Roque Dalton, las circunstancias objetables y tristes en las que murió, relata la pérdida de su “unicornio azul”, porque el poeta era un escritor consistente, cuya palabra decidora anunciaba el reino de los humildes y pobres de la tierra. A Roque Dalton lo conocí sin que él me conociera, en su poesía lo encontré agazapado a los arbustos de su lar pequeñísimo, enhebrando alondras en su corazón, soltando amarras a orillas del riachuelo, pequeñas primaveras donde alojar la utopía, linderos inalcanzables y puros.

Roque Dalton simbolizó la rebeldía de lo mejor de su pueblo en la lucha por ideales de liberación. Pero era él, quien encarnaba “el unicornio azul”, la imaginación encinta de todas las epopeyas, la idea de un marco global de igualdad sostenida por las ilusiones cimbreantes de un ideal. Las causas de su muerte hay que buscarlas en el mismo proceso de deshumanización de la guerra. No lo mataron sus enemigos, los grupos oligárquicos nativos ni sus asesores foráneos, sino sus propios compañeros del llamado “ejército revolucionario del pueblo”, una de las facciones ultraizquierdistas, que más tarde se sumaría al llamado Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Las luchas internas, el celo que despertaba Roque Dalton, conocido y laureado, la lucha por la hegemonía grupal, la ceguera ideológica dogmática y las infiltraciones del enemigo, llevaron a este grupo a ejecutar al poeta de mayor trascendencia cultural y social de El Salvador en los años 70 del siglo pasado. Lo irónico y cruel de su muerte, es que, quienes lo ejecutaron han admitido que cometieron un grave error, algunos son miembros o colaboradores del actual gobierno del frente guerrillero al que pertenecía Dalton, y que se niegan a decir dónde arrojaron su cuerpo, a pesar de las indagatorias de sus familiares, de sus hijos.

Creo que la mejor manera de evocar al poeta Roque Dalton es releyendo sus textos, como por ejemplo esta despedida conmovedora: “Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre/porque se detendrá la muerte y el reposo/ Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos/sería el tenue faro buscado por mi niebla/ Cuando sepas que he muerto di silabas extrañas/ pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta/ No dejes que tus labios hallen mis once letras/Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio/ No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto/ desde la oscura tierra vendría por tu voz/ No pronuncies mi nombre/no pronuncies mi nombre/ Cuando sepas que he muerto/ no pronuncies mi nombre”.

El poeta permanece. Sobre los encajes soleados del alba, sobre las luchas decorosas de la vida, sobre el destino del “pulgarcito de América” como lo bautizó Gabriela, este joven impetuoso, ardiente luchador por sus ideas radicales, renace en la literatura latinoamericana, sus textos sobreviven. Sus verdugos están sitiados por un cerco ético que lo atesta contra el muro infranqueable de la historia. “El unicornio azul” de Silvio se extravió cuando Roque Dalton fue muerto por sus propios compañeros. Se trató de una acción homicida, repugnante, que confirma en cierta medida el fracaso del experimento humano, la reiteración de la cita bíblica de Caín y Abel, el odio como tendencia inexpugnable del alma humana. Contra esa tendencia luchó Roque Dalton. Y lo hizo con versos, con amor. Y lo hizo con firmeza, con militancia. Yo lo cito ahora, que su nombre emerge, con sus alas tendidas sobre la memoria histórica. Su poesía resoluta embarga las urgencias de vivir sin transigir con el enemigo, que a veces está dentro de nosotros mismos. A mí también, como a Silvio Rodríguez, se me extravió mi “unicornio azul”, y lo busco desde entonces…

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