Nacionales Politica

Últimas horas de la guerrilla (II)

Written by Debate Plural

Claudio Caamaño (Listin, 2-2-13)

Hicieron un cerco estratégico y varios cercos tácticos. Esa noche al prepararnos para romper los cercos Caamaño ordenó abandonar todo lo que no fuera imprescindible, hamacas que nadie usaba, latas de avena y otros. Hermann dejó también un cuaderno de notas de un diario que hacía en secreto, lo que estaba totalmente prohibido en esta etapa de la guerrilla. Rompimos los cercos, caminamos toda la noche y nos alejamos más de treinta kilómetros de los militares. Pasamos el día 9 vigilando, descansando, estudiando los mapas, planeando donde encontrar comida enlatada y oyendo los noticiarios radiales, cuando oímos con sorpresa nuestros seudónimos en las noticias. Caamaño nos cuestionó a todos y nadie se explicó cómo pudieron  llegar a las noticias.

Las latas no encontradas en el enterramiento, eran vitales para trasladarnos sin hacer contacto a un área entre San Juan de la Maguana y Padre las Casas, al norte, en la Cordillera Central, donde nos esperaba parte del aparato militar que había sido creado en el PRD y que por presión de los norteamericanos Bosch había sacado de ese partido. Fuimos en tres días durante las noches a varios poblados en la Cordillera Central y estaban abandonados. Los militares estaban en todas partes y los oíamos hablar, así nos enteramos que cuando dejamos artículos para romper los cercos fueron encontrados, entre estos una libreta con un diario guerrillero. Caamaño nos reunió y dijo: “solo tú  Freddy  (Hamlet Hermann) eres capaz de violar las prohibiciones de escribir, perderlas y luego mentir. Dijo que tomaba notas para la historia. Caamaño y Lalane le interrogaron sobre las informaciones que pasó a los militares con sus apuntes y luego lo amonestaron fuertemente.

Encontramos de noche maíz seco regado en el camino, aconsejé que recogiéramos todo el que fuera posible, el maíz es un buen alimento. Llegamos a media noche a la carretera Ocoa-Constanza al norte del cruce de Alto Bandera y caminamos hacia el sur y luego acampamos. Al amanecer del día 14 estábamos a cuarenta metros de tres helicópteros, nos internamos mas entre los árboles, y Caamaño mandó a Galán y a mí a explorar al sur y paralelo a la carretera durante cuatro horas. Vimos a lo lejos varias edificaciones algunas grandes, creímos por los mapas y algunas señales que al sur habría comida más cercana.

A  las 07:00 pm, salimos después de un rodeo por la carretera hacia el sur bajo una llovizna y mucho frío y nubes bajas, exploramos varias casas y otras edificaciones, estaban abandonadas. Caminamos más deprisa y separados por las emboscadas y el clima frío y lluvia. Lalane herido y Payero se fueron quedando atrás,  y yo como enfermero debía acompañarlos. A eso de las doce de la noche, vimos por los relámpagos a Pérez que nos esperaba junto al camino en la fuerte lluvia y nos guía hacia una pila de restos de madera de un aserradero, donde protegidos del viento y con una pieza impermeable los compañeros habían hecho una fogata sobre cemento. Nos calentamos y cocinamos hasta que el agua a raudales lo inundó todo. Entramos al bosque acampamos y dormimos bajo la lluvia a menos de 2 grados centígrados. Al amanecer entre nubes el día 15, nos dimos cuenta que estábamos entre miles de militares y decenas de vehículos transitaban con ellos. En la noche habíamos pasado por varias emboscadas bajo la lluvia.

Los errores
Cocinamos entre las nubes a 2300 metros de altura, pasamos el día descansando y a las 09:00 pm, salimos al sur con agua a las rodillas. Cuando íbamos hacia la carretera y a unos cien metros de la misma, Hermann y Holguín hablaron alto y la vanguardia, Galán y Pérez, fueron tiroteados por una emboscada que no dejaba de disparar. Caamaño ordenó que Payero, Holguín, Hermann y yo bordeáramos por el sur a los que disparaban hasta que llegáramos a la carretera y contraatacáramos para que la vanguardia pudiera salir de la trampa. Acordé cruzar la carretera y atacar desde atrás en dos minutos. Lancé una granada y al explotar salté en ráfaga sobre la emboscada, reaccionan, me disparan y vuelo a la zanja lateral de donde salí. Eran muchos y solo les disparé yo. A 300 metros, cientos o miles disparaban al aire. Cuando terminaron los disparos crucé de nuevo la carretera y encontré reunidos a los compañeros, Galán y Pérez salieron ilesos. Pero estábamos descubiertos; desde La Cienaguita hacia diez días habíamos evitado el contacto con los militares. A la emboscada, llegaron varios vehículos a transportar las bajas e informarse. Al haber hecho contacto Caamaño decidió como propaganda armada emboscar un camión de los que en el día habíamos visto transportando más de veinte militares cada uno. Tomamos posiciones y destruimos el camión a media noche. La retirada fue a monte traviesa en la oscuridad y lloviznando. Al amanecer con las primeras claridades todo el suelo se veía blanco, estaba congelado. A las 8:00 am del día 16 paramos, no podíamos seguir caminado de día, había muchos militares.

Combates mortales
A las 10:50 am, estando yo de guardia me dejo sorprender y un primer disparo me roza la cara y se inició el combate, detengo el avance de los militares, que nos atacan también con granadas de mano y M-40, hasta que se retiren mis compañeros. Lalane es herido grave por una granada y le ayudan a retirarse Galán y Holguín, al no poder ranear por las heridas, se levanta un poco y recibe dos balazos en el tórax, muriendo les ordena que se retiren que él aguanta a los atacantes. En ese sitio soy el único que está disparando y cuando Payero que es el penúltimo desaparece, me retiro con el apoyo de dos tiradores nuestros y encuentro a Payero herido, mientras le ayudo una granada explota sobre mi mochila me hiere leve en la cabeza y fuertemente en la espalda. Son Caamaño y Pérez que salieron primero y desde una altura disparan para ayudarnos en la retirada. Llego de último donde me esperan cuatro compañeros, estoy luchando por respirar cuando oímos en medio de la balacera y las explosiones gritar: “teniente aquí hay un muerto”.  ¡Me sané! pregunto, ¿quién es el muerto? Y Galán me responde es  Eugenio y pregunto por Román y Armando (Caamaño y Pérez). Son los que combaten en retirada a unos cien metros de nosotros. Las explosiones decrecen y Galán ordena ir al punto de reunión que Caamaño indicó. Llegamos y no están. Nos desplegamos a esperarlos. Minutos después, los militares rompen la disciplina de combate y comienzan a vocearse de un grupo a otro, que hay dos muertos y Caamaño capturado herido. Galán ordena retirarnos a una mejor posición ya que sabemos por la voceadera donde está la mayor concentración de los más de diez mil militares que nos combaten.

Caamaño es capturado herido en varias partes, ninguna mortal, por el pelotón al mando del teniente Raúl Almonte LLuberes, quien lo entrega al coronel Carlos Castillo Pimentel, que tenía orden de asesinarlo. No lo hace y lo lleva vivo bajo su custodia y la del teniente José Almonte Castro al alto mando en la carretera: generales Ramón Jiménez Reyes, Enrique Pérez y Pérez, Juan Beauchamps Javier y Ramiro Matos Gonzales. Jiménez informa por radio teléfono al presidente Joaquín Balaguer, y este ordena castigar a Castillo Pimentel y los llama a una Junta de Gobierno. Todo el que oyó las comunicaciones sabe lo que está pasando, Cuba las grabó casi todas. En la junta, en el Palacio de Gobierno,  acuerdan anunciar la muerte de Caamaño por sus heridas en combate.

 Caamaño es prisionero desde las once y minutos de la mañana. Regresa el alto mando horas después, y al atardecer del 16 de febrero de 1973,  el coronel Héctor García Tejada sale del alto mando y organiza y dirige el asesinato. Caamaño al entregar su grandiosa vida grita: ¡viva la República Dominicana! Eran las 05:47 pm, cuando los que nos perseguían, disparan al aire en una balacera que nos pareció interminable, comenzó por la carretera pasó entre nosotros y se perdió en la distancia y supimos que estaban celebrando el asesinato de Caamaño. La balacera nos informó donde los cercos tácticos y estratégicos eran débiles o inexistentes. Dos horas y media después evadimos los cercos, acampamos a las nueve de la noche e intercambiamos informaciones y analizamos lo sucedido; habían muerto tres compañeros y tres estábamos heridos. A las diez de la noche oímos en un noticiero radial anunciar la muerte de Caamaño en combate. Habían asesinado al Patriota más grande del Siglo XX, y la reserva moral y revolucionaria más importante de República Dominicana: Francisco Alberto Caamaño Deñó.

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