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Turquía: equilibrios entre Bruselas y Moscú

Written by Debate Plural
Reccep Tayyp Erdogan presidente de Turquia

Reccep Tayyp Erdogan presidente de Turquia

Debateplural.com, comparte con sus lectores el interesante artículo del periodista Luis Rivas, titulado «Turquía: equilibrios entre Bruselas y Moscú», publicado en el portal Sputniknews.com, en fecha 20 de octubre del año 2015.

La Turquía regida por el islamista Reccep Tayyp Erdogan está en el centro del huracán politico, diplomático y militar que acapara la atención mundial.

Miembro de la OTAN, enemigo acérrimo del régimen sirio, de Irán y el chiísmo. Aliado de Arabia Saudí o Catar, como uno de los líderes del sunismo. Acusado de apoyar a la rama siria de Al Qaida, el Frente Al Nusra, y de intentar aplastar a la oposición kurda interna con la justificación de la situación en Siria. Aspirante fracasado a la entrada en la Unión Europea. Necesitado de la cooperación económica con Rusia, a pesar de las divergencias diplomáticas con Moscú….La Turquía regida por el islamista Reccep Tayyp Erdogan está en el centro del huracán político, diplomático y militar que centra la atención mundial.

A todas estas circunstancias, el líder del partido AKP en el poder, debe añadir la lucha política interna. En las últimas elecciones legislativas, celebradas el 7 de junio, Erdogan fracasó en su sueño de obtener una mayoría suficiente para permitirle hacer los cambios que le hubieran convertido en un Presidente con poderes ilimitados. Por contra, las formaciones de izquierda y, en especial, la formación kurda HDP obtuvieron resultados espectaculares. Desde la fecha de los comicios, no se ha podido formar nuevo gobierno. El cese el fuego firmado hace años con el PKK y su líder encarcelado, Abdullah Ocalan, ha saltado por los aires y la ofensiva militar contra los kurdos ha provocado enfrentamientos sangrientos entre los dos bandos y el fin de la tregua. Dos atentados salvajes han masacrado a decenas de militantes kurdos y de la izquierda turca, sin que las autoridades aclaren de momento la autoría, salvo el fácil recurso a «extremistas ligados al Estado Islámico».

La radicalización política interna pretende ser utilizada por Erdogan para erigirse como el salvador del país y arrasar en los nuevos comicios del 1 de noviembre. El cambio de escenario que ha provocado en Siria la entrada en acción de Rusia ha desestabilizado también el juego diplomático, las aspiraciones de Ankara de acabar con Bashar al-Asad, y su ambiguo juego con los elementos más radicales del yihadismo en la zona.

Anclar a los refugiados en Turquía
Pero Turquía guarda una carta importante en su mano: los refugiados sirios e iraquíes que por más de dos millones se hacinan en campos sobre su territorio. Ankara ha sido denunciada por jugar con esa desgracia para obtener réditos políticos en su flanco oeste, en la Europa Occidental. Muchas son las voces que acusan a Turquía de enviar refugiados hacia Europa en dosis suficientes para obtener el estatus de país clave para solucionar la crisis.

Erdogan ha aprovechado muy bien las diferencias dentro de la Unión Europea para erigirse como la solución a la crisis humanitaria que desborda las fronteras del Este europeo. Las dificultades de la UE en la acogida de esos refugiados, los temores de la mayoría de los gobiernos europeos a perturbar sus políticas sociales con la llegada de miles de extranjeros de diferente religión y cultura han llevado a los países ricos a la solución más sencilla: pagar a Turquía para que los refugiados queden aparcados en su territorio, o, al menos a evitar el éxodo en masa.

La UE ofrece, entre otras cosas, ayuda económica a Ankara, una flexibilización en la política de visas para sus ciudadanos y promesas sobre una futura integración en el club de Bruselas. La enviada a Turquía para negociar esas medidas no podía ser otra que la Canciller alemana, Angela Merkel, que, además de gobernar el país más rico de Europa, ha sido la líder comunitaria que ha prometido ser más generosa con la acogida de refugiados.

Merkel declaró estar dispuesta a recibir a más de 800.000 migrantes. Tras las loas iniciales a su compasiva propuesta, el cielo político local le ha caído encima. No sólo ha creado la división en su propio partido y coalición, sino que ha conseguido despertar al alicaído movimiento anti-extranjeros, Pegida, formado por alemanes temerosos de perder su cultura y de ver a su país abierto a imposiciones religiosas foráneas, como ya ocurre en algunas ciudades donde ciertos grupos intentan hacer respetar la ley islámica — sharia — a los vecinos.

Merkel, pirómana y bombera

En todo caso, Merkel sigue siendo la jefa inoficial de Europa y se dirigió a Ankara para encontrarse con el Presidente Erdogan. Para éste, la propuesta europea cifrada en 3000 millones de euros no es mucho comparado con los más de 7.000 que Ankara ya ha gastado en dar cobijo a los 2.200.000 refugiados. Erdogan debía aceptar también que los emigrantes que fueran rechazados en la UE pudieran regresar a Turquía. La propuesta de más visados no estaba clara. En cuanto a la promesa de ingreso en la UE, es eso, una promesa que el Presidente turco puede emplear en la campaña electoral para las elecciones del 1 de noviembre. La UE cerró sus puertas a los turcos en 2005. Como consecuencia, el sentimiento anti-europeo de sus ciudadanos creció al tiempo que el AKP azuzaba el nacionalismo. Eran los tiempos del desarrollo económico y de las negociaciones de paz con el PKK (Partido de los Trabajadores) kurdo. Ahora, ese nacionalismo disminuye, muchos turcos ven en Europa la salvación ante el autoritarismo de Erdogan, el recrudecimiento del conflicto militar con los kurdos o la onda de choque del conflicto en la vecina Siria, en especial, la infección yihadista.

Erdogan recibía a Merkel después de haberse burlado de ella: «promete refugio a 800.000 refugiados y la nominan al Nobel». El mismo dirigente que en sus visitas a la importante comunidad turca en Alemania instaba a sus compatriotas y a sus descendientes con pasaporte alemán a no perder las tradiciones y, en definitiva, a preferir ser turcos que integrarse en el país donde han nacido o que les acogió, en el caso de padres y abuelos. La canciller alemana se presentaba en Ankara como la jefa del gobierno alemán y la enviada de la UE. Sabiendo que la inmensa mayoría de los aspirantes al permiso de residencia en Europa quieren instalarse en Alemania, Merkel acudía a Turquía como bombero, después de haber encendido el fuego de la esperanza.

¿La apertura hacia Erdogan supone ignorar las medidas contra la minoría kurda? ¿La generosidad en la atribución de visados facilitará la infiltración en las organizaciones kurdas en territorio europeo? En Francia no se ha olvidado el asesinato de líderes kurdas en París, entre ellas, Sakine Cansiz, una de las fundadoras del PKK. Un crimen que para los investigadores — silenciados por la real-politik — tiene su origen en los servicios secretos de Ankara.

Impotencia ante Rusia

En todo caso Erdogan sabe que en el escenario internacional actual, la parte europea es la más sensible a su política. Otros dicen «a su chantaje». Las amenazas a Rusia, en concreto, obtener en otros mercados el gas que necesita y paralizar la construcción de la central nuclear de Akkuyu, no han frenado ni van a frenar la ofensiva militar lanzada por Moscú en Siria. Turquía es miembro de la OTAN y, por lo tanto, un aliado obligado de Estados Unidos, pero no puede jugar contra sus propios intereses económicos, más allá de una declaración altisonante para la prensa.

Recep Tayyip Erdogan ve ahora cómo los grupos yihadistas que él atizó contra Bashar al-Asad están siendo bombardeados por aviones rusos. Contempla también cómo su enemigo iraní es demandado por la propia ONU para actuar de mediador en la zona. Asiste perplejo a la ayuda de su aliado norteamericano a las milicias kurdas de Siria, los primeros combatientes sirios no gubernamentales en tomar las armas contra el autoproclamado Estado Islámico. Demasiados disgustos como para no tender la mirada al oeste y explotar la debilidad, la división y las dudas de la Vieja Europa, mortificada todavía por los complejos heredados de su historia y que ha encontrado en la autoflagelación su denominador político común.

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