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José San Martín: El libertador del sur de América

Jose de San Martin
Written by Debate Plural

Carlos Rodríguez Almaguer (Diario Libre, 20/8/2016) 

Eran las tres de la tarde del 17 de agosto de 1850, cuando en la apacible Boulogne-sur-Mer, ciudad costera del norte de Francia, cerraba los ojos en los brazos de su hija Mercedes, el Santo de la Espada: José de San Martín, Libertador del Sur de América.

Allá en Chapeyú, por las hermosas tierras correntinas, había nacido el 25 de febrero de 1778. Hijo de español, con apenas seis años se va con su familia a España. Ya joven, se enrola en la carrera militar y participa en combates en el norte de África. Cuando el ejército de Napoleón Bonaparte invadió España, el pueblo español se sublevó contra el invasor. San Martín combatió al lado del pueblo. Lo hicieron Teniente Coronel de los Ejércitos del Rey y le colgaron en el pecho la Medalla de Oro de los Héroes de Bailén.

América finalmente se lanzó a la lucha por ser libre, y San Martín regresó a trabajar por la libertad de su patria. Llegó a Buenos Aires, organizó el Regimiento de Granaderos a Caballo y en la batalla de San Lorenzo destrozó a las tropas españolas alejándolas de las costas del Paraná. Por esos días el ejército realista había derrotado dos veces al patriota Belgrano, jefe del Ejército del Norte, y el gobierno designó a San Martín para sustituirlo. Recompuso y entrenó a sus tropas y comenzó a dar cuerpo a su idea de libertad continental.

Sabía que la principal base de operaciones españolas era Lima. Contaba con atravesar los liberados territorios de Chile, pero O´Higgins y los patriotas habían sido vencidos. Otro hubiera desistido, San Martín no. Llegarían a Lima, pero tendrían primero que libertar a Chile. Organizó el Ejército de los Andes. Se trazaron rutas y estrategias, se formaron los cuerpos militares, se crearon talleres, fundiciones, se entrenaron los hombres y se cebaron caballos y mulas sobre los que viajarían soldados, víveres y cañones. Las estadísticas abruman: 1200 milicianos montados (para conducción de víveres y artillería), 120 barreteros de minas (para facilitar el tránsito por los pasos), 25 prácticos, 47 miembros de sanidad, 16 piezas de artillería, 15 empleados civiles, 1600 caballos extras (para caballería y artillería) y 9281 mulas (7359 de silla y 1922 de carga).

Se diseñó en plan de marcha que comprendía varias rutas en un frente de más de dos mil kilómetros atravesando la inmensa cordillera. El 17 y 18 de enero de 1817 iniciaron su marcha las dos columnas principales comandadas por el propio San Martín y por Juan Gregorio de Las Heras. Estas dos columnas las formaban 3500 soldados, 100 prácticos, 1000 caballos, 10 000 mulas (de las que solo llegaron 4000), 30 cañones, casi un millón de cartuchos de fusil, varias toneladas de pólvora, y alimento para todos los hombres y animales durante un mes de marcha. Larga y penosa fue aquella travesía.

Dos fueron las grandes batallas con las que San Martín y sus hombres completaron la hombrada que barrió para siempre a las tropas realistas de las tierras chilenas: Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, y Maipú, el 5 de abril de 1818. El vigor y la fiereza de las arremetidas patriotas solo pueden compararse con el valor y la temeridad con que se defendieron los bravos batallones españoles. El gobierno chileno, después de Chacabuco, eligió a San Martín Director Supremo de la nueva república, pero San Martín declinó esos honores y avaló, sin embargo, la designación de O´Higgins. El parte donde informa a su amigo O´Higgins sobre la victoria de Maipú solo tiene tres oraciones. Ésta vez el gobierno quiso regalarle una costosa vajilla de plata y seis mil pesos, y él se los rechazó porque creía que los tiempos no estaban para lujos.

Preparó largamente la nueva campaña para liberar al Perú. Desembarcó en sus playas. Los venezolanos y neogranadinos que formaban el recio regimiento Numancia se le sumaron abriéndole las puertas de la ciudad sitiada. Declaró la independencia del Perú y el cabildo lo proclamó su Protector. Dictó leyes para organizar el país, creó la Biblioteca Nacional y la fraternidad del Sol. Envió ejércitos a liberar los territorios aún en poder de los realistas. Fiel a su proyecto monárquico, envió a Europa por un príncipe que reinara sobre los territorios liberados por su espada. Pero desde el norte venía bajando como una avalancha el esplendor radiante de aquel hombre solar que fue Bolívar. En Guayaquil se entrevistaron los dos libertadores. No hubo testigos. San Martín sede a Bolívar el ejército y la gloria de culminar la libertad de América. Regresó a Buenos Aires. Enviudó. Y muy pronto, cansado de las intrigas políticas, se va a Europa acompañado de su hija Mercedes. Tenía 45 años y era el libertador de tres naciones.

Escocia, Bruselas, París, Grand Bourg y, finalmente, Boulogne-sur-Mer, fueron testigos del paso peregrino del libertador exiliado en sí mismo, ocupado únicamente en la educación de su hija. Tenía 72 años cuando cerró para siempre aquellos ojos de mirada de águila. Escribió su testamento con la misma brevedad con que había escrito los partes de sus batallas.

Cuarenta años después, el diario El Porvenir de Nueva York, publicaba una semblanza suya bajo la firma de José Martí. Allí decía, refiriéndose al respeto que le tributaba su ejército:“Campeó entre aquellos trabajadores el que trabajaba más que ellos; entre aquellos tiradores, el que tiraba mejor que todos; entre aquellos madrugadores, el que llamaba por las mañanas a sus puertas; el que en los conflictos de justicia sentenciaba conforme al criterio natural; el que sólo tenía burla y castigo para los perezosos y los hipócritas; el que callaba, como una nube negra, y hablaba como el rayo.”

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