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Pedro Henríquez Ureña y las artes plásticas

Pedro Henriquez Ureña
Written by Debate Plural

Por: Odalís G. Pérez (Investigador de la Universidad Autónoma de Santo Domingo)

Las humanidades artísticas han tenido y tienen en la América continental un trazado intelectual rico; y no solo en lo que comúnmente se entiende como cantidad, sino también como calidad.  Artistas y críticos de arte, historiadores y teóricos de arte; estetas y educadores artísticos, todos divulgadores de lo que son las prácticas y las humanidades artísticas, han ido construyendo el mundo-espacio-sentido del arte.

En su primera estancia en México (1906-1914), Pedro Henríquez Ureña, aunque joven, ya era un hombre maduro.  Por ello supo comprender la vida política, artística y cultural desde una vertiente crítica y moderna; pero sobre todo entender el México de entonces como un mundo en transición.  La doxa crítica del maestro dominicano se puede apreciar cuando, casi al año de llegar a México, publica su corto ensayo crítico sobre el pintor y dibujante Julio Ruelas, conocido en el mundo hispanoamericano por los juicios sobre su obra en revistas mexicanas y españolas de aquel entonces.

PHU aprecia su creación visual con el siguiente juicio puntual:

“El elemento decisivo en el triunfo de Ruelas ha sido su imaginación original y poderosa, “panteísta”, en opinión del culto crítico español Rafael Urbano; facultad maestra, en fin, cuyas creaciones se imponen al espíritu del público (Véase, “Julio Ruelas. Pintor y Dibujante”, en Revista Moderna de México, México, marzo, 1907; ahora en Estudios mexicanos, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1992, p. 303; Edición a cargo de José Luis Martínez).

La doxa crítica sobre Ruelas se desarrolla, crece en el séptimo párrafo del ensayo:

“…su originalidad no es de procedimiento sino de concepción.  Con justicia se le ha atribuido una imaginación panteísta. Ruelas encuentra alma en las cosas y doble personalidad en los seres; da ojos a las nubes, formas de monstruos a las rocas, dolor humano al árbol, “nervios y curvas de mujer” a la lira; espíritu de gnomos a los insectos; convierte la cabeza de las águilas en simbólicas calaveras; hace de la almena del castillo un dragón; ve a las mujeres sirenas o esfinges y en los hombres sátiros o centauros.” (Op. cit. p. 304).

La crítica de arte asumida por PHU es una crítica con garras, nuclear, específica.  De esta manera puntualiza y explica la originalidad de Julio Ruelas:

“Sobre esta originalidad de concepción se afirma y se eleva la personalidad de Ruelas.  El artista mexicano pertenece a la clase de los pintores “literarios”, esto es, imaginativos, a quienes no hay derecho a pedir otra visión de la realidad que la visión simbólica.” (Ibídem. Op. cit.)

En efecto, fundamentar un juicio crítico sobre la base de un conocimiento de las artes visuales modernas, implica también aceptar protocolos teóricos, descriptivos, narrativos y explicativos sobre obras, formas, estilos artísticos y culturales.

En la segunda estancia de PHU en México, (1921-1924), su ya más segura experiencia crítica sobre artes visuales se pone a prueba con el artista mexicano Diego Rivera.  Y, el 6 de julio de 1923, publica su ensayo sobre el artista mexicano universal.  El conocimiento de  este creador y su obra por parte de PHU, venía de años anteriores según lo expresa al comienzo del ensayo:

“Diego Rivera lo ha estudiado todo, lo ha ensayado todo.  Nada de lo que es la pintura le es ajeno. Posee juntamente el don de la mano y el don de la cabeza, ambos por igual.  El don de pintar, como en los venecianos o en los españoles el don de pensar la pintura, como en los florentinos o en los franceses.” (Ver Diego Rivera, en  Op.cit. p.305)

La caracterización del crítico y estudioso dominicano cobra valor cuando se refiere precisamente al “don de pensar la pintura” como acto fundador del arte moderno y contemporáneo.  Al profundizar en la obra de Diego Rivera, Henríquez Ureña puntualiza un aspecto que más tarde, la crítica mexicana y de toda Latinoamérica desarrollará con más fuerza de juicio:

“Su huella está en todas partes –hasta en los cartelones de anuncio de los Estados Unidos- y quien sepa ver advertirá que a los buenos pintores les ha sido útil aquel modo paradójico, o demasiado lógico, de pintar; porque él representaba el punto culminante, aunque excesivo, en el movimiento de retorno al estudio de la forma, después del predominio, excesivo también, que el impresionismo dio al color.”  (Op. cit. p. 306).

Así pues, la visión sobre el artista, crece aún más cuando el crítico enfatiza y acentúa más su marco explicativo:

“Cuando el artista ahonda en los problemas de su arte, cuando ahonda hasta la raíz, llega a resultados imprevistos, pero, en realidad, necesarios, inevitables.  Uno de ellos es coincidir espiritualmente con artistas del pasado, de quienes en apariencia sólo nos separan siglos.” (Ibídem.).

Los análisis que pueden propiciar las operaciones críticas y humanísticas de PHU, sugieren posteriores desarrollos de un alumnado seguidor del maestro y de su obra crítica.  Al casi despedirse de México, nuestro crítico según destaca José Luis Martínez en su introducción a los Estudios mexicanos, cita el ensayo titulado “La influencia de la Revolución en la vida intelectual de México(1924).

“Tal vez el mejor símbolo del México actual es el vigoroso fresco de Diego Rivera en donde, mientras el revolucionario armado detiene su cabalgadura para descansar, la muestra rural aparece rodeada de niños y de adultos pobremente vestidos como ella, pero animados con la visión de futuro.” (Op. cit. p. 14).

Al observar que la travesía crítica de PHU no tuvo una continuidad coherente en sus propios escritos artísticos y estéticos, no obstante debemos asumir como investigación el estudio de esta región del trabajo cultural y artístico del maestro dominicano con el objetivo de conformar una visión en torno a esa cardinal estética que se manifestó desde el comienzo de su carrer.a intelectual en los Estados Unidos.

Basado en los juicios de una historia y una crítica de arte evidentemente vanguardista, la extensión crítica sobre el arte de Diego Rivera es la siguiente:

“…declaro que Rivera me contenta aún más porque ha realizado obras como La vendimiadora, como El niño que escribe, como los retratos de las hermanas Naux, donde su fuerza de ferrarés o de castellano se templa con la delicadeza; hija del amor; delicadeza que trae a la memoria al incomparable Renoir o al Goya de los retratos y de las escenas campestres. Y, por fin, lo que hace de Diego Rivera, hoy, mayor artista todavía que antes, es su amor y su honda comprensión de las cosas de América…” (Ibídem. Op. cit.).

 

 

 

 

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